La asombrosa historia del oso que peleó en la segunda guerra mundial


Por: Arq. Jorge Hugo Figueroa. Tiempo de lectura estimado:  3:20 minutos

    Hoy por la mañana estaba hablando con mi hermano Diego, otro amante de las buenas historias y me comparte un breve video donde narran la increíble vida de Woljtek.

  La historia comienza con la traición de Hitler hacia Stalin con la llamada “Operación Barbarroja” (hasta ese momento la Alemania nazi y los soviéticos habían invadido Polonia). Los aliados se apresuraron a aprovechar la circunstancia para que la Unión soviética se uniera a su coalición. Una de las condiciones exigida por el gobierno polaco en el exilio fue la liberación de los ciudadanos y militares que habían sido apresados en el reparto de Polonia entre los alemanes y los soviéticos.

  Así fue que 40.000 soldados y 26.000 civiles se encontraron abandonados en las inmensas estepas de Asia central. Un año más tarde emprendieron el camino de regreso: Los militares, no queriendo combatir con aquellos que habían invadido su país, prefirieron unirse al ejército británico en Palestina.

  En Irán los británicos tenían el control militar en todo el país y allí los militares polacos se dividieron en dos divisiones. Una iría al Líbano y la otra a Palestina.

  La división que se dirigía a Palestina comenzó una larga travesía y cuando estaban cruzando a Irak se encontraron con un niño kurdo que llevaba un osezno en una bolsa (supuestamente la madre del cachorro fue muerta por cazadores).

  Los soldados sintieron mucha pena por el osito ya que se encontraba en muy malas condiciones y, quizás sintiéndose identificados con la vida del pobre animal (ellos también perdido a su familia y habían pasado innumerables penurias).

  Al niño le ofrecieron una caja con varias cosas, entre las que había alimentos y una navaja suiza. Así fue que continuaron la marcha hacia Palestina, alimentando al osito con una mamadera realizada con botella de vidrio con leche. Y así fueron mejorando las condiciones del cachorro.

  Mientras iba creciendo las raciones fueron incorporando frutas y miel.

  Una vez que se establecieron en un enorme campamento, Wojtek, el osito, caminaba a sus anchas, entrando y saliendo de las tiendas, haciendo travesuras como cuando rompió las prendas íntimas de las mujeres soldados o comiendo reservas sin permiso. Esos paseos llegaron incluso a poner en peligro su salud como cuando un escorpión picó su hocico (el mismo tipo de accidente había matado a uno de los perros del lugar).

  Durante uno de los paseos nocturnos Wojtek, quien ya había ganado un tamaño bastante importante, descubrió a un espía que intentaba robar armamento. Cuentan que apenas lo vio al oso se puso a gritar como loco y así pudo ser capturado por los soldados. Poco a poco el oso se fue ganando el respeto de todos. Era mucho más que una mascota.

  Las condiciones de una guerra y la época en que le tocó vivir a Wojtek tenían innumerables diferencias con la que nos toca vivir a nosotros hoy en día, en Argentina. La comprensión que se tenía de los animales era muy diferente y se lo llegó a “humanizar” tanto a Wojtek que se lo consentía dándole a beber una botella de cerveza al día, al igual que se le daban cigarrillos (los cuales al final terminaba masticando y tragando). Tanto le gustaba al oso la cerveza que luego de descubrir al espía se lo premió con una ración exclusiva de cerveza además de tener un tiempo de ducha ilimitado (siendo un enorme privilegio si tomamos en cuenta que en el desierto el agua es escasa).

  El oso se integró completamente a las costumbres humanas llegando a desfilar en dos patas, saludar con una de sus manos y jugar a la lucha libre con sus compañeros humanos.

  En el año 1944 las tropas polacas, en particular la División 22 fue requerida para ir a combatir a Italia (contra las tropas fascistas de Benito Mussolini, aliado de Hitler).

  En las ruinas de una antigua abadía de Montecassino se encontraban parapetadas las fuerzas del enemigo impidiendo que los aliados pudieran avanzar hacia Roma. Allí se verificaron algunas de las batallas más brutales, muriendo una enorme cantidad de combatientes. Aparentemente todos los equipos que habían ido a pelear allí resultaron derrotados por lo cual se les pidió a la División 22 que vayan a tratar de tomar dicha abadía.

  Cuando la división estaba por abordar el barco británico que los llevaría a la zona se encontraron con un problema. Resulta que el gobierno británico prohibía subir mascotas a bordo y mucho menos a un animal que podía llegar a aniquilar humanos. Los polacos no querían separarse de su compañero así que en un hecho pocas veces visto decidieron alistarlo oficialmente como parte de la 22° Compañía de Suministros de Artillería, con toda su documentación, rango de soldado raso, su propia paga, su uniforme y su propia tienda.

  Aparentemente el encargado de las tropas británico dio por resuelta la cuestión burocrática y le permitió embarcar.

  Wojtek participó así de una de las batallas más sangrientas que hubo. El oso, que a ésta altura de los años había ganado un peso y tamaño considerable había aprendido que si hacía cosas como los humanos obtenía recompensas, así que supuestamente fue esto lo que hizo que se pusiera a cargar enormes cajas de municiones. Dichas cajas que necesitaban de 4 personas, él las cargaba sin problemas y las llevaba hasta ubicarlas cerca de los cañones.

  Finalmente los aliados logran capturar la abadía con una participación destacada de las fuerzas polacas. Éste paso sería un gran logro para Wojtek ya que por sus acciones fue ascendido al rango de cabo y además la compañía adoptaría su característico emblema de un oso cargando un proyectil.

El enorme oso siguió realizando sus tareas durante todos los combates hasta que en abril de 1945 se dio por terminada la guerra. Sin embargo tanto él como sus compañeros no tenían un lugar al que volver. Los polacos no querían volver a su país que había sido ocupado por la tiranía comunista de la unión soviética y Wojtek sencillamente no podía adaptarse a ir a vivir a un bosque, por ejemplo (recordemos que no abundaban éstas ideas más actuales de santuarios para la vida animal). Así fue que junto con varios soldados fue a vivir a Escocia donde fueron recibidos como celebridades, desfilando por Glasgow.

  En el año 1947 se disolvió la compañía y surgió el problema de encontrar un hogar para Wojtek. Sus compañeros se negaron a que las autoridades comunistas polacas se lo llevaran a su país, por lo que el zoológico de Edimburgo decidió hacerse cargo de él. Con apenas cinco años de edad Wojtek recibió una jubilación y un grado honorífico de teniente.

  Sus compañeros lo siguieron visitando a lo largo de los años y pese a las protestas de los veterinarios lograban ingresarle cerveza y cigarrillos. Además se colaban en el recinto para seguir jugando a la lucha como hacían cuando estaban en la guerra. Dicen que inmediatamente detectaba cuando alguien estaba hablando en polaco y saludaba entusiasmado.

  Con los años su historia se fue difundiendo y así se convirtió en una celebridad apareciendo a menudo en programas de tv de la BBC. De todos modos sus amigos humanos lo veían cada vez menos animado, esa vida monótona del zoológico no se parecía en nada a su vida en el ejército.

  Los excombatientes propusieron liberarlo en los bosques de Escocia pero las leyes británicas no lo permitieron y finalmente falleció  en el año 1963, a los 21 años.

  La muerte de Wojtek trajo un gran dolor a sus amigos y se le tributaron honores como héroe de guerra en diversos lugares del mundo.

  En el año 2015 los escoceses y polacos organizaron una colecta de 300.000 libras para hacerle una estatua en los jardines de West Princes Street, en Edimburgo. El monumento está hecho en granito de las montañas polacas y fue inaugurado por Wojciech Narebski, el oficial que lo había aceptado entre sus filas en Palestina. En sus palabras dijo “Wojtek no pudo regresar a Polonia, pero permanecerá sobre tierra polaca”.

  La fue creciendo y hoy hasta podemos ver que hay una cerveza que lleva su nombre ilustrada por su labor en el bando de los aliados.

  Y chocolates, remeras y demás contribuyen a perpetuar su memoria

Por cierto, Wojtek, el nombre con que sus amigos lo bautizaron quiere decir “Guerrero felíz”.

Abrazo digital.


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