Conseguite un enemigo y triunfarás

Escribe: Carlos Verucchi.


Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Los buenos políticos son los que saben manejar las antinomias y los antagonismos. Más efectivo que mostrar virtudes propias, resulta elegir un enemigo fácil de odiar, alguien a quien se pueda presentar como causa de todos los males y a su vez resulte limitado y torpe, modesto en sus aspiraciones.

Los buenos políticos son los que tienen capacidad para elegir a su rival. Ésta ha sido una treta muy utilizada en Argentina. ¿Cuántas veces, desde el estado, se le da visibilidad a un político de la oposición con el único fin de mostrarlo como alternativa de otro al que verdaderamente se le teme?

Convengamos que Perón inventó a Braden, embajador norteamericano en Argentina en 1945. A través de la figura de Braden, Perón ofrecía una contracara que simbolizaba todos los clichés del imperialismo. Si se imponía la disyuntiva Braden o Perón, el triunfo estaba asegurado.

No debemos considerar ingenua, por otro lado, la pasividad con que Yrigoyen permitió que Alvear se convirtiera en su rival dentro del radicalismo, sino todo lo contrario. Hubo gran astucia en esa maniobra, favorecer un contrincante del cual podría, pasados unos pocos años, diferenciarse fácilmente, y que sin perder votos radicales sin dudas captaría algunos del Partido Autonomista. Y le salió bien la jugada, Alvear mantuvo por seis años al partido en el gobierno y le dejó abierta la puerta para el segundo mandato a Yrigoyen, mandato fatalmente trunco por la soberbia del ejército.

A quien el “tiro” le salió más bien por la culata fue a Juan Manuel de Rosas. Cuando sus espías le alcanzaron un librito escrito en Chile por un tal Sarmiento, decidió tomarlo como blanco de su furia. Eligiendo a Sarmiento, Rosas desviaba la atención de los intelectuales que desde Montevideo escribían en su contra: a esos sí había que temerles.

Ahora bien, Rosas era un político genial pero no tenía por qué saber de literatura. ¿Cómo podría haber adivinado que Sarmiento sería el mejor escritor argentino y posiblemente latinoamericano del siglo XIX? Hubiera sido mejor dejar que Esteban Echeverría y José Mármol siguieran siendo sus rivales.

Facundo es una genialidad, claro. Sarmiento elije pegarle a Facundo Quiroga para salpicar a su verdadero enemigo, Rosas. Es que Facundo es más caricaturesco, Facundo es un caudillo como Rosas pero, a diferencia de éste, y por estar más lejos del puerto y por lo tanto de Europa, conserva los rasgos de barbarie que el sanjuanino justamente quiere resaltar y contraponer a su pretendida civilidad. Facundo usa chiripá y no levita como Rosas, no tiene un cuerpo de policía como la mazorca sino una montonera desordenada, vive en el verdadero interior y no a unas pocas cuadras (podríamos decir ahora) de Buenos Aires.

Cuando Rosas cae en Caseros, Sarmiento forma parte del ejército de Urquiza. Urquiza le permite acompañarlo como una especie de corresponsal o como quien alguna vez escribirá la epopeya. Después de la batalla, el bando vencedor sigue camino hasta Palermo. Sarmiento es el más ansioso, el más apurado por violar los espacios más íntimos del tirano. No busca miserias, busca saber qué leía, se busca él mismo entre los papeles y los libros, necesita saber hasta qué punto sus palabras y su pluma fueron lentamente socavando el poder de quien había fijado el destino de la patria por veinte años.

Necesita pruebas para terminar de zanjar la discusión que ha tenido hace unos días con Urquiza, que, bruto, tal vez tanto como Facundo, desmerece sus libros y sus artículos periodísticos y que afirma con total ligereza que la espada, y no la pluma, terminarían con el flagelo que impedía la conformación de una Argentina moderna.

Sarmiento necesita probar que Rosas leyó su Facundo. Su voraz ego se lo reclama. Adelantándose a Borges intuye el valor que tiene un texto, el poder ilimitado para moldear una realidad.

Razón no le faltaba, después de 175 años, los políticos argentinos siguen usando el argumento de civilización o barbarie para intentar ganar elecciones.

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