El crimen de Dennehy, el paraíso de “las francachelas sexuales”
Este pueblo de menos de 100 habitantes tuvo un asesinato que lo puso en el radar de todos. No por el crimen en sí, sino por el curioso fallo de los jueces.
Por Fernando Delaiti,
de la agencia DIB
Dennehy es el nombre de la estación de trenes, golpeada por el tiempo, del pueblo de Marcelino Ugarte. A mediados del siglo pasado, este sitio del partido de 9 de Julio fundado en 1883 llegó a tener unos 3.500 habitantes. Y aunque su época de gloria la vivió en 1974, cuando el Dennehy F.C. ganó el torneo de la liga local, ahora, de acuerdo al último censo viven 76 personas que resisten, con hidalguía, el paso del tiempo.
La tranquilidad y el silencio de pueblo sólo fue sacudida una vez tras esa proeza deportiva. Allá por marzo de 2005, cuando uno de los vecinos apareció con un tiro en la frente, en medio de la calle principal. Era la noche del 9 de marzo cuando Ángel Enrique Palacios, de 36 años, resultó gravemente herido. Tres días más tarde falleció y la gente se manifestó en una solicitada titulada “El pueblo de Dennehy de pie” en la que decía: “Si la Justicia Argentina no es capaz de resolver un crimen en un pueblo de 100 habitantes, creemos que estamos perdidos”. Y qué pasó: quedaron perdidos.
A Palacios lo interceptaron mientras caminaba por una calle de tierra, a 50 metros de la estación y a pasos del almacén donde todos compraban, y lo obligaron a arrodillarse para matarlo. Se puso las manos en los bolsillos de la campera y agachó su cabeza, sin resistirse. Curioso, nadie vio nada y sólo algunos escucharon el disparo en esa noche de verano y de ventanas abiertas. El único testigo, al parecer, fue el farol de la esquina que alumbraba la escena. La investigación, en manos de la Policía Bonaerense, apuntó a un asunto de polleras, y acusó a Clemente Villegas, el pintor del pueblo. Es que su esposa mantenía un romance oculto con la víctima. El crimen pasional era la pista que mejor cerraba.
Los efectivos de 9 de Julio llegaron recién durante la mañana y tras hablar con varios vecinos depositaron todas sus sospechas sobre Villegas, quien terminó admitiendo su culpabilidad. Pero luego, la Justicia comprobó que lo había hecho bajo presión psíquica y física de la Bonaerense, que buscaba cerrar rápidamente el caso. Su abogado, Hugo López Carribero, quien se puso el traje de investigador, contó que le habían arrancado la confesión amenazándolo con que meterían presa a su mujer, enviarían a sus hijos a un orfanato y lo encerrarían en la cárcel con “los violines”.
Según plasmó tiempo después López Carribero en su novela “Asesinato perfecto en el pueblo de los infieles”, en Dennehy se escondían oscuros secretos. “Además de las infidelidades masivas, también se organizaban fiestas negras con menores, de las que participaban hombres y mujeres de la localidad junto a poderosos empresarios y políticos de 9 de Julio y alrededores”, se afirma en el libro. Sin embargo, esas páginas ficcionadas esconden algo de verdad, aunque muchos de los pobladores se molestaron por la imagen que se construyó de ellos.
El juicio
La mujer de Villegas admitió serle infiel con más de un hombre, aunque al parecer esto no era algo que molestara a su esposo, quien eligió los por entonces populares programas de Mauro Viale y Samuel “Chiche” Gelblung para gritar su inocencia. En el juicio que lo sentó en el banquillo en diciembre de 2017, el tribunal del Departamento Judicial de Mercedes “escuchó” a unos 60 testimonios. La mayoría de los vecinos prefirió callar más que contar, lo que alimentó más el mito sobre el pueblo infiel.
Las versiones de los parroquianos, aunque no ante los jueces, apuntaban a que un enfermero y otros vecinos también habían mantenido relaciones con la mujer de Villegas. Y que puntualmente era esa persona quien solía organizar fiestas sexuales junto a otras muchachas en “la salita de primeros auxilios del pueblo”. Sin embargo, mucho de esto no se pudo esclarecer en el juicio, como tampoco el motivo del crimen.
En un fallo inédito, los tres jueces absolvieron al imputado arguyendo que en esa localidad abundaban los encuentros amorosos clandestinos y que por ello no podría ser el único sospechoso. Según la sentencia, Dennehy era “como un mitológico bosque griego”, “un campo propicio para las francachelas sexuales”. En un fallo que despertó la curiosidad de los medios nacionales y el morbo de lectores y televidentes, se escribió que “varios faunos y varias ninfas rurales concretaban clandestina u ostensiblemente sus encuentros amorosos”. Y hasta se parafraseó a Shakespeare: “Hubo en Dennehy varios celosos ‘Otelos’, varias infieles ‘Desdémonas’ y varios amantes ‘Yagos’”.
Es decir, a Villegas se lo sentó en el banquillo acusado de matar a Palacios por ser el amante de su mujer; pero fue absuelto, palabras más palabras menos, porque en un pueblo de infieles, debería haber matado a muchos vecinos. En el fallo, muy crítico de la investigación, los magistrados destacaron que, puestos a tomar el móvil pasional como única prueba, el descontrol sexual de Dennehy era tal que casi cualquiera de los 42 hombres en edad reproductiva que allí vivían podían ser sospechosos del asesinato.
Un intento del municipio de hacerle jury al Tribunal Oral de Mercedes por la sentencia que “ensució” la reputación de los parroquianos quedó en la nada. La sospecha sobre que el crimen tuvo que ver con el tráfico de drogas y que el baleado vio algo que no tenía que ver, pasó al olvido. Las luces de los canales de TV que habían llegado al pueblo se fueron apagando. Y Dennehy volvió a su ritmo, a las corridas de sortija, a esas mañanas de trabajo en campo y a esas noches silenciosas, de faroles prendidos, como aquel de la esquina, al parecer el único testigo que vio cómo mataron a Villegas. (DIB) FD
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