Edulcorando lo agrio

 

Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Esta semana se conoció la decisión de los herederos de la escritora británica Agatha Christie, fallecida en 1976, de reescribir sus textos para adaptarlos a las “sensibilidades” de nuestro tiempo.

En muchas de las novelas de la escritora, conocida como la “reina del crimen” debido a su predilección por el género policial, se encontraron expresiones que desde una perspectiva actual podrían tildarse de racistas, despectivas, políticamente incorrectas o incluso machistas.

La decisión de “corregir” estas particularidades, más allá de la finalidad comercial que persigue, cuestiona uno de los atributos que tradicionalmente se adjudicaron a la literatura de ficción: el de constituir un reflejo de la realidad histórica o pintar una época, una región, un contexto social.

Al borrar o atenuar partes de un texto, se le está negando al futuro lector la posibilidad de observar rasgos de la época en la que el texto fue concebido. Se está de algún modo limitando su alcance.

Un enfoque similar podría aplicarse al lenguaje con perspectiva de género que lentamente se va imponiendo en la actualidad en muchos países. ¿Cómo debería escribir un escritor actual? ¿Reproduciendo el habla de la mayoría, o lenguaje que resulta un común denominador, o tratando de fijar posiciones de avanzada? Dicho de otro modo, ¿cuál sería el rol (si es que tiene alguno) de la literatura? ¿Mostrar o reproducir la realidad o tratar de imponer condiciones o pautas para modificarla? La respuesta es como mínimo cuestionable.

Del mismo modo, ¿puede condenarse a un escritor porque su narrador o alguno de sus personajes tienen rasgos machistas o xenófobos o prejuiciosos o lo que fuera? En tal caso, ¿ese machismo debe tomarse como un intento de denunciar o exponer una realidad tal como el autor la observa o, por el contrario, como una postura machista del autor? Me inclino por la primera opción: una novela machista no implica que el autor lo sea o reivindique posturas contrarias a las tendencias actuales.

Imaginemos que esta modalidad de modificar los textos que resultan inconvenientes se propagara y quisiéramos aplicarla a la literatura argentina. Deberíamos borrar y quitar de todas las bibliotecas la obra completa de Eugenio Cambaceres por su carácter xenófobo o racista, por ejemplo. O ¿qué haríamos con los textos de Sarmiento? ¿Cómo reescribir fragmentos como el que escribió alguna vez en carta a Mitre: …“no trate de economizar sangre de gauchos, este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes”.

Mejor quedémonos con el verdadero Sarmiento, el genuino y crudo, el no edulcorado, tal vez así podamos entender mejor el presente.

Estudio eseverri desktop movile
Comentarios
Cargando...