Libros | La literatura que viene


Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Hernán Ronsino, escritor nacido en Chivilcoy en 1975, fue noticia esta semana al recibir el premio alemán Anna Seghers, que concede 12.500 euros. La Fundación Anna Seghers entrega cada año su premio a un escritor europeo y otro a un escritor latinoamericano.

Ronsino (quien además de escritor es sociólogo y docente universitario en la UBA) publicó su primera novela, “La descomposición”, en 2007. Si bien tuvo buena crítica y recogió algunos premios, debió esperar a que el éxito le llegara luego de publicar sus dos novelas posteriores. “Glaxo” y “Lumbre”, las novelas de la consagración, fueron publicadas por Eterna cadencia en 2009 y 2013 respectivamente. Entonces sí, “La descomposición” volvió a editarse y a leerse, ahora, como un eslabón más en el universo narrativo del autor. Universo que se mantiene circunscripto a la ciudad de Chivilcoy, donde viven el Bicho Souza, Abelardo Kieffer y Pajarito Lernú entre otros personajes, ya, a esta altura, entrañables.

La obra novelística de Ronsino se completa con “Cameron”, de 2018 y con el ensayo “Notas de campo”, de 2017. La trama de “Cameron” se sitúa en un espacio que ya no es el Chivilcoy natal del autor sino un lugar hipotético y deliberadamente enigmático en el que se habla en argentino pero los jardines florecen en abril.

Tanto en “La descomposición” como en sus otras novelas, Ronsino se arriesga en la difícil línea literaria de Onetti y Saer, de Haroldo Conti y de Miguel Briante, escritores, todos ellos, para los que el estilo, la calidad poética de la prosa y el clima compuesto resultan fundamentales.

Un recurso muy utilizado por Roncino es la multiplicidad de voces al estilo de Saer en “Cicatrices”, por ejemplo. Los personajes entran y salen de la narración y permiten que el lector vaya construyendo la historia de manera fragmentada y con las contradicciones que surgen de los distintos puntos de vistas aportados por cada narrador.

El lector, así, se ve forzado a reconstruir pacientemente una especie de rompecabezas. Los protagonistas, tanto en “La descomposición” como en “Glaxo”, suelen asumir posturas que en principio pueden parecer absurdas, y que sólo tendrán sentido una vez que el lector haya podido, al final de la novela, hacerse de una mirada completa sobre la situación o la historia narrada.

Otro recurso frecuente en la narrativa de Hernán Ronsino es el tratamiento poco convencional del tiempo. Los detalles de una historia son presentados al lector sin un orden cronológico, los capítulos se saltan años hacia atrás y hacia adelante siguiendo un criterio en apariencia caprichoso. Sin embargo, nada de caprichosos tienen esos vaivenes en el tiempo, por el contrario, se ajustan a la perfección a una concepción narrativa y poética que el autor maneja con gran habilidad.

Si, tal como afirma Piglia, Saer constituye para la literatura argentina contemporánea una de las vanguardias, Ronsino se muestra dispuesto a dar batalla en esa frontera imprecisa en la que se define el futuro de la narrativa. Futuro que se juega en muy diversos frentes. Ya que, como nunca antes, la literatura argentina muestra infinidad de alternativas, ramificaciones y propuestas disímiles que intentan prevalecer o hacerse un lugar. No sería raro que, dentro de algunos años, la de Ronsino sea una de las propuestas más influyentes.

Cualquiera de las novelas de Ronsino constituye un elemento esencial para entender la literatura argentina actual. Todas ellas son sumamente recomendables. Permítanos el lector de esta columna, ahora que Ronsino ha sumado un premio importante a su obra, la inútil jactancia de enrostrarles que aquí hemos sido ronsinianos desde la primera hora.

Poca o ninguna importancia tienen las preferencias literarias de quien escribe esta nota. Sin embargo, y teniendo en cuenta que el objetivo de esta columna es justamente dar a conocer novedades literarias y nuevos escritores y escritoras, y como de ningún modo pretendemos sacarle el cuerpo a la responsabilidad de jugárnosla a la hora de opinar, sostenemos bien en alto las banderas de Hernán Ronsino y de Selva Almada como las propuestas más sobresalientes de la nueva narrativa argentina.

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