Negar para reconocer


Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

En tiempos en los que una vez más se pone en tela de juicio el número de desaparecidos durante la última dictadura militar, me pregunto si esa necesidad de reducir la cantidad de víctimas no es, en realidad, una manera de reconocer el despropósito de aquella lucha, una especie de arrepentimiento tardío, una manera de intentar mostrar que el daño no fue tan atroz como en realidad fue, una manifestación implícita de que tienen cola de paja.

Porque, ¿qué ejército vencedor cuestiona las bajas que declara el bando de los vencidos? Si, como han dicho siempre, la represión fue en realidad una “guerra contra la subversión”, y está justificada en el propósito de mantener el orden público, la moral, las buenas costumbres y toda esa catarata de anacrónicas y vergonzosas hipocresías, por qué razón habría de significar una humillación que les achaquen más o menos cantidad de enemigos caídos.

No es necesario ser Freud para deducir que en la preocupación por achicar el costo de vidas humanas descansa, tácita, la aceptación de que lo que hicieron fue aberrante, indigno, para nada heroico, tan lejano a las proezas del general San Martín como del buen gusto están los participantes del programa Gran Hermano.

Habría que remontarse como mínimo a los tiempos de la campaña del desierto de Roca para encontrar un punto de referencia que permita medir el tamaño del despropósito, de la bajeza con la que pretendieron honrar la bandera nacional.

Este 24 de marzo llega más puntual que nunca. No por la fecha, claro, que está establecida como feriado por el calendario vigente y se corresponde con el fatídico día en que cuatro forajidos disfrazados de oficiales de alto rango decidieron salvar la patria. Llega puntual en el sentido que resulta más oportuna que nunca. Si el feriado tiene el objetivo de recordar y mantener viva la memoria, de ninguna manera hubiera podido ser más oportuno que este año. Llega cuando empiezan a repetirse las atrocidades de aquel año 76. Porque la dictadura no solo fue desapariciones y secuestros, robos de bebés y tortura. La dictadura también fue desindustrialización, prohibición de actividades sindicales, despidos y recortes drásticos de salarios, aumento de la desigualdad, vaciamiento de universidades y del sistema científico y tecnológico, aumento desmedido de la deuda externa, proliferación brutal de los bolsones de pobreza que hoy conocemos como villas de emergencia. Cualquiera que quiera saber cómo fueron aquellos años debería leer los diarios. Pero no los de aquella época, sino los de ahora.

Ampliemos el sentido de la pretendida recuperación de la memoria que este día nos propone. Recordemos hoy no solo a las víctimas del terrorismo de estado sino también recordemos cómo terminó aquella aventura improvisada e irracional de la “reorganización nacional” (porque hasta el paralelismo con Alberdi ha querido imponer el gobierno actual).

Tal vez todavía estemos a tiempo.

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