Últimas apostillas mundialistas

Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Yo creo que la mayoría de nosotros algo olfateaba. Si no cómo se explica la fiebre por las figuritas de hace unos meses, la proliferación desmesurada de cábalas y la necesidad, frívola y tilinga casi siempre, pero necesidad al fin, de viajar como fuera a Qatar.

Pero este mundial no es tanto de ellos, de los que fueron a ver los partidos y pagaron entradas costosísimas para tener una foto en el estadio. Es más bien de los otros, de los que van a la cancha todos los domingos a ver a equipos que hace años que no ganan un torneo, de los que siguen a muerte esos colores que heredaron del padre, del tío, de un hermano. Este mundial es de los que todavía lloraban la final perdida por tan poco en Brasil, de los que acuñaron a fuego la famosa frase “era por abajo” que nunca dejaba de doler, es de los que jamás habrían tenido la ocurrencia de ir a ver los partidos tan lejos pero que esperaron, en una vigilia interminable, la frustrada llegada de los jugadores al obelisco.

La hipocresía de una buena parte del periodismo actual hizo lo imposible para sentar postura sobre la inconveniencia de mezclar deporte con política. Destacó la aparentemente sabia y sensata decisión del plantel de sacarle el cuerpo a la foto, de evitar contactos con el gobierno, de dejar impoluta la transparencia del fútbol. Tal vez si todavía hubiera vivido Alejandro Sabella les habría explicado a los jugadores que el fútbol y la política se tocan y se manosean mucho más de lo que parece, que en 2016 hubo una avanzada muy fuerte del PRO para privatizar los clubes, que durante la gestión de Carlos Mac Allister se redujo significativamente el presupuesto destinado a la Secretaría de Deportes, que uno de los proyectos de país apuesta por el deporta amateur y otro lo considera un gasto innecesario.

Muchos reclamaban por un Messi más insolente, era eso lo que le faltaba para ser como Maradona y no sólo un mundial. Cuando Messi decidió dejar los protocolos de lado ganó la copa, pero son sólo paradojas del destino, ya dijimos que en el 2014 se le escapó por muy poco. El diario La Nación, como siempre, estuvo muy alerta y comprometido en su propósito de conservar los valores de la patria, la moral y las buenas costumbres. De inmediato condenó la nueva y extraña vulgaridad del astro futbolístico del momento. ¿Habrá sido un error de cálculo? ¿O habrán tenido miedo de que se convierta en otro monstruo incontrolable como el Diego? Tranquilos, guardianes del establishment, Diego hubo uno solo.

De cuestiones futbolísticas no hablemos, para eso están los periodistas especializados que ya nos explicarán, cuando pase la euforia, cómo pudieron darnos vuelta tantas veces el resultado, cómo nos convirtieron casi tantos goles como situaciones de gol en contra tuvimos. ¿Habrá otro antecedente de un campeón del mundo que casi no tuvo atajadas de su arquero? Lo que por el contrario no necesita ninguna explicación de expertos es el segundo gol a Francia. Eso se llama “potrero”, en esa jugada se simboliza el fútbol rioplatense. No tengo dudas de que con el tiempo, ese gol se convertirá en un símbolo de nuestro sentir futbolero, la muestra más acabada del potencial de un fútbol que para muchos entraba en una decadencia irredimible. Un momento culminante, la jugada que nos arrancó una lágrima a más de uno. La mejor jugada de Argentina en el mundial lo tuvo a Messi como un engranaje más y no como al protagonista excluyente. Eso dice mucho.

Ahora nos volvimos a ilusionar, perdón, ahora nos volvimos a acomodar. En la tabla, digo. En la tabla de campeones del mundo. Si miramos el total de los mundiales estamos cuartos detrás de Brasil, Alemania e Italia. Pero si somos más puntillosos debemos tener en cuenta que no es lógico comparar el mundial del 30, 34 o 38 con los mundiales modernos. Si consideramos los últimos diez mundiales (como dijo Borges, muchos somos devotos del sistema decimal), y comenzamos en el 86, podemos decir no sin algo de soberbia que jugamos cuatro de esas diez finales y ganamos dos. Sólo Alemania nos iguala en esta estadística. No es poco.

Y así se nos fue otro mundial. Ahora sabemos que se puede ser campeón del mundo sin haber ganado un solo partido importante durante los noventa minutos. Tal como hemos repetido aquí varias veces, desde el noventa, uno a cero a Brasil con gol de Caniggia, Argentina no le gana a un campeón del mundo salvo por penales.

Que quede claro, no estuvimos nunca a favor de un mundial concebido como negocio y a costa de la muerte de miles de laburantes. No nos interesa que la capita negra que le pusieron a Messi le haya tapado el logo de Adidas de la camiseta, no nos importa el mundial que jugaron familias que jamás irían a una cancha en nuestro país pero que gastaron fortunas para estar en la final, no nos interesa cuántos likes haya tenido en Instagram la foto de Messi con la copa.

Siempre estuvimos ansiosos y expectantes por el otro mundial, por ese que salieron a festejar cinco millones de personas a la calle.

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