Libros: Ese monstruo grande

Escribe Carlos Verucchi.

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A treinta años de iniciado el conflicto de los Balcanes, y en virtud del estado actual de los países que se constituyeron a partir del desmembramiento de Yugoslavia, resulta posible revisar los orígenes de la guerra y, especialmente, el rol que tuvieron las motivaciones de carácter económico.

La región de los Balcanes, en la zona central del Este europeo, constituye una especie de bisagra entre oriente y occidente y fue un escenario fundamental de las disputas interminables entre cristianos y musulmanes. Invadida por pueblos eslavos tras la caía del Imperio Romano, sufrieron el sometimiento sucesivo de los otomanos, de Carlomagno, de Napoleón, del imperio austro-húngaro, de la Alemania Nazi, para finalmente quedar bajo la órbita del poder soviético cuando los aliados se repartieron el mundo.

El régimen comunista del Mariscal Tito (partisano croata que organizó la resistencia contra los nazis) contuvo y limó las diferencias entre los pueblos que conformaban Yugoslavia. Caída la cortina de hierro y derrumbados los regímenes comunistas, las diferencia raciales y religiosas explotaron en un conflicto que tuvo en vilo por varios años a todo el mundo.

Las diferencias raciales y religiosas se originan en los distintos niveles de penetración y en la duración del dominio otomano en cada región. El intento de conformar una región unificada bajo la república de Yugoslavia, implicaba hermanar un pueblo como el Bosnio (con mayoría de población musulmana) con los cristianos católicos de Croacia y Eslovenia y los cristianos ortodoxos de Serbia, Macedonia y Montenegro. Pero además de esas diferencias raciales y religiosas propias de cada región, se daba, sobre todo en las regiones limítrofes, y como resultado del éxodo iniciado por pobladores que buscaban escapar del sometimiento turco, el caso de ciudades que pertenecían a una región pero que lentamente fueron avanzando hacia mayoría de pobladores de origen “extranjero”.

Sin embargo, todas estas diferencias raciales y religiosas, que le dieron un carácter civil y extremadamente sangriento a la guerra, no se hubieran disparado de no ser por las motivaciones económicas que durante décadas habían estado silenciadas por la unificación forzada.

En el año 1991 la situación de Yugoslavia era la siguiente: la capital, Belgrado, pertenecía a Serbia. La región más poblada era Serbia, la región más pobre era Serbia. Esto hacía que hubiera un flujo de riquezas constante desde las regiones más viables económicamente hablando (Eslovenia y Croacia) hacia las más atrasadas, Serbia y Bosnia por ejemplo.

La primera región que intentó separarse de Yugoslavia fue justamente Eslovenia. Si la separación no fue inmediata se debió a que Serbia, la más interesada en mantener la alianza yugoslava, había quedado con el poder del ejército federal y con la mayor parte del armamento de la época comunista. El ejemplo de la separación Eslovena actuó como disparador de varios conflictos que terminaron justamente con el desmembramiento de toda la región, desmembramiento que dio lugar a un nuevo verbo, “balcanización”, esto es, la separación en muchas partes de una región que se había mantenido homogénea hasta ese momento.

Hoy en día, la ex Yugoslavia está separada en seis repúblicas (Serbia, Croacia, Bosnia, Eslovenia, Montenegro y Macedonia). Las diferencias económicas se dispararon y permitieron que Eslovenia se constituya en uno de los países con mayor PBI per cápita de Europa (28.000 U$S), mientras que Bosnia sea uno de los países más atrasados económicamente del continente. Lógicamente la diferencia entre unos y otros pasa pura y exclusivamente por el nivel de industrialización de cada región. Eslovenia y Croacia, las más industrializadas, mantienen una economía a la altura del primer mundo, mientras que Serbia, Macedonia y Bosnia, netamente agrícolas, naufragan en la pobreza con un PBI de entre 6.000 y 8.000 U$S.

En 2016, los españoles Iván Romero Catalán y Eladi Romero publicaron “Breve historia de la guerra de los Balcanes”, una buena síntesis del conflicto que se extendió durante varios años. Pero como siempre hemos sostenido en esta columna, para conocer a fondo las motivaciones sociales o históricas de un conflicto no basta con un tratado de historia, resultan más útiles las novelas, sobre todo las buenas. En 1945 el escritor serbio Ivo Andrić (premio Nobel de literatura 1961) publicó “Un puente sobre el Drina”. Novela en la que se narran cuatro siglos de historia, incluyendo periodos de dominación otomana y austrohúngara, y se describen las relaciones entre pobladores musulmanes y ortodoxos de Bosnia y Herzegovina. Si bien la novela es anterior al conflicto de los años 90, permite comprender las diferencias que lo originaron.

Otra puerta de entrada para comprender el conflicto puede hallarse en la película “Antes de la lluvia” de Milcho Manchevski, estrenada en 1994. El film del director macedonio permite adentrarnos en el conflicto entre macedonios (cristianos ortodoxos) y albaneses (musulmanes) desde lo más íntimo, desde la célula más elemental de la sociedad: las relaciones entre vecinos y familias. Una narración en círculo que demuestra que la violencia es motivada por sentimientos de venganza, venganza por injusticias que fueron asimismo acciones en respuesta a otros hechos que a su vez… y así hasta el infinito, hasta el origen de la historia. Y, de ese modo, la ilusión de encontrar una solución arbitral al conflicto, la esperanza de poder hallar causas o disparadores se vuelven completamente estériles, irrelevantes. Los nacionalismos en estado extremo constituyen violencia, apelan al odio por la diferencia, por lo distinto que ven en el otro, distinto ya sea por el dios a quien le reza, por el color de la piel o el idioma con el que se comunica o por una realidad histórica modelada por generaciones anteriores a partir de una mirada parcial e interesada.

Los crímenes de guerra y las atrocidades que se vivieron en el conflicto de los Balcanes han dejado secuelas y siguen siendo hoy motivo de confrontaciones.

Ese monstruo grande que pisa fuerte, tal como metafóricamente se designa a la guerra en la canción famosa de León Gieco, pisó más fuerte que nunca en los Balcanes. A treinta años de iniciada la guerra, resulta más que evidente el extremo de odio al que nos pueden llevar las diferencias religiosas y raciales y la falta de solidaridad por el que sufre. Una lección que debemos repasar permanentemente.

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