Advocación a Nuestra Señora de Fátima

Escribe el Padre Enrique Germade, en un envío que realizan desde el Centro Padre Kolbe de Olavarría

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P. Enrique Germade (*)

Hace tres años hemos celebrado el centenario de Fátima, de las apariciones de la Virgen María a los tres pastorcitos en Cova de Iría, Portugal.
El testamento maravilloso de Jesús confiándonos a su Madre al pie de la cruz (cf. Jn 19,27) podemos decir que se actualiza en el año 1917 como un eco profético para el mundo entero: una llamada a la conversión y una invitación a la oración que María dirige al mundo entero.

Como una madre que se preocupa por las tribulaciones de sus hijos, ella se apareció con un mensaje de consuelo y de esperanza para la humanidad en guerra y para la Iglesia que sufre: “Al final, mi Corazón inmaculado triunfará”. En otras palabras: “Tengan confianza, el amor y la paz vencerán, porque la misericordia de Dios es más fuerte que el poder del mal. Lo que parece imposible para los hombres es posible para Dios”.

Y la Virgen nos invita a alistarnos en esta lucha de su divino Hijo, especialmente rezando cada día el Rosario por la paz del mundo.
Aunque todo depende de Dios y de su gracia, tenemos que actuar como si todo dependiera de nosotros, pidiendo a la Virgen María que el corazón de las personas, el hogar de las familias, el camino de los pueblos y el alma fraterna de toda la humanidad estén consagrados a ella y puestos bajo su protección y guía.

Ella quiere que todos le entreguen su vida. “Si hacen lo que yo les digo se salvarán muchas almas y tendrán paz”. Al final quien vencerá a la guerra es un corazón: el Corazón de la Madre obtendrá la victoria al frente de millones de hijos suyos.

Que nos modele la Virgen Madre, estrechándonos a su Corazón inmaculado, como lo hizo con los pastorcitos. Agradecidos por el regalo que el acontecimiento, el mensaje y el santuario de Fátima han representado para este siglo, unimos nuestras voces a la de la Virgen y decimos: ¡Magnificat!

(*) Párroco de N. S. de Fátima de Olavarría