Gran Logia Bonaerense: Cuando la masonería de la provincia se le plantó a la nacional
La asociación, fundada en 1891 en La Plata, quiso ser un faro de educación laica. Congregó a 25 logias, la mayoría en territorio bonaerense, bajo un rito «científico y positivista».
Por Marcelo Metayer, de la redacción de DIB
En una esquina de La Plata, a solo una cuadra de Plaza Moreno, hay un edificio antiguo que no se diferencia de otros similares que abundan en la ciudad. Casi nadie sabe que allí, en 55 y 14, entre el fin del siglo XIX y principios del XX se intentó llevar a cabo una revolución silenciosa. En esa ochava funcionó la Gran Logia masónica bonaerense (GLB), que en su mayor esplendor acogió a 25 logias. Fundada por el pedagogo Enrique de Santa Olalla, la GLB buscó ser un faro de educación laica y positivista, además de enfrentar directamente a la mayor autoridad masónica nacional.
La GLB fue fundada en 1891, cuando la capital bonaerense aún no había cumplido diez años. La Plata, ciudad creada desde cero por masones, era el lugar ideal para que se desarrollara una asociación que nucleara a logias de otras partes.
Según la definición que aparece en todos los diccionarios, «la masonería moderna es una institución filosófica y operativa, cuyos miembros se comprometen a trabajar por el progreso moral y material de ellos mismos y de la Humanidad, mediante el propio perfeccionamiento por la práctica de ritos iniciáticos, el conocimiento de los símbolos y el estudio de las ciencias». Sus orígenes históricos se pueden rastrear en los gremios de constructores de la Edad Media -«maçon» significa «albañil» en francés- y las agrupaciones donde se reúnen se denominan logias. Había muchas logias en el país hacia fines del siglo XIX, la gran mayoría de ellas afiliadas al Gran Oriente Nacional, la autoridad superior masónica argentina con sede en la Ciudad de Buenos Aires.
Cambio de bando
Gabriel Darrigran, autor del ensayo sobre la masonería en La Plata «La ciudad de los geómetras», explica a DIB que «existen, por un lado, las logias, y por otro las grandes logias. Es decir, existen talleres y asociaciones que las patrocinan. Las logias se afilian a estas asociaciones, llamadas Grandes Orientes o Grandes Logias. También se desafilian: hay logias que durante su existencia pasaron por diferentes asociaciones masónicas. En 1891, cuando se fundó en La Plata la Gran Logia Bonaerense, muchas logias de la provincia se desafiliaron de la masonería nacional, el Supremo Consejo y Gran Oriente, y se afiliaron a esta institución. A su vez, aquí en la ciudad esta asociación fundó dos logias: la Logia Federal de Maestros y la Logia Porvenir. Luego se le fueron sumando otras que se desafiliaban de la masonería nacional, tanto por razones de política interna como porque no despertaban mucho interés en la Capital Federal». Así, llegó a sumar 25 logias, frente a las 50 que ostentaba el Gran Oriente Nacional. Casi todas eran bonaerenses pero había un par de otras provincias, una de Montevideo y otra de Caracas.
En su libro, Darrigran cita una comunicación de la logia Estrella del Sud, de Azul, de octubre de 1890: «No estamos dispuestos a ser por más tiempo elementos pasivos del engranaje masónico, para todo lo que no es más que pagar y pagar. ¡Si la Capital Federal hace oídos sordos, solicitaremos ayuda fraternal a los hermanos de La Plata, la ciudad del progreso!». Se convocó una reunión en la capital bonaerense para el 9 de noviembre de 1890. «Acudieron autoridades de logias de Bragado, San Antonio de Areco, 9 de Julio, Zárate, Las Flores, San Andrés de Giles, Azul, Olavarría, y Lavalle. De la ciudad de las diagonales, había masones de altos grados de las logias Luz y Verdad, La Plata, y Stretta Uguaglianza». Ese día se fundó una Confederación de Logias y se comenzó a trabajar para la creación de la Gran Logia provincial.
El 1º de diciembre
La reunión que decidió la formación de la GLB tuvo lugar el 1º de diciembre de 1891 en el edificio de la esquina de 55 y 14, donde vivía Enrique de Santa Olalla. Al frente de la nueva asociación fue elegido el defensor oficial de pobres y ausentes, Dámaso Uriburu.
«Ese mismo día en los jardines de la casa, mientras se entonaba el himno nacional, fue enterrada una piedra cúbica a modo de piedra fundamental. Era un obsequio de la logia Estrella del Sud, extraído del corazón de la provincia, las canteras de Azul», se cuenta en «La ciudad de los geómetras».
Por su parte, la GLB adoptó un rito «novedoso, completamente racionalista. Al ser fundada por un educador, en la GLB quiso emular el funcionamiento de una escuela. Los masones que seguían este rito se sentaban de cara al presidente de la logia, como alumnos en un colegio». Ese nuevo rito se llamó «científico ecléctico» y con él intentaron modernizar los rituales masónicos para quitarles características «católicas y aristocráticas».
El fundador
¿Quién fue Enrique de Santa Olalla, a quien ya se ha nombrado varias veces? Era español de origen. En 1857 había dirigido la Escuela Mercantil de Valparaíso de formación de profesores y en 1865 la Escuela Normal de preceptores de Buenos Aires, además de colaborar en la fundación de las escuelas normales de Paraná y La Plata.
La GLB fue fundada en su casa, donde también funcionaban una escuela privada, dirigida por su esposa, y una logia masónica.
Una escuela que también es una logia: aquí aparece el énfasis en la educación de la Gran Logia Bonaerense. «Los fundadores de la nueva institución masónica bonaerense eran parte de una elite de intelectuales emprendedores, que proponiéndose trabajar en el seno de la clase obrera, diseñaron un sistema pedagógico nuevo», afirma Darrigran.
En 1884 se aprobó la ley de educación 1420 que planteaba una escuela pública, laica y gratuita. En ese momento, los masones se posicionaron como «agentes civilizadores». La Gran Logia Bonaerense funda en su seno la Logia Federal de Maestros, con el propósito de generar educadores masones. «Ellos se dijeron ‘no vamos a hacer obras filantrópicas, vamos a dar educación'», cuenta Darrigran. Entonces, «las logias que formaban la GLB tenían talleres gratuitos para aprender a leer, para aprender geometría o contabilidad. Generalmente se realizaban los domingos».
Dios y el alma
Además, ofrecían conferencias públicas. «Para la primera, se había invitado a mucha gente en los salones de 14 y 55. Esa charla la dictó el propio Santa Olalla y se tituló ‘La inexistencia de Dios y el alma’. Pero estaba presente el senador Rafael Hernández, que había fundado la Universidad de La Plata y era una persona muy mística. Al final de la conferencia pidió su ‘derecho a réplica’. Y una semana después, Hernández habló de ‘La existencia de Dios y el alma’. Esto mostró la apertura de la Gran Logia». Su anticlericalismo también se mostraba en eventos como el curioso Asado de Promiscuación, cuando comían un cordero a la parrilla en pleno Viernes Santo.
La GLB comenzó a decaer como institución en los primeros años del siglo XX, por las presiones del Gran Oriente, sobre todo. Antes de disolverse su influencia y sus talleres se limitaron a la ciudad de La Plata. Y en los años 20 desapareció, llevándose con ella un espíritu de rebeldía frente a la masonería nacional y un intento de superar la filantropía mediante la educación pública, gratuita y laica. (DIB) MM
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