Libros / El amo juega al esclavo

 

María O’Donnell, después de una extensa entrevista con Jorge Born, reconstruye la trama del recordado secuestro cometido por Montoneros en la década del 70.


Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias ([email protected])

El gobierno de Isabel Perón tenía los días contados cuando los Montoneros decidieron dar el golpe de efecto más grande de la historia. Durante mucho tiempo la Columna Norte de la agrupación revolucionaria, comandada por Rodolfo Galimberti, había seguido el trayecto que los hermanos Born recorrían desde su casa en San Isidro (lindera a la famosa mansión de Victoria Ocampo) hasta el centro de la capital donde funcionaba la administración principal del grupo Bunge y Born. El secuestro fue a la vez rápido y sanguinario. Los guerrilleros mataron, con el fin de simplificar el operativo, al chofer de los Born y a un alto funcionario de la compañía que los acompañaba aquella mañana.
Después de 9 meses de cautiverio y con la salud mental de Juan, el menor de los hermanos, sumamente afectada, el padre de la familia Born accedió finalmente a pagar 60 millones de dólares por la liberación de sus hijos. El pago fue concretándose en varias etapas, algunas en Argentina y en pesos y otras en el extranjero directamente en dólares.
El manejo de semejante suma no le resultó nada sencillo a la conducción nacional de Montoneros, presidida por Mario Firmenich, Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja. Parte del dinero del rescate (que a moneda de hoy equivale a 260 millones de dólares aproximadamente), fue utilizado para la famosa contraofensiva ordenada por la agrupación guerrillera cuando los militares ya dominaban el escenario político del país. El grueso del rescate fue ingresado a Cuba en una operación sumamente compleja: primeramente el dinero ingresó en valijas diplomáticas a la isla y luego fue depositado por varios enviados cubanos, en muy pequeñas fracciones, en cuentas suizas, para finalmente volver a ingresar a través de transferencias legales, después de cierto tiempo, al Banco Nacional de Cuba.
Otra parte muy jugosa del botín fue confiada por los Montoneros al banquero David Graiver, supuesto colaborador del ministro de economía del último gobierno de Perón y afiliado secreto al Partido Comunista, José Ber Gelbard. Graiver murió en el año 76 en México en un aparentemente “inducido” accidente aéreo atribuido a la CIA y fomentado, posiblemente, por los servicios de inteligencia del Proceso.
La Junta Militar se quedó con la totalidad de la fortuna de Graiver (entre la que se incluían las acciones de Papel Prensa, empresa que posteriormente fue cedida con gran generosidad de parte de los militares a los medios Clarín y La Nación).
El gobierno de Alfonsín creyó que debía resarcir económicamente a los herederos de Gravier por el atropello cometido por la dictadura y les otorgó una suculenta indemnización.
Es en este punto donde comienza la parte más atractiva y curiosa de la historia del secuestro de los hermanos Born, recientemente desempolvada por la periodista María O’Donnell en su ensayo “Born”, de Editorial Sudamericana.
Rodolfo Galimberti y el mayor de los dos hermanos que habían sido secuestrados, es decir: secuestrador y secuestrado, se asocian para recuperar parte del botín (cabe aclarar que Galimberti había perdido la posibilidad de acceder a la parte del dinero depositado en Cuba a raíz de diferencias con Firmenich y los demás integrantes de la Conducción Nacional).
Galimberti y Jorge Born esgrimen ante la Justicia que parte del dinero expropiado por los militares a Graiver y recompensado por Alfonsín era producto del secuestro y, por consiguiente, debía ser devuelto a los damnificados, es decir a la firma Bunge y Born. Así, Jorge Born recuperó unos pocos millones de los que había perdido y Galimberti se quedó con una jugosa comisión.
Pero ahí no termina esta extravagante historia: Jorge Born, obnubilado por la capacidad operativa de Galimberti, acepta la propuesta de este último para formar una sociedad con Susana Giménez y el padre Grassi con el fin de estafar a los televidentes del programa “Hola Susana”. El dinero producto de las llamadas al programa de televisión era embolsado por la sociedad formada por Born y Galimberti mientras que una parte ínfima era transferida a la fundación Felices los Niños.
Con la otra parte del botín, la que había quedado en Cuba, Firmenich, Perdía y Vaca Narvaja (quienes habían sido juzgados durante el gobierno de Alfonsín y permanecían purgando sus respectivas condenas) financiaron la campaña presidencial de Carlos Menem a cambio de la promesa de un indulto que el riojano cumplió religiosamente en cuanto asumió.
“Born”, de María O’Donnell no tiene desperdicios. Además de recorrer con acierto un tramo importante de la historia argentina de las últimas décadas, podría, perfectamente, leerse como una novela policial. Su trama puede resultar inverosímil para los que no vivieron los años 70 y 80. Altamente reveladora al demostrar que detrás de muchas utopías políticas, o de aspiraciones supuestamente altruistas de grandes corporaciones económicas no hay otra cosa que mera ambición. La más vil y descarnada ambición personal que lleva a negar un rescate por la vida de un hijo, a pactar con el enemigo o a estafar a niños huérfanos con del fin de obtener un rédito económico.
María O’Donnell realiza un aporte interesante a la hora de revisar y aclarar el pasado reciente de nuestra historia.

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