Del silencio a la palabra, de la palabra a la memoria

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La experiencia del programa educativo “Jóvenes y memoria” en De la Garma: de la supuesta tranquilidad a la reconstrucción del terrorismo de estado mediante la labor de un docente junto a un grupo de estudiantes.


Por Jonatan Salazar / Agencia Comunica

“Acá nunca pasó nada”: la frase, utilizada con distintos fines, marcó una supuesta tranquilidad y estableció una distancia ante cualquier tipo de peligro. De la Garma fue un ejemplo del uso de esa expresión. En ese pequeño poblado bonaerense nunca había pasado nada. Incluso durante los años más oscuros de la dictadura. Perteneciente al Partido de Adolfo Gonzales Chaves, desde hace años su media habitacional no supera los 1900 habitantes. Su origen, en 1912, estuvo vinculado a los proyectos de la Generación del 80: el futuro de la pujante nación argentina sería el de exportar materias primas a Europa. En ese contexto, los terratenientes que contaban con grandes extensiones de tierra se vieron favorecidos debido al impulso otorgado al sector agroganadero. Antonio de La Garma fue uno de ellos. Terrateniente y comerciante, donó parte de sus terrenos de la zona bonaerense para la construcción de la estación ferroviaria. De esta forma, se conectaba al naciente pueblo con el progreso sostenido por la Generación del 80. El último tren de pasajeros pasó por De la Garma en abril de 1977. A partir de allí, dos acontecimientos trascendentales de la historia argentina recorren diferentes caminos en un mismo lugar. Las zonas grises que parecían vedadas a la palabra, que rara vez encontraban forma de visibilización, comenzaron a ser habitadas mediante políticas de Estado vinculadas a la memoria para reconstruir una parte de la historia que había permanecido silenciada. Poco a poco Luis Fernando Gobea, junto a sus estudiantes, comenzaron a romper el imaginario que en De La Garma “nunca pasó nada”.

Luis Gobea, 63 años, es profesor de Historia en la Escuela Secundaria Nº 201 “General José de San Martín” de De La Garma. A pesar de haberse jubilado volvió a tomar horas en docencia. En 2006 se decidió a llevar adelante el programa “Jóvenes y Memoria”. Pero mediante las investigaciones sobre lo sucedido durante la dictadura cívico-militar, comenzaron a aparecer diferentes recuerdos en De La Garma como en Gonzales Chaves. De repente, el accionar terrorista se hacía presente en esos lugares. Esto lo motivó a sumarse en la consolidación de una reparación histórica como a la contribución del derecho a la memoria. En el contexto del programa “Jóvenes y Memoria” realizó, junto a los estudiantes, charlas en escuelas, entrevistas a vecinos y buscó material periodístico de aquellos años. En la primera parte de la entrevista, Gobea emprende un recorrido sobre cómo fue el proceso de reconstrucción de los acontecimientos, las gestiones con diversas instituciones, la participación de la comunidad y la presencia permanente de jóvenes que desafiaron el silencio y los imaginarios para así habitar, desde otros sentidos, la memoria colectiva.

¿Cómo se empezó a delinear la investigación?

Empezamos difundiendo la participación de nuestros estudiantes en el concurso provincial “Jóvenes y Memoria”, cuya seriedad estaba garantizada por miembros de reconocido prestigio como Adolfo Pérez Esquivel y Marta Peloni, entre otros. Eso impactó en la comunidad como un acontecimiento de trascendencia, de alguna manera despertaba el orgullo local. Las entrevistas realizadas a familiares y vecinos motivaron el interés de los entrevistados por hablar del tema, dando su opinión con libertad. Allí se registraron algunas historias que por primera vez se conocían públicamente. Hubo vecinos que se acercaron a la escuela a expresar sus vivencias respondiendo preguntas a los estudiantes, que quedaron muy satisfechos con la experiencia por el interés y el respeto de los chicos. La misma impresión se llevaron personas como Carlos De Francesco (secuestrado durante cinco meses en un centro clandestino de Bahía Blanca) y Susana Allamano de Rivada (familiar de Carlos Rivada quien junto a su esposa Beatriz Loperena fueron secuestrados y continúan desaparecidos).

En Gonzales Chaves hubo dos desaparecidas: Carolina Barrientos, y Beatriz Loperena. La familia Barrientos no quería que se hablara del tema. Nosotros, con el debido respeto, consideramos que la memoria es de todos y tenemos el derecho a recordar, saber, y expresar lo que sentimos en vez de ocultar el pasado. Cuando los invitamos a recordarlas en nuestra escuela, una hermana de Carolina, permaneció cerrada ante el tema, aferrándose una vez más al silencio. Pero vino su hermano con la esposa, y nos agradecieron por haberles permitido compartir su emoción. Carlos De Francesco también nos expresó que era muy importante para él poder hablar del tema. Contrariamente a lo que se piensa habitualmente, a las víctimas les hace bien hablarlo.1

¿Cuáles fueron las respuestas obtenidas de los distintos actores sociales?

Lo primero que se me ocurrió, en 2006, fue hablar con la entonces Secretaria de Cultura, que siempre había tenido un rol activo cada 24 de marzo como docente de la Escuela de Educación Media Nº 3 de Gonzáles Chaves. Le propuse mandar a hacer una placa que recordara a las desaparecidas chavenses y a las demás víctimas del terrorismo de estado de la zona. La respuesta que me dio fue decepcionante: se habían quedado sin un peso del presupuesto, toda la plata la habían gastado en el centenario de la ciudad. Me dijo que sólo me podía facilitar el equipo de sonido. Al conversarlo con Mario Osvaldo Farina, otro docente de la escuela, se ofreció para hacerlas en su taller. Hablé con la jefa del departamento de Ciencias  Sociales y con la directora de la E.E.M. 3 para colocar una placa en la escuela. Cuando estaban listas volvió atrás su decisión. Durante los siguientes años, otros docentes que participaron en “Jóvenes y memoria” lograron instalar y representar el tema en Chaves: existen murales que recuerdan el nombre de las desaparecidas. En 2016, SUTEBA colocó una placa en la Pirámide de la Libertad de la plaza del centro de Chaves. En De la Garma, en cambio, no tuvimos ningún tipo de oposición. Si hubiéramos podido contar con más participación de otros docentes, se podría haber hecho mucho más. Obviamente, se percibía la inquietud de muchos y también cierto temor en otros.

El éxito logrado por los chicos de De la Garma en la Comisión Provincial por la Memoria hizo despejar todos los temores, transformándolos en apoyo y felicitaciones. En 2007 y 2008, las fotos de los chicos de nuestra escuela figuraron en los folletos de la Comisión que se usaron para invitar a las escuelas a participar del concurso. Con respecto a la participación de Chaves en el tema, se pueden destacar cosas positivas. El primero que empezó a hablar de Carolina Barrientos y Beatriz Loperena fue el periodista José Luis Roche, quien publicó una serie de notas de investigación sobre ellas y entrevistas que nos fueron muy útiles.

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¿Cuál fue la complejidad de trabajar desde la perspectiva del programa en un lugar en el que aparentemente “no había pasado nada”?

En un primer momento, pensé que sería difícil, debido a eso mismo, no había mucho que investigar, pero no llegué a pensar que no tenía sentido. Por empezar, muchos podían dar testimonio del temor que tenían: cuando viajaban y eran sometidos a controles militares; cuando veían un Falcon verde con tipos vestidos de civil armados; cuando el V cuerpo de Ejército apareció en el pueblo; los sentimientos contrapuestos ante la guerra de Malvinas… Ése era el primer objetivo que salía cuando se empezaba a recordar, por lo cual era importante transmitir esa vivencia a chicos que habían nacido en democracia. Eso posibilitó cierta ventaja, no había razones para temer la búsqueda de las verdades, el conocimiento y el debate de ideas que pasó a ser el corazón del objetivo. Yo partí de la base de que es necesario superar el tradicional debate de sordos. Y ése es un cambio que debe proponerse desde la escuela: escuchar a unos y otros. Comprendí que era necesario tomar cada uno de los argumentos a favor de la dictadura, para oponerle el contrario, pero también reconociendo qué parte de verdad hay en ellos. Me parecía fundamental en una escuela, no negar al otro, para poder aprender algo. La otra cuestión, un poco abstracta para los estudiantes y para la comunidad, es el contexto actual, que necesita ese debate democrático, con razones y verdades que nos permitan avanzar en  una realidad que ya no es más la de los 70, pero que no debe negar ni repetir el pasado, ni como tragedia ni como farsa. El cambio que necesitamos, aunque todavía no esté claramente delineado como proyecto, va a contar con condiciones más favorables cuanta mayor sea nuestra cultura política (necesariamente democrática) que con la violencia y el ocultamiento.

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