¿Quién ocupará el lugar de los abuelos?

¿Qué nos pasa con esos lugares que se van vaciando año tras año en las mesas navideñas? ¿Cómo es que algunas familias logran esos ciclos hermosos, virtuosos, donde los espacios vacantes se van inundando con las nuevas generaciones?

Por: Arq. Jorge Hugo Figueroa.

Tiempo de lectura estimado: 2:10 minutos


Especialmente en los festejos de diciembre es cuando solemos tomar conciencia de grandes transformaciones en los grupos familiares.
No importa si las familias están conformadas por los y las “ex – algo”, si están los hijos de una con otro, amistades o vecinos que son familiares por elección y otros tantos por naturaleza. Las absolutamente mal llamadas “nuevas familias disfuncionales” que ni son nuevas, ya que cualquiera de las pestes o guerras mundiales ha dejado miles de diversas combinaciones familiares, ni son disfuncionales ya que todas éstas funcionan perfectamente (con todas las peleas y amores, ¡pero funcionan!).
La pregunta que titula la nota es porque hay silencios que van ganando terreno en la medida que pasan los años, pero lo mejor es que siempre está la oportunidad de sumar nuevas voces. Y es aquí mismo que se comprende que nadie puede ocupar el lugar de un abuelo en particular, sino que lo que se tomará es una posición dentro de la familia, una muy especial, que es la de tener la capacidad de convocar al resto de los integrantes. Esa capacidad me parece muy especial porque está casi por encima de la convocatoria que tiene un fallecimiento o un nacimiento.
De aquellos que se partieron quedan los lugares, quedarán algunos objetos (que hasta podrían convertirse en símbolos) pero, sobre todo, quedarán las palabras, las frases, los dichos, las anécdotas, ahora en bocas de otros, pero es que justamente desde allí es que nos acompañan (por eso es que creo que, una vez terminado el duelo, uno casi que no los extraña.

Fotograma de la popular serie argentina llamada “Los Campanelli”.

Dichosas esas familias que logran sobreponerse a la pérdidas físicas de los integrantes con capacidad de convocatoria, de aquellas que pudiendo tomar aliento, logran reinventarse, ejercer una suerte de “resiliencia colectiva” (si no existe ésta definición, por favor tomarla como un recurso literario ).
Recuerdo un cuento clásico de Don Luis Landriscina, que describe muy bien a una familia argentina típica, con ese clásico poder de observación que tiene ese artista.


A veces se me da por aconsejar, con consejos que casi nunca se ajustan a las vidas ajenas pero que, en todo caso, quizás le puedan dar una pista a alguno que ande medio extraviado. Hoy se me ocurre que disfrutar de esas fiestas tendría que ser algo prioritario y, más aún, debería ser el colaborar activamente en renovar los vínculos, quien te dice que por ahí ande parte del secreto.
Hagamos que una celebración no sea una más.
Abrazo digital.


Arq. Jorge Hugo Figueroa.

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