Opinión: sobre vendedores y compradores de drogas

Por: Dr. Adolfo Rocha Campos

Hace ya largo tiempo que el país está conmovido por los sucesos de la ciudad de Rosario, que tiene como protagonista el narcotráfico.

Estos hechos se potencian por el atentado a la familia política de Messi, lo que le ha dado trascendencia internacional.

Este episodio ha dado lugar a una serie de acciones, declaraciones y peticiones de toda índole, desde la intervención de las Fuerzas Armadas hasta el reconocimiento de que hay que hacer algo más, según dijo el presidente, admitiendo que “los santafecinos también son argentinos”.

Los medios de información nos indican la multitud de opiniones acerca de qué es lo que hay que hacer con el narcotráfico.

Ahora bien, el narcotráfico, tal como su propio nombre lo indica, es una operación que comprende dos actividades. Una , la de vender y otra la de comprar. La palabra “narcotráfico” se utiliza exclusivamente para los primeros, aunque la misma palabra “tráfico” nos indica que estamos ante una operación de ida y vuelta.

Respecto de los primeros (o sea los que venden) se piden sanciones de toda índole, desde las más severas hasta las más blandas.

Respecto de los segundos (o sea los que compran), no se dice absolutamente nada, a pesar de que son los que portan el dinero por el cual los que venden se pelean entre sí para lograr la mayor tajada posible.

Esta definición, por supuesto será rechazada por gran número de personas, que consideran que los que consumen no tienen nada que ver con el narcotráfico, ya que según ellos “vender es un delito muy grave, pero comprar es un derecho constitucional”. Para ello se amparan en el artículo 19 de la Constitución Nacional, que dice: “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan el orden y la moral pública, ni perjudiquen a terceros, están sólo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados”.

Los que se amparan en esta norma se olvidan de la frase: “Ni perjudican a terceros”. ¿Perjudica a un tercero inyectar dinero en una actividad delictiva?. Yo creo que eso es obvio, lo que enturbia la visión clara de este tema es que la suma que aporta cada consumidor es ínfima respecto de la masa total de dinero que maneja el narcotráfico. De tal forma que en su conciencia puede pensar que su responsabilidad es ínfima. Pero ocurre que la acción de compra de un consumidor se multiplica por las miles de compras que realizan miles de personas a lo largo de un tiempo prolongado. Y de tal forma cuando el problema a llega a instancia judicial, siempre nos encontramos con un delito insignificante de un sobrecito de cocaína que vale en la actualidad, según parece, la módica suma de 4.000 ó 5.000 pesos. O sea nada frente a la suma total en juego.

Frente a esta situación, existen opiniones como las vertidas hace escasos días por el periodista Lanata y el politólogo Andrés Malamud, en Radio Mitre (antes del episodio Messi), que se inclinan por la “despenalización”.

Ninguno de los dos dijo qué es lo que había que despenalizar, aunque parece inducirse que lo que se intenta despenalizar es el consumo y liberarlo de las ínfimas condenas que se aplican a los consumidores que son sorprendidos con pequeñas dosis de droga para consumo personal.

Pero para tener droga para consumo personal, que es el caso planteado por la Corte Suprema de la Nación, en su anterior composición (Caso Arriola) hay que comprarla, es decir una actividad que nos relaciona con el mundo del delito.

El Caso Arriola podía no llegar a esa conclusión porque se trataba de marihuana, la cual puede ser de cultivo personal. Y por lo tanto, no había conexión evidente con el delito.

Pero si vamos a despenalizar tal como se sostiene, lo tenemos que hacer respecto de todas las drogas, las cuales excepto la marihuana, son de confección industrial y elaboración sumamente compleja, costosa y larga.

¿Cómo se resolvería la despenalización en este caso?.

Porque si comprar es una actividad lícita, se la tenemos que comprar al narcotráfico, que es la única entidad que la fabrica. Pero para que la conducta de comprar sea lícita, también debería ser lícita la conducta de vender, ya que la compra-venta es un contrato bilateral que no puede ser lícito para una de las partes es ilícito para la otra parte.

En consecuencia, es necesario legalizar la venta, para lo cual deberíamos recurrir a una de estas figuras, como ser: legalizar el narcotráfico, es decir transformarlo en una actividad comercial lícita con posibilidad de constituir sociedades y otras actividades anexas.

Reglamentar la actividad del narcotráfico adjudicando zonas de influencia.

Que el Estado se transforme en productor de esas sustancias, desplazando al narcotráfico de esa actividad.

La otra alternativa sería que el Estado opere como intermediario entre el productor (narcotráfico) y el consumidor final.

Que el Estado expropie su negocio al narcotráfico como se hizo con YPF cuando era una empresa privada.

Todas estas alternativas parecen ridículas pero son la única alternativa que nos ofrece la despenalización. Ya que reitero: si despenalizamos la compra, también tenemos que despenalizar la venta.

En mi opinión, la responsabilidad del consumidor, (por las características ya mencionadas) deberíamos sacarla del mundo del Derecho y transferirla al mundo de la Responsabilidad Social. Y obtener el reproche social de la actividad de consumir de la misma forma que se le enseña a los chicos principios ecológicos de conservación del medio ambiente.

Supongo que esta nota merecerá algún comentario seguramente crítico, por lo que tengo argumentos que no expongo, para no hacer esta reflexión demasiado larga.

Resumo mi opinión diciendo: para el que vende, el Estado debe usar todos los mecanismos de sanción posibles. Y para con el que compra: la Sociedad debe reprochar su conducta de la misma forma que se reprochan otras conductas análogas que afectan la convivencia social.

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