Opinión | Los perjuros de la Nación católica
Escribe: Carlos Julio Paladino
Escribe: Carlos Julio Paladino.
Dice mucho de sí misma una persona a través de un juramento. Lo pinta de cuerpo y alma entera. Invoca solemnemente a quien elige como inspiración ética de su promesa y, a quien comisiona para juzgarlo en caso de falsear el compromiso contraído. Es una promesa de alto contenido moral, desprendido y patriótico a la abnegada conducta que lo excita. Por estimación universal, el ser que dirime las conductas buenas y malas entre los hombres es Dios. Un perjuro, es un falso, un traidor, un embustero. Perjurar, es, peor ya que al juramento se le añaden fórmulas exageradas, viciosas, que buscando darle fuerzas sólo lo degeneran. El perjurio, es para la tradición cristiana, una ofensa a Dios ya que de antemano sabe que la promesa será incumplida. En el medio político se lo utiliza como demostración de colosal obsecuencia para obtener favoritismos. Así ha sido y entendido, incluso en nuestros días, lo cual no implica que a este concepto se lo pueda tergiversar. Si al hombre le conviene lo hará sin más ni más. Es una tesis de carácter personal animarse a percibir en estas disgregaciones atrevidas y de ocasión, efectos que, le suman sentido a la consabida grieta argentina.
Cuando no, los argentinos – insólitos como somos – podíamos dejar pasar la oportunidad de meternos en las estructuras convenidas, sin analizar en demasía a quienes íbamos a afectar; a quienes íbamos a apenar. En este caso; por ejemplo; al segundo mandamiento que dice “No perjurarás…Pues os digo que no juréis en modo alguno”; por lo tanto, manda: “respetar el nombre del Señor”. Los sentimientos acerca de lo sagrado, son pasiones cristianas. Entonces, “¿…porque tomarás en falso el nombre del Señor tu Dios”? Argentina es una nación católica, fundada por la Constitución Argentina: en donde deja claro que el Gobierno federal sostiene el culto católico, apostólico y romano. Para el libre pensamiento este criterio puede ser estimado un anacronismo, pero, de este modo lo ha comprendido la democracia de nosotros, y continúa vigente. Así que, la clase política debería conocer el orden instituido al momento de prestar juramento. No estamos poniendo en juicio las creencias de los legisladores; su catolicismo, su religión o su irreligión; se trata de no ser infiel con sus ideas y cualidades por el mero interés de un premio. Las posibilidades están.
Hay fórmulas para todos los gustos. El campo que cubre las expectaciones es amplio. Pasan: por jurar desempeñar fielmente el cargo electoral; por Dios, la Patria y los Santos Evangelios; por Dios y la Patria, y si estos no cautivan; está la opción de jurar solamente por la Patria. Asimismo, hemos escuchado jurar por la Constitución.
La democracia llegó en 1983 y dejó al descubierto que en la Argentina permite hacer casi todo, entre otras cosas, al juramento le fuimos añadiendo cositas (perjurar) que, por lo general, no sirven para nada, pero, sirven para sacar a luz entripados pendientes. Algunos agregados se refieren a “Perón y la dignidad de los trabajadores”; a “Evita los humildes y los pobres”; a Néstor Kirchner y Cristina Fernández, por qué no, comprometiéndose ante las imágenes de los cuatro citados juntos. No sabemos si serán recordados (los que juran) por su encomio al trabajo, pese a ello, tal vez lo sean por la singularidad de sus juramentos. Acá no terminan los ejemplos; ahora vienen algunos seleccionados; a saber: “Por mis compañeros desaparecidos, si juro”; otro, “Juro apoyar a los pueblos auto determinados en su lucha contra el hambre y la opresión del capitalismo mundial”; va otro, “Juro por la memoria de los treinta mil desaparecidos”; otro más de estilo parecido, “También juro por la memoria de las compañeras y compañeros muertos y desaparecidos”; asimismo, “También juro por las banderas por las que cayeron los desaparecidos”; este otro se las trae todas juntas, “Nosotros vamos a retomar esas banderas y desde estas bancas vamos a concretar los sueños por los que ellos cayeron”. No cayeron en el olvido los mártires caídos durante la última dictadura militar, “hombres y mujeres que han construido esta democracia con dignidad y trabajo”. La figura del maestro Alfredo Bravo y el Tanaj (24 libros sagrados canónicos, del judaísmo) tuvieron su momento en la dedicatoria. Se ha destacado uno muy particular en relación a los otros discursos: “Por Manuel Belgrano, por Martín Miguel de Güemes, Juana Azurduy, por Otto Vargas, por René Salamanca, por Evita y el Che, por quienes luchan por tierra, techo y trabajo, por mis hermanas y hermanos de pueblos originarios salteños, porque será ley, porque vivas y libres nos queremos, sí juro”.
Uno de los más sensacionales de los últimos tiempos hace exhortación a la señora Cristina Kirchner “la jefa”. La jefa anota en su haber una cantidad exuberante de seguidores, en donde ocupan un lugar preponderante los jóvenes que ven en ella una manera de salir airosos de las carencias; si es con un cargo político no muy sacrificado, mucho más mejor. Las heroicidades se acabaron. Los jóvenes idealistas de ayer ponían más empeño y pedían menos plata. En cambio, la juventud cristinista, quiere imitar con devoción todos los aspectos y atributos de su jefa espiritual. ¿Sirve el ejemplo que transcribimos? “Yo te juro Adolf Hitler, lealtad y valentía, como guía y canciller del Imperio Alemán. Te juro a ti y a los superiores designados por ti, obediencia hasta la muerte” (Juramento SS).
Mientras tanto, ¿adónde lo mandamos a Dios, fuente de toda razón y justicia, escrito en el Preámbulo de la Constitución Argentina. A qué lugar fue postergado por los dirigentes legislativos. ¿Son en su mayoría católicos los que le marcaron el camino al ostracismo? ¿O, acaso, lo pusieron en penitencia? No es aconsejable tenerlo a mano, a ver si nos quiere calificar. Estos embusteros, en algún tiempo de cosecha; ¿se redimirán ante Él por el sinfín de abusos cometidos? Es cierto que al final de cada uno de los textos elegidos, se los asusta echándoles en cara de que, en caso de no cumplir Dios y la Patria se lo van a demandar. Por lo visto a Dios no lo tienen muy presente como para rendirle cuentas, y la Patria son ellos, así que todo está en orden y no hay pecados que imputarles. “El que engaña con un juramento reconoce que teme a su enemigo, pero piensa poco en Dios” (Plutarco 46-127). Si los problemas que nos trastornan están cifrados entre los que van detrás de una reivindicación rencorosa del pasado y los que reivindican para la sociedad, la tranquilidad, la justicia y el trabajo honesto; a la sazón, no hay principios para zanjar la grieta.
Amigos nuestros, creemos que es necesario que comprendan que el laburo no se halla únicamente en los estamentos de la burocracia política. No hay para todos ni es para cualquiera la “bota e’ potro”. No alcanza con ser adulador. La obsecuencia y la venta de la conciencia al antojo del primer postor, gratifican al falsario; pero, no deja de tener un costo sinvergüenza para la gente de a pie (esos somos nosotros)
Los cargos relevantes del país, deben ser ocupados por personas que ya le hayan demostrado a la sociedad sus mayores capacidades. No es factible dirigir a un pueblo en crisis contando en mano, únicamente, con el aval que otorga el primer sueldo cobrado en la vida laboral. La vida nos faculta para emprender una tarea noble y hasta prestigiosas sin recurrir a la adulación que contente a cualquier necio e inepto. Por supuesto no van a cosechar falsos aplausos, no reditúa igual y es más sacrificada. Se logra con el esfuerzo personal, sin embargo, es muy digna. Prueben y verán que lindo es producir algún dinero con el impulso y el coraje propios, que hoy tanto escasean. Si en vez de golpear las puertas de las unidades partidarias golpean la de los comercios, las industrias, las PYMES, verán que algunos trabajos van a conseguir.
¡Ah!, … Si bien es verdad que ustedes no rinden examen a nadie, por las dudas, cuídense de jurar en vano, no sea cosa que Cristo decida…
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