Opinión: 102 vidas perdidas nos obligan a no relajarnos
Por Sergio Di Pino
Cuando el 11 de junio de 2020 se anunciaba la primera víctima fatal por coronavirus en Olavarría la conmoción era generalizada. En ese tiempo, la genuina preocupación por el impacto de la enfermedad se mezclaba peligrosamente con la paranoia y la victimización. Se identificaba a los primeros contagiados y se los escrachaba en las redes sociales. O se filtraban documentos oficiales con los listados y datos personales de pacientes.
Pasaron siete meses y la cifra de olavarrienses que murieron como consecuencia del coronavirus superó la de un centenar. De la mayoría no conocimos sus nombres, sus rostros o sus historias. Naturalizamos la muerte y hasta el riesgo de contagiarnos de la enfermedad. Ya no nos escandaliza. La indiferencia operó como mecanismo de defensa para soportar el presente y transitar un modo de vida lo más parecido posible a la “vieja normalidad”.
Pero no se trata aquí de reprochar una conducta social o abrir juicios de valor. Se trata de reflexionar y comprender que la situación actual nos demanda un último esfuerzo solidario. Para no relajarnos, cuidar al otro y llegar en las mejores condiciones a la vacunación masiva.
Los datos más duros indican que se contagiaron más de 6 mil personas, es decir el 4,97% de la población de Olavarría, únicamente si se toma en cuenta a quienes se hisoparon. A esa cifra suele sumarse un 1,4%, referencia para los asintomáticos no detectados. A partir de esta proyección, los contagios se elevarían en alrededor del 6,96% de los habitantes del Partido, es decir unas 8300 personas, según estimó el ex concejal Fernando Quiroga, quien diariamente analiza las estadísticas del Municipio en el marco de la emergencia sanitaria de COVID.
En ese marco, resulta pertinente problematizar el impacto de las últimas medidas sanitarias impulsadas por las autoridades nacionales y provinciales ante un evidente rebrote de la enfermedad, mientras avanza el plan nacional de vacunación.
El Gobierno nacional propuso un esquema de restricción nocturna de la circulación y libertad de comercio mediante un “toque de queda” sanitario para toda actividad comercial, artística, deportiva, cultural, social y recreativa entre la 1 y las 6 de la mañana.
A diferencia del carácter obligatorio de la ASPO (Aislamiento social preventivo y obligatorio), la aplicación quedó sujeta a la decisión de las provincias en diálogo con los municipios.
En la provincia de Buenos Aires, el viceministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplak, dio a conocer el último miércoles un dato alarmante: “en tres semanas se triplicaron la cantidad de casos en el interior de la provincia”. El funcionario atribuyó los motivos a las fiestas de fin de año y a “una sensación de pospandemia que se generó prematuramente”.
Para el antropólogo Marcelo Sarlingo “ninguna sociedad del mundo, sobre todo las occidentales, ha podido disciplinar a sus ciudadanos” y existen “procesos estructurales y sociedades en donde los procesos políticos y de gestión de la salud han sido más eficaces que en otros. En Argentina ha habido controles exitosos y efectivos, sobre todo en la primera etapa y el federalismo ha ayudado bastante porque no hubo un sistema de decisión unitario. En el verano, con la apertura del turismo, las fiestas y hechos azarosos como velorios o sanción de ciertas leyes vemos que la cuestión de los cuidados colectivos tambalean bastante” sostuvo.
Sobre el caso de Olavarría, considera que “hubo varias etapas en el desarrollo de la pandemia y en las relaciones entre el municipio y las políticas que bajan de nación y provincia. Hay factores como las prestaciones médicas y algunos aspectos como el cansancio social al confinamiento y las aperturas graduales hacen que se instale una manera de vivir en la cual no es fácil volver atrás. Es difícil sacarle a la gente determinadas libertades” advirtió.
Tanto a nivel nacional, provincial como local – con discusiones internas – se puso el foco en el comportamiento de los jóvenes, señalados como principales agentes de la propagación del virus.
En declaraciones a LU 32, el secretario de Gobierno, Hilario Galli explicó que “bajó la edad de contagio estrepitosamente entre los 17 y 30 años. Queda de manifiesto que porción de la sociedad está teniendo el mayor tipo de contactos” dijo.
Desde la Provincia, las autoridades mutaron su discurso. De un pedido más riguroso, cuya versión extrema fue la del ministro de Seguridad Sergio Berni (reclamó a la juventud la responsabilidad histórica de llevar tranquilidad a los argentinos con una desafortunada comparación con los soldados de Malvinas), hubo un giro hacia una postura más contemplativa: “es mentira que los jóvenes no cumplen. Los jóvenes cumplen, aun cuando no se contagian” señaló el gobernador Axel Kicillof. ¿Hubo reclamos internos dentro de su espacio político? ¿Se tuvo en cuenta el costo electoral, dada la amplia llegada que el Frente de Todos tiene en sectores juveniles?
Más allá de estas discusiones y de la menor vulnerabilidad al COVID que puede tener la juventud caben realizarse las siguientes preguntas: ¿Hay en términos generales un relato social estigmatizante sobre el comportamiento de los jóvenes? ¿Se juzga con la misma intensidad las conductas de otros sectores de la población que participaron de encuentros sociales como marchas, caravanas, actos políticos, festejos deportivos o velorios masivos? ¿Alguien cree que todas las reuniones entre adultos fueron en espacios abiertos y con la debida distancia y protección?
También surgen interrogantes sobre “la complejidad operativa” para llevar adelante los nuevos controles. ¿Las restricciones horarias a bares y cervecerías no aumentan la proliferación de fiestas y reuniones clandestinas sin ningún tipo de protocolos? ¿Tienen las fuerzas de seguridad estructura suficiente para garantizar el cumplimento de las medidas más allá de algún hecho ejemplificador para publicitar en los medios?
Al tiempo que todos estos debates ganan la escena y se esperan novedades judiciales del escándalo por la pérdida de 400 dosis Sputnik, el plan de vacunación avanza en Olavarría. En los últimos días más de 1300 personas que se desempeñan como personal de salud se inocularon en el Hospital Provincial de Oncología y en el Hospital Municipal “Héctor Cura”.
Como dato saliente de la semana, la reunión que mantuvo el intendente Ezequiel Galli con los principales referentes del Frente de Todos César Valicenti y Federico Aguilera reforzó la foto lograda días atrás en la que se intentó mostrar articulación y dejar atrás la interna de las vacunas.
“No es la primera ni la última, siempre hay diálogo a veces más fluido, a veces menos” sostuvo Valicenti sobre el encuentro. “Se habló sobre sobre varios temas pero haciendo foco en la vacunación. Cómo venimos, la articulación, y el trabajo a futuro cuándo lleguen nuevas dosis que es en breve” agregó otra importante fuente del Frente de Todos.
Por lo bajo, una nueva polémica se deslizó respecto a la capacidad de vacunación del Banco de Leche a partir de algunas publicaciones periodísticas. “El banco de leche viene vacunando a toda la población desde hace décadas, ¿te parece que no tiene lugar para turnos de 5? expresó una importante fuente del Ejecutivo local.
Mientras se espera por la llegada masiva de la vacuna, la situación actual invita a no relajarnos. La crecida de contagios y el poco margen de la capacidad hospitalaria en distritos del interior nos piden un esfuerzo más. Como bien dijo el ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollan “qué picardía sería que se muera un ser querido a un mes o dos de poder vacunarnos”.
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