Los poemas y la bosta

 

Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Durante el discurso inaugural de la Feria del Libro 2023, el escritor Martín Kohan definió al predio de la Rural ―donde desde hace años se desarrolla la feria durante esta época del año―, como un lugar “impropio”.

¿Qué sería un lugar impropio para una feria de libros? No creo que Kohan se haya referido al bullicio, por momentos demasiado intenso, de los alumnos y alumnas de colegios de todo el país que visitan la feria. Tampoco a la temperatura ambiente de los distintos stands, por lo general (e inexplicablemente) muy por encima de la temperatura que cualquier ser humano podría considerar como agradable. Menos al espacio o a la calidad de los anaqueles donde se exhiben las novedades en materia literaria. Conociéndolo a Kohan (habiéndolo leído, quiero decir, que para el caso es lo mismo), cualquiera sospecharía que lo de impropio viene por otro lado, más bien por el lado de las características sociales e ideológicas de quienes sostienen a la literatura, por una parte, y a la Sociedad Rural, por otra.

El predio de la Rural “suple bostas y silbidos por libros y mesas redondas”, agrega el autor de Ciencias morales. Evidentemente, Kohan está pensando en una sociedad conservadora que desestima a la intelectualidad nacional, ampliamente volcada hacia la izquierda. Entiende, al ingresar en el predio para dar su discurso, que ese lugar no le corresponde. Se siente incómodo, no porque en el mismo sitio se exhiban toros de raza sino más bien porque es allí donde se ovaciona a los Videla y Macri y se silva a los Alfonsín.

El predio de la Rural, más allá de las comodidades que ofrece y de su carácter de punto de fácil acceso dentro de la ciudad de Buenos Aires, simboliza de manera muy elocuente a una de esas dos argentinas que se mantienen en eterna tensión. Constituye un bastión donde uno de los dos modelos de país se muestra soberbio e impone, con arrogancia, el descrédito frente a lo masivo y popular, reniega del proletario ideologizado o sindicalizado.

Kohan, además de denunciar esta contradicción evidente, señala cierta paradoja en relación al carácter que los argentinos y las argentinas asignamos a la lectura: “elogiadísima en abstracto” pero que “se desestima en lo concreto”, lo cual atenta contra toda discusión política, “que hoy transcurre casi enteramente sobre la base de desconocer o distorsionar lo que en verdad el otro dijo, o triturarlo hasta la frase suelta y quedarse meramente con eso”.

Pareciera que a Martín Kohan le molesta esta euforia por los libros que se prolonga por apenas tres semanas, esta devoción por visitar la feria y atender a las novedades más inmediatas, por mostrarle al nene o a la nena las virtudes de la lectura. Esfuerzo que se desvanece el resto del año. Por eso la lectura es elogiada en abstracto, es decir ponderada desde una perspectiva teórica, casi religiosa, pero totalmente olvidada como herramienta que desarrolla habilidades para la discusión, para la argumentación y confrontación de ideas, prácticas muy poco observadas actualmente en nuestra sociedad.

¿No es absurdo, parece decir, que un país que convierte a la Feria del Libro en uno de los acontecimientos más importantes de cada año esté pendiente de los desvaríos con los que un tal Milei aspira a su minuto de fama?

Me viene a la cabeza, hablando de Martín Kohan, el personaje de Dos veces junio ―una de sus mejores novelas―. Ese soldadito, que durante el mundial 78 oficia de chofer de un médico del Ejército que se ocupa de mantener vivos a chupados o torturados, representa al argentino medio: pretendidamente avispado y al mismo tiempo inocente, camuflado detrás de esa viveza criolla con la que ya no jode a nadie, respetuoso y fiel a códigos de vida que aprendió en el catecismo.

Sí, estoy de acuerdo en todo con el discurso inaugural de esta feria, los miles de visitantes no hacen otra cosa que demostrar nuestro carácter snob, nos creemos cultos porque nos enseñaron en la escuela que lo éramos, nos sentimos superiores porque adherimos al simbolismo fatuo de recorrer stands recogiendo catálogos y señaladores, cada tanto salimos al aire libre para sentir el olor a bosta y comprar un cono de papas fritas. Como somos hombres y mujeres de bien, como somos “buena gente”, creemos en la patria, esa abstracción con la que se nos pone en vereda cuando nos volvemos molestos.

La Feria del Libro es el gran espectáculo que damos los argentinos al mundo (la indiferencia por el lenguaje inclusivo es en este caso una cortesía), ahí nos mostramos tal como somos, inocentes, superficiales, engreídos, pretenciosos… Ahí es donde más argentinos somos.

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