¿Se podrá saber quién levanta a nuestra Patria?
Escribe: Carlos Paladino.
Ya sea por las consecuencias de la guerra Rusia vs. Ucrania, por la Pandemia de Covid V, por la inflación mundial, por los incendios forestales; en fin, por la devastación escandalosa de que ha sido objeto Argentina en su condición de país justo, libre y soberano; saldremos de esta destrucción sistematizada, el día que comprendamos que, de esta situación de pobreza, de demérito político ante el mundo, se sale sin corrupción y trabajando más de lo que se gana. Todos. Las naciones constreñidas por los remanentes de las Guerras Mundiales, salieron de los escombros con inteligencia y mucho trabajo mancomunado. Entre gobiernos y ciudadanos. Algunos percibieron la gracia de la recuperación social y económica antes que otros. Pero, salieron. Países que perdieron mucho por la muerte de sus hombres, un gran volumen laboral no recuperable. Sin embargo, también lo lograron. Hombres y mujeres trabajaron como un burro. “En casa del pobre el que no trabaja no come” Alemania, por ejemplo, perdió la guerra y su gran potencial laboral. Forjaron su temple para que el hambre no los matara. Se privaron de tener hijos. Al mismo tiempo a nuestra Argentina, le sobraban recursos como para ayudar a los pueblos derrotados. Observamos hoy con honda tristeza e incomprensión, el Estado de magnitud logrado por Alemania y los países vecinos; comparado con el derrumbe ignominioso argentino. Los europeos emigrados a nuestra tierra después de las guerras, hicieron la grandeza del país. ¿Cómo lo hicieron? Trabajando en lo que se les ofrecía y sin medir el tiempo.
Nadie del universo político se anima de decir con cruenta sinceridad, la rudeza de las medidas económicas que se deberán asumir en adelante. Da lo mismo que sean exigidas por el FMI, o no. Ningún político nos expresa la malaria que caerá sobre la población en su totalidad. Ninguno de los causantes – pasados y flamantes -, del descalabro integral, quiere decir cómo será la alquimia económica que se adoptará sin que se caigan nuestros ingresos; sin aumentar tarifas; sin echar funcionarios incompetentes; sin achicar los gastos originados por la mala política; economizando en los DDHH injustificados sin seguir tirando plata en la sufrida y ya compensada militancia subversiva; recordemos que, sobre los soldados de Malvinas, todavía pesan deudas de gratitud. Es una diferencia conceptual. Esos jóvenes soldados del Ejército Argentino que fueron arrastrados a una guerra para defender la soberanía de las islas, no cosechan los niveles de memoria alcanzados por la juventud de los ’70.
En cierto momento la expresión política deberá enfrentar al pueblo con la verdad y ahí veremos la reacción de los trabajadores argentinos.
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El primer gobierno del General Juan Perón, trajo la presunción de componer las injusticias en las que estaban estancas las clases trabajadoras. Abusados de horas de trabajo, con ridículos jornales (salarios de hambre), faltos de atención sanitaria y seguridad; sin descanso y todas las falencias que escuchamos todos los días en los discursos. Injusticias que no eran exclusividad argentina, sino que se trasladaron del “Viejo Mundo” El choque entre patrones y la mano de obra inscribieron historias de leyenda, de sangre y sudor. Perón vino a poner dignidad en el ámbito laboral. Engalanó la historia en su carácter de líder indiscutido. No obstante, la experiencia europea de posguerra, Perón transformó al Estado Argentino en un dador sin tapujos de trabajo y de adoctrinamiento justicialista. Ganarse la vida respondiendo a estos criterios, cumplía la doble función que garantizaba la fidelidad al gobierno. Eso lo confirman sus discursos; “Cabe destacar la necesidad de seleccionar ideológicamente al personal de la administración pública, con el propósito de que todos los agentes del Estado estén sincera y absolutamente identificados con la doctrina nacional” Hacía responsable a los directores de los diversos departamentos de la buena selección de funcionarios que estuvieran de acuerdo con “la doctrina y el movimiento justicialista”. Ángel Borlengui, por ejemplo, Ministro del Interior en reunión con el jefe de la Policía Federal, sin ocultamientos, le indicó que los agentes debían identificarse con el peronismo y la “causa de la nueva Argentina”. El Estado se hizo, entonces, inmensamente grande y costoso. En un país extremadamente carenciado, dar trabajo seguro “a mano suelta”, bajo apremio o coerción política; al líder “lo querías o lo querías” No necesitó de mucha campaña proselitista para convertirlo en líder; gran parte del radicalismo se unió a la nueva corriente. De esta manera se fue restando arrestos al emprendimiento particular local y, a la intención de ser laboralmente independiente.
Pero; la Nacionalización de los Servicios Públicos, hizo que a todas las reparticiones ingresaran empleados, muchas veces, sin preparación. Así ocurrió con los FFCC, los puertos, los servicios sanitarios, el sistema bancario, el sistema telefónico, las usinas eléctricas, el IAPI. Además, ya en plenitud democrática, la política precisaba El Congreso y los Concejos Deliberantes. Todo esto de un día para el otro, sin control, insumió gran presencia de personas y consumió muchos recursos genuinos de las arcas del país. Allí, creemos, que el ser agente público, comenzó a colmar las expectativas de un pueblo con un pasado aciago. Bien pagados y sin tanto compromiso como obliga la actividad privada. En el orden democrático, esa inmensa reserva de voluntades, fue el desafío, a la hora de captar votos del proselitismo político. La decisión de nacionalizar cuanto recurso económico (mixto o en manos extranjeras) pudiera fructificar la nación, se evidenció en el Acta de Declaración de la Independencia Económica de 1947. Perón manejaba la riqueza de un país, que afloraba como el mejor. Sin embargo, hemos ido superando varios episodios, sin poder demostrar que el Estado todo lo controla, todo lo resuelve, todo lo soluciona. Y no es por falta de gente, sino por la incapacidad de la gente. Mucha tropa no es señal de calidad, de producción y de la cosa bien hecha.
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Vaya como comentario subjetivo. La Alemania de Hitler, tampoco requirió de la Gestapo para hacer gritar “Heil” (Viva o salve) y cantar el himno de Horst Wessel (la bandera en alto) a la gente. La democracia económica había conducido a la denigración de los alemanes . El trabajador alemán comenzó a percibir “siempre lo mismo en las palabras del Führer… así crearon la confianza. “Forzosamente ha de estar bien lo que hace el Führer “era la frase que cada vez más fuerte sonaba entre los ciudadanos. (“La adhesión del obrero alemán al Reich y sus causas”, Berlín 1941, Servicio Centro Alemán de Información). En ambos líderes autocráticos, encontramos su éxito en poner empeño en el discurso sobre la miseria y la dignidad de los habitantes de una nación
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Salvo en algunos períodos en que se oía: “Mas hambre que maestro de escuela”, el Estado, continuó aumentando de agentes sus plantas. Cantidad de empleados públicos renunciaron a ellos y se fueron a trabajar a la empresa privada. Algunos, que aún recordamos, tuvieron renombre y prestigio. No quisieron seguir en ese plano. Cambiaron la comodidad por el sacrificio de largarse a un emprendimiento, con las trabas que ello ha implicado siempre.
En nuestro relato excusamos épocas y llegamos a la democracia en 1983, cuyo historial es atroz, sanguinario; más aún, si los gobiernos indujeron y formaron parte de la disgregación económica, institucional, política y social de la Argentina. La democracia recién surgida, llenó de acomodados inexpertos, amigos de los candidatos en cargos absolutamente ociosos e inútiles. Hasta los revoltosos (sin antecedentes laborales) del ayer consiguieron puestos de responsabilidad. Los partidos “inventaron las múltiples asesorías”. Un congresista dispone de una cantidad de empleados, que nunca logrará tener un emprendedor, una PYME. Si ve por ahí a una persona que vive mejor que Ud. y no sabe a qué se dedica, no piense demasiado, seguro es asesor o empleado, al que le pagamos por no hacer cosa útil alguna. ¿Ojo? No se sorprenda si lo designan a cargo de un ministerio, secretaría o intendencia. ¿Con esta dirigencia -no mencionamos a la corruptela asociada visible en todos lados – salimos de este embrollo nunca imaginado?
En alguna ocasión, en cierto momento de nuestra ajetreada historia, como decíamos al principio, los hombres y mujeres de este país, tendrán que ponerse a trabajar en serio. ¿Hay muchos argentinos jóvenes acostumbrados a “sudar la gota gorda” para salvarnos de una caída al vacío, cuyo borde cada día está más cercano? Confiar en aquellos que viven del privilegio político, no garantiza compromiso con la sociedad. Porque si no cotizan en la bolsa de valores. ¿Quién los va a comprar?
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