Santos Joaquín y Ana: Padres de la Virgen María y abuelos del Hijo de Dios

Horacio RobirosaVoluntario de la Inmaculada Padre Kolbe – Olavarría


Una antiquísima tradición nos ha conservado los nombres de los padres de Santa María, que fueron, “dentro de su tiempo y de sus circunstancias históricas concretas, un eslabón precioso del proyecto de salvación de la humanidad“. A través de ellos nos ha llegado la bendición que un día prometió Dios a Abrahán y a su descendencia, pues a través de su Hija recibimos al Salvador.

San Juan Damasceno afirma que los conocemos por sus frutos: la Virgen María es el gran fruto que dieron a la humanidad. Ana la concibió purísima e inmaculada en su seno. ¡Cuántas gracias derramaría el Señor sobre ellos!

El Papa Juan Pablo II enseña que San Joaquín y Santa Ana son “una fuente constante de inspiración en la vida cotidiana, en la vida familiar y social“. Y exhortaba: “Transmítanse mutuamente de generación en generación, junto con la oración, todo el patrimonio de la vida cristiana“. En el hogar que formaron los padres de Santa María, recibió Ella el tesoro de las tradiciones de la Casa de David que pasaban de una generación a otra

Es muy probable que nosotros también hayamos recibido el incomparable don de la fe y costumbres buenas desde muchos ascendientes que las han ido conservando y transmitiendo como un tesoro. A la vez, tenemos el grato deber de conservar ese patrimonio para llevarlo a otros.

María recordaría el hogar de sus padres Joaquín y Ana cuando llegó el momento de formar el suyo, donde nacería Jesús. De Santa María, Jesús a su vez aprendería formas de hablar, de sus labios maternales oiría con inmensa piedad aquellas primeras oraciones …

San Joaquín y Santa Ana debieron pensar muchas veces que algo grande quería Dios de aquella hija suya y la ofrecerían a Dios como los hebreos solían hacer con sus hijos. Los padres, que fortalecen su amor en la oración, sabrán respetar la voluntad de Dios sobre sus hijos.

Ahora, cuando los ataques contra la familia parecen arreciar, hemos de guardar con fortaleza ese patrimonio recibido, que también hemos procurado enriquecer con el ejercicio de las virtudes humanas y con nuestra fe.

Las nuevas circunstancias piden familias coherentes, generosas en su comportamiento. Será también muy grato a Nuestra Madre, Santa María, que renovemos una vez más el propósito de procurar ser siempre instrumentos de unión entre los diversos miembros de la familia a través del servicio gustoso y de los pequeños sacrificios diarios en favor de los demás. Este empeño santo llevará a pedir cada día por aquel de la familia que más lo necesite, a tener mayores atenciones con el más débil, con el que parece que flaquea, a poner más cariño con quien se encuentra enfermo o impedido.

Pidamos hoy a San Joaquín y a Santa Ana que los hogares cristianos sean lugares donde fácilmente se encuentre a Dios. Elevemos a Ella nuestros corazones y, por su mediación, digamos a María, hija y Madre: Muéstrate Madre para todos… (San Juan Pablo II).

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