Rocanroles y motosierras


Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Desde antes de las elecciones presidenciales, el músico argentino Andrés Calamaro viene respaldando a Javier Milei y afirmando abiertamente que él es de derecha. Hace unos días arremetió contra programas de la televisión pública que fueron dados de baja y celebró despidos en organismos y medios periodísticos del Estado.

Más allá de las declaraciones puntuales de Calamaro en relación a esta coyuntura política que estamos atravesando los argentinos, cabe preguntarse si expresiones reaccionarias como ésta no resultan un contrasentido en sí mismas. Dicho de otro modo: ¿es posible concebir un rock de derecha? ¿No era el rock, desde sus inicios, una expresión cultural justamente contraria a la sociedad capitalista? ¿No nació el rock como un movimiento con pretensiones de renovación?

No es ninguna novedad que dentro del género musical del rock existan expresiones contrarias, Ricardo Iorio coqueteó más de una vez con personajes de la ultraderecha nacionalista argentina, por ejemplo. Sin embargo, en buena parte del mundo, y en nuestro país en particular, el rock quedará inevitablemente ligado para siempre a la resistencia contra las dictaduras de la Revolución Argentina y del Proceso. Tanto las letras, sobre todo en sus orígenes, como las expresiones culturales que enmarcaron el movimiento, fueron absolutamente contrarias a la sociedad burguesa, encerraban una denuncia contra la represión, contra la frivolidad de la cultura de masas, contra el carácter mercantilista que venía de la mano de la avanzada tecnológica.

Si entendemos al rock no como un género musical sino como algo más amplio, como un movimiento cultural que entre otras cosas impuso una nueva forma de hacer música, resulta al menos extraño que dentro de ese movimiento convivan manifestaciones ideológicamente tan dispares. ¿Cómo pueden participar del mismo colectivo cultural aquellos que denuncian el atropello de la policía y aquellos otros que están a favor de la pena de muerte?

Todo movimiento revolucionario termina traicionando los principios que le dieron origen, esto es algo que se ha dicho muchas veces y que se puede justificar con infinidad de ejemplos. ¿Le habrá llegado la hora al rock de renegar de sus orígenes? ¿Será por eso que las nuevas generaciones ya no se sienten representadas por el rock y buscan canalizar a través de otros géneros su rebeldía? Tal vez el rock haya muerto cuando Bily Bond se puso saco y corbata y Santaolalla se volvió empresario.

A los que seguimos esta cultura desde chicos, nos duelen declaraciones como las de Calamaro, no por las declaraciones en sí mismas sino porque sentimos que de a poco se ha ido perdiendo esa comunión que teníamos con músicos que lograban expresar en canciones nuestras necesidades y deseos, nuestras angustias y nuestras ganas de gritar y exigir, sentimos el abandono de aquellos que supieron acompañar y aliviar nuestro turbulento derrotero adolescente, que nos dieron capacidad para resistir en los años macabros de la dictadura, que estuvieron de nuestro lado cuando la frivolidad se hizo moneda corriente.

¿O lo habrán cagado al rock cuando dejaron que se metiera la Coca Cola? ¿O cuando los Soda Estéreo pispearon que podían vender muchos discos en México y Colombia? Quién sabe.

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