Orientación vocacional: el desafío de indagar en el futuro durante una pandemia

Desde la FIO se acompaña a cientos de jóvenes.


Como si terminar la escuela secundaria y asomarse a una etapa nueva no fuera por si solo algo inquietante, hacerlo en un contexto pandémico tiene aditamentos con pros y contras. Encontrar la vocación profesional, proyectarse en lo laboral, indagar qué hay en el futuro que pueda contribuir a la realización de proyectos personales es un proceso complejo. Que suma más complejidades cuando está mediado por la virtualidad, sujeto a la conectividad, o cuando hay más preguntas que respuestas en relación a las modalidades de las carreras universitarias o escenarios de trabajo por la pandemia que el mundo atraviesa.


Hace más de tres décadas que en la Facultad de Ingeniería de la UNICEN existe un servicio gratuito dedicado completamente al acompañamiento y proyección de jóvenes que egresan de la escuela secundaria para comenzar otra etapa, ya sea en un trabajo, en una institución de estudios superiores, o ambas. La psicóloga Ignacia Capitanich, la psicopedagoga Florencia Bellomo y la trabajadora social María Inés Berrino responden a las preguntas sobre este proceso.


¿De qué se trata indagar en vocaciones y gustos personales de los y las jóvenes?


Es una investigación activa de todas las posibilidades que hay. Hablamos, indagamos sus preferencias y acompañamos esa investigación, porque no se puede elegir lo que no se conoce. Es apasionante para nosotras porque cada persona viene con una historia, una se va metiendo en esa historia y busca cosas que tienen que ver con ellos mismos y a veces hasta ellos desconocen.

Lo encaramos para ese lado con la convicción de poder ofrecerles el espacio de reflexión, pero es una decisión que en definitiva la toman ellos y ellas, no la va a tomar el resultado de una técnica o un test que te dice “estudiá esta carrera”. La decisión está en cada uno y una, y en elegirse en función de esta construcción que está de fondo en cuanto a deseos, gustos, la historia, de todo lo que reconocen disfrutar, de proyectarse.

¿Cómo se habla de futuro en una situación tan incierta?


El año pasado tuvimos que reinventarnos en lo virtual, y este año en las reuniones de equipo dedicamos muchas discusiones en resolver cómo encarar la cuestión de pensar el futuro. Porque en el 2020 creíamos que a esta altura íbamos a estar en otra situación, pero ahora vemos que el futuro es seguir teniendo en cuenta cuestiones como la virtualidad o al menos no retornar en el corto plazo a la educación pre pandemia sino introducir lo híbrido de las aulas. Y aparece la posibilidad de decidir en función de aprovechar la oferta educativa virtual mientras se pueda.


Les proponemos proyectar desde la realidad que hoy viven. La fortaleza y los recursos están en reinventarse todo el tiempo y desarrollar más la capacidad de adaptación, porque nos pasa en lo cotidiano; de un día para el otro un decreto nos cambia el panorama, entonces pensamos cómo reinventarnos en lo laboral, en lo profesional, e intentamos transmitirles esto con tranquilidad. La adaptación es un proceso que conlleva frustración y otras cosas, entonces un poco el desafío nos interpela desde lo personal, en cómo transmitir a los chicos y chicas esa tranquilidad cuando nosotras también estamos inmersas en esta situación.
De todas maneras, el proyecto de futuro se va construyendo a lo largo de toda la vida y de sus experiencias, no solo en el último año de secundaria.

¿Cómo influyó cambiar la dinámica de trabajo que antes era presencial?


Previo al 2020 los encuentros eran presenciales en la Facultad de Ingeniería. El cambio más contundente fue estar mediadas por las tecnologías de la comunicación. Y por ejemplo para quienes no tienen conexión o soporte físico se les acerca el cuadernillo impreso y se ofrece el mismo proceso en sincrónico desde algún celular chateando sin la apoyatura física de la pantalla pero con actividades e intercambio en un día y horario para ello. Algunos lo hacen en grupo y otros individual, es un trabajo artesanal increíble.


Lo más difícil fue poder generar la modalidad taller, la participación. Antes los y las involucrabas con un mate, un caramelo. Luego empezamos a trabajar desde lo visual o corporal, a través de un objeto pudimos repensar la estrategia y darle una dinámica más fluida. No es lo mismo pero le pudimos dar una vuelta. En este sentido revisamos continuamente lo que sirve y lo que no porque esto no está en ningún libro.

¿Qué ganancias detectan, y qué desean recuperar de la época pre pandemia?


En lo presencial podés detectar en qué momento se prendieron o se engancharon, se rieron, aceptaron un mate, o accedieron a algo que nos saca de la incomodidad del silencio. En lo virtual esto se ve cuando logramos que prendan la cámara, aunque la prendan para determinada actividad y luego la apaguen no importa, ya se superó una barrera. Es un gran desafío.


La lectura de lo no verbal, eso que en la presencialidad se ve, de esta manera te lo perdés. Pero si hay que buscar aspectos positivos, la distancia es uno de ellos. Hay chicas de Bolívar haciendo los encuentros que de otra manera no hubieran podido hacerlos. También el hecho de poder cursar carreras de otras ciudades desde Olavarría. Para quienes no tenían la posibilidad económica de poder viajar creo que es ganancia por donde lo miremos.


Suelen hacer encuentros con familiares. ¿Cómo es trabajar con las familias en este contexto?


Parece que se han acercado mucho más. Nos han llegado mensajes de las familias, que antes no recibíamos, o participaron del encuentro y luego piden hablar de tal cosa. La virtualidad ha permitido que muchos familiares que antes no podían estar por la hora o lo que sea, se sumaran.
No hay una receta para las familias. Nosotras alentamos a escuchar a los y las jóvenes, a proponerles pensar horizontes a futuro y también tratar de correrse de historias propias porque tal vez la ayuda que ellos, ellas necesitan, no es la misma que uno ha necesitado.


No hay respuestas correctas o incorrectas. Eso del “para toda la vida” pesa y es un imaginario por eso hacemos hincapié en acompañar desde el respeto y el tiempo de decisión. Nos pasa de jóvenes que dicen que no tienen idea de nada, pero en realidad sí la tienen, y hasta tienen definido el perfil, pero es un paso que cierra una etapa y abre otra. Son procesos muy personales, muy íntimos. Parece que no, pero a veces necesitan un tiempo, y las familias pueden respetar y acompañar estos proyectos de vida.


Además todo esto sucede sin garantías. Los adultos esperan que los chicos arranquen, les vaya bien y sucede que no resulta. Entonces no hay garantías ni para quienes eligen ni para los adultos que esperan esa decisión.


¿Qué mirada tienen de la experiencia que están atravesando los y las estudiantes que egresan este año?


En relación al año pasado están mucho más flexibles, con otro orden de prioridades, otro registro del tiempo, a rasgos generales. Tal vez no contestan los mensajes, te clavan el visto o no prenden la cámara; nos pasa a los adultos, ya reconvertimos la impronta de los canales de comunicación, con otras reglas.


Están pudiendo, a diferencia del año pasado donde la mirada estaba puesta en la pérdida de las cosas con las restricciones y demás, ver lo que pueden hacer, las oportunidades que les ofrece el escenario, los horizontes que les habilita. Es una edad que no es fácil, el adolescente por estructura quiere salir de la casa y está encerrado. Pero desde lo virtual pueden salir, que puedan hacer esa sustitución también nos permite trabajar a nosotras, que puedan proyectarse a futuro.


¿Cómo pueden anotarse para hacer el servicio de Orientación Vocacional de la FIO?


La inscripción está abierta hasta diciembre y la experiencia se desarrolla en cinco encuentros grupales, o individual de no ser posible. El formulario se encuentra disponible en www.fio.unicen.edu.ar y se pueden hacer consultas por mail a [email protected], o por redes, donde nos encontramos como Fiodptodeorientacion.

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