Modestas rebeldías

Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

A la larga lista de argentinidades o de inventos que enumeramos los argentinos cuando queremos jactarnos de una supuesta superioridad, habría que agregarle el famoso “último primer día” o UPD, tan extraño y absurdo en su enunciación que dudo en incluir o no alguna coma. Hasta el Word se confunde y su algoritmo de inteligencia artificial oscila entre subrayar la frase con azul o darle el visto bueno.

Desde hace varios años se viven estos UPD con gran expectativa por parte de los estudiantes, mucho nerviosismo entre las autoridades educativas y profesores, y una buena dosis de incredulidad e hipocresía entre padres y público en general (es decir, todos los que opinamos sin tener arte ni parte).

Este miércoles por la mañana, bien temprano, se dejaron ver decenas de estudiantes deambulando como zombis muchos de ellos por las calles de Olavarría. Intentaban hacerse notar sin mucha convicción o energía, enarbolando estandartes y latas de cerveza a modo de actitud desafiante.

Los nostálgicos del pasado, custodios incólumes de las tradiciones y del buen gusto, de las buenas costumbres y la moral, escandalizados, salieron a denunciar la actitud de padres que acompañaban sacando fotos o filmando el derrotero de sus hijos, completamente ebrios, ingresando al colegio con actitud prepotente. ¿Cómo aprobar algo semejante?

A decir verdad, esos actos de rebeldía, al menos vistos desde afuera, se ofrecen inocuos y vacíos, estériles, inofensivos. Carentes de fundamentos, ¿hacia quién está dirigida la afrenta?, ¿a quiénes o a qué apuntan tan sarcásticos desplantes? ¿Qué ideología o postulado filosófico sostienen a estos desbordes pseudos anárquicos? Es difícil identificar esa motivación esencial, parecieran más bien, estos desatinos, ingenuos intentos por hacerse notar, por acicalar esa vanidosa jactancia, típica de los dieciocho años, de creernos el centro del universo, de pretender que el mundo esté viéndonos atentamente. Desafiar a la autoridad por el mero placer de sentir la adrenalina de caminar por el límite de lo permitido, de traspasarlo incluso.

Sin embargo, no es poco. Aún así, estas manifestaciones constituyen una cachetada al sistema, llevan la dignidad del que se atreve a escupirle en un ojo a una sociedad que repugna en muchos aspectos, de reírse en la cara de los mojigatos que se escandalizan porque pibes y pibas se emborrachan, ¿qué pretendían que hicieran con la sociedad que les estamos dejando?

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