La muñeca del lago

Rescatada del fondo del Nahuel Huapi termina formando parte una breve historia .


Por: Arq. Jorge Hugo Figueroa / Tiempo de lectura estimado: 3:30 minutos

    Éramos unos adolescentes afortunados veraneando en Bariloche, con toda la energía que se puede tener en esas etapas cuando creemos que nos podemos “comer el mundo”. Recuerdo que habíamos pasado casi toda la mañana en la playa del lago corriendo por las laderas entre los pinos y aventurándonos unos minutos en un agua tan cristalina como helada. Almorzamos y luego regresamos a un pequeño muelle de madera.

  A lo lejos, unas “patas de rana” en punta indicaban que un buzo estaba intentando alcanzar grandes profundidades con apnea, es decir, aguantando la respiración. Cada tanto, el snorkel aparecía y largaba un chorro de agua para liberar el tubo y permitir el ingreso de aire fresco.

  Varias veces la oscura silueta del “hombre rana” despareció y regresó a la superficie hasta que al fin emergió con algo blanco en su mano. De a poco comenzó a nadar hacia la costa, hacia el muelle y ahí fue cuando la vimos por primera vez.

  Se trataba de una antigua muñeca.

    El buzo nos contó que estaba a unos 30 metros de profundidad y por ello le había costado rescatarla.

  Desprovista de toda ropa, con sus labios levemente amarillentos y restos de depósitos de calcio propio de algo que permaneció sumergido mucho tiempo. Su peinado pareciera evocar al de Eva Perón, y, como me enteraría después, el tipo de goma con que está fabricada, se llamaría “piel de ángel” por la suavidad que se había logrado. La característica más destacable es que le falta una mano derecha.

  Pasamos algún tiempo admirando el antiguo juguete y le pregunté al buzo si podíamos quedárnosla, y es que tenía y aún hoy tiene, un cierto encanto. Las niñas la habían ido vistiendo con diversas prendas, aunque siempre las terminaba perdiendo hasta permanecer en su plástica desnudez.

  Pasaron unos 30 años y la muñeca fue resistiendo las varias mudanzas que tuvimos, viajando a veces en cajas de cartón, otras de madera y hasta en bolsas de consorcio.

  Como para casi todas las festividades de fin de año habíamos viajado a la casa de mis tíos y abuelos y en la sobre mesa del almuerzo nos pusimos a mirar enormes y antiguos álbumes de fotos.

  Luego de cientos de fotos me quedé literalmente helado, cuando encontré la imagen de un hombre joven, de bigote, que aparece sonriendo en cuclillas detrás de varias muñecas. El señor sonríe portando, un sombrero. Hacia la izquierda de la foto aparece un modelo de la muñeca del lago, con la misma mano cortada.

  Resulta que éste hombre era el hermano de mi abuela paterna, es decir, un tío abuelo mío,  y la foto fue tomada posiblemente en la década del 40. Él junto con otros integrantes de mi familia se encargaban de mantener en condiciones un hotel que se encontraba en French. Hasta allí habían llegado una madre con su pequeña hija y se alojaron durante algún tiempo. Cuando partieron quedaron las muñecas olvidadas allí (en verdad el origen del resto de las muñecas no queda del todo claro, supuestamente fueron quedando olvidadas por otros huéspedes).

Imagen original, en blanco y negro.
Imagen coloreada digitalmente.

Detalle de la muñeca.

  Cuando la sorpresa fue bajando su intensidad, cuando la razón fue abriéndose camino entre lo emotivo, nos pusimos a pensar que en verdad el modelo de muñeca debe haber sido muy popular en algún momento y que, por un defecto en su fabricación, tendían a perder una o quizás las dos manos. Como se puede observar en la antigua foto, a aquella muñeca también le faltaba la mano derecha.

  Actualmente, la muñeca pasa sus apacibles días junto a otros juguetes interpretando diversos personajes en las historias de los juegos de mis hijos.

  Tuvo muchos nombres, pero siempre se terminaron perdidos en el olvido. Por ello sigue siendo “La muñeca del lago”.


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