María, reina de la paz


            “María, reina de la paz”, es uno de los títulos que la Iglesia da a María y que Benedicto XV, en 1917, en plena guerra europea, mandó a añadir a las Letanías lauretanas.  El pueblo cristiano ha visto concentradas en María las mejores virtudes humanas, las más positivas, las más alentadoras y entre ellas se contempla  en María un símbolo de paz.  La paz, la ternura, la misericordia son valores apropiados a lo femenino, que encuentran en María su mejor concreción. 

            Martín Gelabert Ballester, Teólogo especialista en Mariología nos  ayuda  a  adentrarnos  en la liturgia de la Misa de María “reina de la paz” ”… en el prefacio, en vez de calificar a María como reina de la paz, se la denomina “alumna de la paz”. Los dos títulos no son incompatibles, pero el calificativo de “alumna” parece un presupuesto necesario para un posible título de “reina”. Porque ser reina también se aprende. Por otra parte, aunque el día de nuestro bautismo todos los cristianos fuimos constituidos reyes, no es menos cierto que estamos llamados a ser alumnos y discípulos  de Cristo. De  aquí   se  desprende que, si bien podemos admirar a María e invocarla como reina y protectora, nos   interpela el imitarla como discípula y alumna y sentirnos acompañados por tan ilustre compañera ya  que: su guía materna, para cada uno de nosotros pueda contribuir al crecimiento de la paz y de la justicia en el mundo y,  al  mismo  tiempo  nos  ayude  a erradicar  el odio  y  a  vivir  en  armonía”  ( Papa  Francisco).

            Uno de los mejores caminos para lograr la paz entre personas y pueblos es el diálogo. En la figura de María encontramos un excelente ícono del diálogo. Allí donde aparece María aparece el diálogo. Con el ángel en la  Anunciación, María entabla un diálogo y expone las dificultades que ella encuentra. En su visita a Isabel, también aparece el diálogo. En Caná de Galilea se entabla un diálogo entre María y Jesús.  Al pie de la cruz, cuando Jesús está exhausto, abandonado de Dios y de los hombres, María sigue allí y porque sigue allí hay diálogo. Aunque en este caso es Jesús solo el que habla. María escucha: ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu madre.

            Un asunto tan serio como el de la paz, más que reyes o reinas,  necesita servidores, constructores y trabajadores. Jesús los llamó “bienaventurados”, “dichosos los que trabajan por la paz” (Mt.5, 9).También,  trabajamos  por  la  paz desde  la  oración: “A Ti te imploramos, Madre bendita,     por la paz en el mundo; para que cese la guerra y la indiferencia. Que juntos construyamos una patria  de  hermanos, donde reine Jesucristo, Señor de la historia. Amén”.

(*) Teresa  Pasos,  consagrada   a la  Virgen, Tandil.

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