Primera entrega: La fundación y secesión de Olavarría del Azul
En el marco del aniversario de la ciudad de Olavarría, mostramos una investigación del Cr. Adolfo Hipólito Santa María que muestra documentos inéditos previos a la fundación de la ciudad.
Rebelión popular en 1872. Creación del Partido
La primera noticia regional de estas tierras la conocemos como consecuencia de la expedición llevada a cabo en septiembre de 1741. La misma citaba: “Con más de 500 hombres partió Cristóbal Cabral a fines de septiembre, con órdenes del gobernador de alcanzar una paz firme con los indios, penetrando a fondo en el territorio hasta las sierras de Cayrú (Sierra Chica) (1) y de Casuati (Sierra de la Ventana) por donde los indios tenían sus guaridas, y donde nunca habían llegado los españoles, por la distancia y fragoso de las sierras” (2).
A ésta le siguieron otras expediciones en cuyos informes se registraron lugares que hoy pertenecen al partido de Olavarría, pero solo nos detendremos a relatar la del año 1828 por su importancia histórica.
Con el objetivo de lograr la implantación de una nueva Frontera Sud, cuatro nuevos fortines se fundaron, que se ubicaron en Bahía Blanca, Laguna Blanca, Cruz de Guerra y Laguna Potroso. El fuerte del centro en Laguna Blanca fue el más próximo –y el más expuesto- a los indios.
El 1 de febrero la comisión encargada de los preparativos y suministros para la expedición se reunió. A su cargo estuvo el coronel Mariano García, jefe del Regimiento N.º 6 de Caballería. Era él quien estaba autorizado a elegir el punto donde debía establecerse el fuerte de la Laguna Blanca.
El 16 de febrero se puso a sus órdenes el sargento mayor Antonio Uriarte, quien tuvo a cargo el reconocimiento previo del lugar para el futuro emplazamiento.
La expedición partió de San Miguel del Monte y llegó el 28 de febrero de 1828. En el sitio señalado, el coronel Mariano García inició los trabajos de la fundación. Sería la primera población establecida en el partido de Olavarría, el fuerte de Laguna Blanca, territorio al que los indios llamaban Tenemeche (lugar de las paradas).
Referencias:
1- COMANDANCIA, 2 -HOSPITAL, 3 – MAESTRANZA, 4 – DEPÓSITOS, 5 – SOLDADOS, 6 – SOLDADOS, 7- POLVORÍN, 8 – QUINTAS, 9 – CORRALES.
Con la caída de Rosas, en 1852, se abrió un nuevo escenario y un cambio en la política indígena de la provincia de Buenos Aires.
La intención de Buenos Aires de extender la Frontera Sur crea una fuerte inestabilidad en las relaciones entre las fuerzas militares y los habitantes del interior de la Provincia, con las tribus originarias que habitaban el lugar. Si sumamos a esto el recambio de las autoridades fronterizas, sucedido entre 1853 y 1855, que habían funcionado como hábiles interlocutores con los principales caciques, los convenios celebrados que no siempre se cumplieron, y la ocupación y desalojo de tierras que ellos consideraban como propias; tenemos así toda una conflictiva situación, que traería como consecuencia una fuerte tensión en la frontera que produce enfrentamientos de la indios con las fuerzas militares y grandes malones en distintos pueblos del interior de la Provincia.
El 19 de enero de 1854 es nombrado juez de paz en Tapalqué Ezequiel Martínez. Poco después de asumir se pone a la cabeza de una iniciativa vecinal para que el pueblo de Tapalqué fuera cambiado de ubicación, más precisamente como la solicitud requería: “a las puntas del arroyo Tapalqué”.
El Cantón Tapalqué existía antes de que se creara el partido de Tapalqué en 1839. Declarada cabecera del partido, había perdido su importancia militar y su progreso no era el esperado; estaba ubicado a un poco más de 8 leguas de Olavarría.
Pero el traslado del pueblo de Tapalqué, a las puntas del arroyo Tapalqué, traería la oposición de Catriel y su tribu que se consideraban auténticos propietarios por derechos de ocupación y concesiones obtenidas durante el gobierno de Rosas, tierras situadas entre el Azul y las sierras de Cura Malal.
La propuesta de trasladar el pueblo de Tapalqué a las “puntas del arroyo Tapalqué” fue bien recibida por las autoridades del gobierno de la Provincia, y el 2 de marzo de 1855, el Departamento de Gobierno, haciendo una serie de consideraciones favorables decretó:
Art.1- El pueblo de Tapalqué se trasladará a las puntas del mismo arroyo en terrenos de propiedad pública y en el punto preciso que determinará el Departamento Topográfico.
Art.2– La traza del nuevo pueblo se hará con arreglo a los decretos del 14 de diciembre de 1821, 16 de abril de 1823 y 22 de abril de 1826.
Art.3- El ejido del nuevo pueblo se trazará del mismo modo que el de Azul, con sujeción al decreto del 9 de junio de 1832.
Art.4-
En la adjudicación de los solares del nuevo pueblo, tendrán la preferencia los vecinos que se trasladen a la actual población nueva.
Art. 5- Por el Ministerio de Guerra se librarán las órdenes convenientes a efectos de que un Ingeniero militar se encargue bajo su dirección, de la traza del nuevo pueblo, debiendo recibir instrucciones precisas por escrito, y ser provistos de los instrumentos necesarios por el Departamento Topográfico.
Art.6- Los gastos que demande la traslación del nuevo pueblo serán imputados a extraordinarios del gobierno.
Art. 7- Importando la traslación del pueblo de Tapalqué el adelantar la línea de Frontera por parte del Sud, y debiendo ser protegida esta operación por las fuerzas militares en ella situadas, el Ministerio de Guerra queda encargado de la ejecución del presente decreto en la parte que le corresponde.
Pastor Obligado / Gobernador Irineo Portela / secretario
Pocos días después fue dictado otro decreto por el Ministerio de Guerra y Marina. En los considerandos, decía: «Habiendo dispuesto la traslación del pueblo de Tapalqué a las puntas del mismo arroyo, y quedando el nuevo pueblo fuera de la línea actual de fronteras, se hace indispensable garantizar militarmente la seguridad de aquel punto avanzando al mismo tiempo la línea de aquella; mientras se preparan los elementos necesarios para reconquistar el terreno perdido, ensanchando los límites de la civilización hacia el desierto. Se construirá un nuevo pueblo de Tapalqué, en el punto militar más adecuado, un fortín de campaña bajo la dirección del comandante en jefe de la Frontera Sud, quedando encargado de su traza y demás trabajos facultativos el ingeniero militar comisionado para la traza del nuevo pueblo».
Además, mencionaba que el comandante en jefe de la frontera se trasladará con su fuerza disponible a los efectos de proteger los trabajos de traslación del pueblo, y que los trabajos a realizarse estarían a cargo de la misma tropa percibiendo por ello una retribución.
Mientras tanto, la situación de la frontera no era la mejor. El coronel Paunero, jefe interino de la Frontera Sud, le escribía a Mitre: Los indios de Tapalqué están quietos y al parecer muy sumisos; pero no hay que fiarse de ellos. Hoy recibí un mensaje de Catriel y no dejó de llamarme la atención el que me pidiesen permiso licencia para salir a bolear, siendo la estación menos propicia. Informaba, además, que al parecer Calfucurá preparaba en Salinas una próxima invasión.
También el juez de paz Ezequiel Martínez denunciaba entradas a las estancias y robo de ganado que se negociaban en los toldos de Catriel.
El 13 de febrero de 1855, Calfucurá atacó el fuerte y el pueblo de Azul con alrededor de 5000 indios. Cerca de 300 pobladores y soldados fueron muertos y la mayoría de los comercios y viviendas destruidos. Se llevaron entre 60 y 100 mil vacunos y tomaron cautivos a 150 mujeres y niños.
El 13 de mayo de 1855, el juez Martínez, mientras viajaba junto a vecinos con destino al Azul llevando elementos para la formación del Tapalqué Nuevo, fue rodeado por una partida de indios que les impidieron el paso; en esa circunstancia se produce un incidente y el Juez de Paz mata de un tiro a uno de los indios. Ellos, lejos de intimidarse, responden matando a cuatro de los viajeros, mientras que algunos de los picadores de carreta que los acompañaban logran escapar y esconderse entre los pajonales.
Luego de saquear las carretas, el juez de paz y tres de sus acompañantes fueron tomados como rehenes por los indios catrieleros. Uno de los prisioneros se presentaría en el Fuerte Azul informando de los sucesos ocurridos, portaba una carta del cautivo juez pidiéndole al comandante que agote todos los medios para salvar sus vidas; los otros dos rehenes serían liberados poco después.
El Gobierno le reclamó al cacique Catriel enviando una comisión y el juez fue liberado previa negociación y pago por su liberación, donde no faltó una carta amenazante del Gobernador a Catriel solicitando su entrega.
«El origen de esta sublevación, se dice que ha sido el haber mandado el cacique Catriel un emisario al Juzgado de Paz de Tapalqué, llamándolo a su toldería para pedirle satisfacción por haberse mandado poblar ese partido sin su consentimiento, a lo que contestara el Sr. Martínez que le esperaba en su pueblo si quería verle. El cacique irritado por la desobediencia, según él, autorizó el saqueo y robo ..» dice el diario La Tribuna del 19 de mayo de 1855.
La inseguridad de la frontera hizo que el gobernador Pastor Obligado y el ministro de Guerra coronel Bartolomé Mitre elaboraran un proyecto destinado a una operación definitiva contra los indios de Catriel y Cachul. Para dar cumplimento al plan establecido, Mitre se había trasladado al Azul para tomar el mando de las fuerzas allí establecidas. Mitre, arribado a Azul, con el látigo en la mano, declaró en un discurso que ha quedado célebre: Con esta arma me basta para terminar con los indios, respondiendo ellos hasta la última cola de vaca de la Provincia». Pero el 30 mayo de 1855, sobre las márgenes del arroyo Tapalqué, el coronel Bartolomé Mitre sufriría una humillante derrota.
El encuentro, conocido como el combate de Sierra Chica, terminó con las fuerzas de Mitre en retirada hacia el Azul, de noche y a pie para no ser visto por las fuerzas del cacique Cachul y Catriel, que aguardaban el día para dar el ataque decisivo unidas a un contingente de lanzas del cacique Calfucurá.
A pesar del revés sufrido, el plan de instalación de un pueblo en las puntas del arroyo Tapalqué siguió firme, Mitre reconoció el lugar y notificó al gobernador su parecer y regresó a Buenos Aires.
El 12 de agosto de 1855, el sargento mayor de ingenieros Ludovico D`Horbourg, designado para que realizara los trabajos necesarios para la instalación del nuevo pueblo de Tapalqué, en una nota al ministro de Guerra y Marina coronel Bartolomé Mitre, le informa:
«Tengo el honor de elevar al conocimiento de V.E. el resultado de mis trabajos en cumplimiento de las órdenes del señor Gral. y de V.S.
El día 16 de julio pasado el señor Gral. en jefe de la División del Sud, Gral. D. Manuel Hornos, ha tenido a bien proporcionarme un guía para reconocer el punto en el cual debía establecer el Fortín y el nuevo pueblo de Tapalqué.
Acompañado del Sr. D. Gregorio Barragán, antiguo habitante de este distrito, he recorrido las dos orillas del arroyo Tapalqué, y a la extremidad de los campos de Ortiz y Piñero he encontrado el terreno más conveniente para obedecer a las órdenes del Sr. General y de V. S.
El arroyo Tapalqué tiene dos manantiales al S.O. y corre en la dirección N.E. Su curso es de 33 leguas (sic) y se pierde en el Salado (sic).
La posición del nuevo pueblo y el fortín es el siguiente: sobre la orilla derecha del arroyo se creará el pueblo, y sobre la izquierda, el fortín. El pueblo en los campos de Ortiz, y el Fortín en el terreno de Piñeyro.
El punto elegido entre estos dos campos es el solo alto de todos los terrenos; afuera de este punto, en cuatro rumbos los campos son bajos y bañados. El arroyo Tapalqué tiene este punto el solo paso grande sobre siete leguas de curso. Este paso de 27 varas de largo por 22 de ancho y los saltos de agua hacen lavaderos naturales de la mayor utilidad para los habitantes y la guarnición del Fortín.(….) La hondura media es de 15 varas, la rapidez de la corriente como 80 varas por segundo, la altura de las barrancas como de doce varas y casi todas perpendiculares al arroyo; pero las márgenes cerca del paso presentan un declive en el cual el pasto muy rico puede proporcionar a los animales alimentos y la situación una seguridad completa, con la protección del Fortín.»
Más adelante en la nota se detalla que el fortín está situado en la margen izquierda del arroyo y brinda las medidas y características de su construcción.
Tomando todos los datos aportados en la nota antes mencionada, el Dr. Valverde, en el libro Ensayo Histórico del Partido de Olavarría, publica un dibujo del fortín que nos parece apropiado incorporar, y es el que sigue:
En cuanto al lugar elegido por el ingeniero D’Horburg, por las descripciones que de él hace en la carta a Mitre, hay cierto consenso entre los historiadores, que los datos aportados se corresponden con la ubicación de la actual Olavarría; y un importante testimonio que aportamos es la carta que envía el coronel Ignacio Rivas a Mitre, cuando años después ocupa el mismo lugar que había abandonado en 1855, donde dice: «Hace tres días que ocupo este campo, que no ha dejado de traer a mi memoria recuerdos bien tristes; pero al venir a ocuparlo nuevamente….»
El 13 de setiembre de 1855 ocurría otro trágico suceso, el comandante Nicanor Otamendi fue atacado por indios del cacique Yanquetruz en San Antonio de Iraola (lugar ubicado entre Juárez y Azul), y el Comandante encerrado junto a sus soldados en un corral de palos para una mejor defensa, fue ultimado junto a más de cien de sus soldados, a excepción de uno que fue tomado prisionero y otro que sobrevivió oculto y mal herido y relataría luego el acontecimiento.
El cacique Yanquetruz, dos años después de este cruel acontecimiento, se justificaría alegando: “que su intención fue salvarlos. Afirma que si (Otamendi) hubiera leído su carta; en que le aconsejaba que se retirase con su tropa a una casa fuerte que tenía inmediata, que habría persuadido que no era intención pelearlo; pero que; habiéndole hecho el ultraje público de romper su carta sin leerla, y estaquear a su emisario, se vio forzado a pelear y matar para vengar su honor ofendido”.(3).
El coronel Emilio Mitre, designado jefe de la Frontera, había instalado un campamento militar en el nuevo fortín, mientras tanto llegaba como jefe del Ejército de Operaciones en la Frontera Sur, el general Hornos.
En la madrugada del 29 de octubre de 1855 los indios sorprendieron a la avanzada del nuevo fortín, y lograron arrebatar gran parte de la caballada. El general Hornos muy rápidamente organizó la persecución llegando a la zona actualmente conocida como San Jacinto, allí lo esperaba una fuerza de más de 2000 indios del cacique Calfulcurá.
Hornos contaba con más de 1280 hombres y dos piezas de artillería. En un primer momento la carga del Regimiento de Coraceros logró dispersar a los indios, pero el ala izquierda y el centro de la avanzada fueron hábilmente atraídos por Calfulcurá hacia los bañados desbordados por las recientes lluvias, quedando los caballos atrapados en el fango, fueron presa fácil de los indios avezados para ese terreno.
Las pérdidas de soldados podrían haber sido mayores de no haberse replegados en orden, contando con la acción del teniente coronel Ignacio Rivas a cargo de los cañones, los fusileros del 2 de línea al mando de Arredondo, y una carga por la espalda a los indios comandada por el comandante Ocampo y el capitán Escalada, a los que Hornos recomienda por su acción en el parte del combate al Ministerio de Guerra. El combate, conocido como de San Jacinto, también se le llamó de Tapalqué (sería la tercera con ese nombre) y de las taperas de Barragán (por la propiedad de las tierras que pertenecieron al ex Juez de Tapalqué). Según el parte del general Hornos, las pérdidas entre muertos y heridos fueron de 50 a 60 hombres, incluyendo a 1 jefe y 4 oficiales.
El juez de paz de Tapalqué Ezequiel Martínez, en una carta enviada al Ministro de Gobierno Dr. Valentín Alsina, le comenta, insertando en la misiva el parte oficial del general Hornos, lo siguiente:
“El Señor General Hornos regresó al Fortín a la cinco de la tarde. Después de la oración, me mandó llamar para decirme que temía por el pueblo de Azul y debía protegerlo a todo trance. Efectivamente, y como a las nueve de la noche se puso en marcha y yo con él y otros, andando despacio pues se destacaron partidas a varios rumbos y hacia el pueblo nuevo donde vieron humos de ranchos quemados” (4).
Así terminó el intento de los pobladores del Tapalqué Viejo de trasladarse a un nuevo pueblo en la punta del arroyo Tapalqué. A pesar del fracaso, los vecinos del pueblo del Tapalqué Viejo, en 1863, se trasladaron a otro lugar para fundar la actual Tapalqué; a más de 16 leguas de Olavarría.
Creemos, que los pobladores del Tapalqué Viejo no imaginaron que al abandonar el proyecto de un Tapalqué Nuevo en las puntas del arroyo Tapalqué, por los sucesos ocurridos, que años después un nuevo pueblo y otro partido se fundarían en el mismo lugar. Casi que se podría decir: la batalla de San Jacinto se constituyó en la génesis de la fundación del pueblo de Olavarría en este lugar, porque de no haber ocurrido la derrota, muy posiblemente el incipiente pueblo del Tapalqué Nuevo se hubiera consolidado en el lugar.
En un mapa que segmentamos del sargento mayor Juan Cornell, de octubre de 1859, denominado Plano del Partido Arroyo Azul, se pueden observar los tres pueblos (Tapalqué Nuevo, Tapalqué Viejo y Azul) y la zona donde se encontraban las tolderías del cacique Catriel. La existencia en el mapa del Tapalqué Nuevo en 1859, nos estaría indicando que en el lugar podría haber pobladores después de los sucesos de 1855, que terminaron con el anhelo de los tapalqueneros.
El general Hornos, muy afectado por la derrota en San Jacinto, pidió la baja del ejército; en tanto esperaba la resolución del Gobierno se sucedieron otros encuentros donde Hornos logró contener con éxito los ataques de los indios.
Aceptada la renuncia del general Hornos, el General Manuel Escalada fue designado jefe de la Frontera Sur.
La difícil situación en la frontera hizo que el Gobierno iniciara acciones tendientes a lograr un acuerdo con los caciques Catriel y Cachul.
Al general Escalada le tocaría realizar las gestiones necesarias para la firma de un acuerdo, que se firmará en 1856 sus puntos más salientes dicen:
Azul, 25 de octubre de 1856 : “Convención de paz ajustada entre el Estado de Buenos Aires y el cacique mayor de las tribus del sud Don Juan y su segundo Don Juan Manuel Cachul.
El General Don Juan Manuel Escalada, jefe del ejército de la Frontera Sud, suficientemente autorizado por el Gobierno del estado, y el cacique mayor D. Juan Catriel y su segundo D. Juan Manuel Cachul, por si, y a nombre de sus respectivas tribus, con el objeto de poner término a la guerra y regularizar para lo sucesivo las condiciones de existencia y comercio: han estipulado la presente convención de paz”:
Art 1º “Queda establecida paz y amistad permanente entre el Estado de Buenos Aires y el cacique mayor de las tribus del sud Don Juan Catriel y su segundo Don Juan Manuel Cachul”.
Art 2º “Las tribus de estos caciques, con la venia y consentimiento del gobierno se establecerán al oeste del arroyo Tapalqué, en un área de veinte leguas de frente y veinte de fondo, cuyos límites se fijarán por el ingeniero del ejército, si es posible que sean naturales, y con asistencia de ellos; los cuales el general en jefe, se los dará en propiedad a las mencionadas tribus; para que vivan allí pacíficamente ejerciendo su industria y cultivando la tierra para su sustento”.
Art 4º “El Gobierno del estado, a fin de proporcionarles los medios de subsistencia, les dará cada tres meses los artículos siguientes 1250 libras yerba, 600 de azúcar, 500 varas tabaco, 500 cuadernillos papel, 2000 libras fariña, 200 frascos aguardiente, 80 id. de vino, 72 botellas de ginebra, 72 id. Vino Burdeos, 2 carretadas de maíz y 200 yeguas”.
Art 5º “El Gobierno del Estado permitirá a estas tribus, una vez establecidas en aquel punto, hacer boleadas en el campo que ocupen para su comercio de peletería reglamentando la operación a fin de no causar perjuicios a los colindantes”.
Art 6º «Por un acto de benevolencia, el Gobierno concede espontáneamente al cacique mayor D. Juan Catriel el título de general y cacique superior de las tribus del sud, con el uso de charreteras de coronel y de una banda punzó con borlas de oro, correspondiente a ese título; y al cacique Juan Manuel Cachul, su segundo, el uso de charreteras de teniente coronel y de una banda punzó con borlas del mismo color, asignándole al primero 1500 pesos mensuales, y al segundo 1000 pesos mensuales”.
Art 7º “Queda establecido el comercio entre el Estado de Buenos Aires y las tribus del general y cacique superior Don Juan Catriel y su segundo D. Juan Manuel Cachul con sujeciones policiales y bajo el conocimiento de las autoridades de la frontera”.
Art 8º “Los indios de estas tribus podrán conchabarse libremente en las estancias y demás establecimientos del estado de toda clase, llevando permiso escrito de sus respectivas autoridades el cuál será visado por las de la frontera”.
Art 9º “Los hijos del Gral. Cacique superior Don Juan Catriel y de su segundo Don Juan Manuel Cachul, y demás caciques menores, podrán ser educados en las escuelas del estado, establecidas en el Azul y en la capital, bajo la protección y auxilio del Gobierno.
Art 13º “Si la tranquilidad interior del estado fuese perturbada por cualquier causa, el general cacique superior Don Juan Catriel y su segundo Don Juan Manuel Cachul,
Art 19º “Todos los beneficios de títulos, tierras, auxilios y protección que el Gobierno espontáneamente les acuerda a los mencionados caciques y sus tribus, cesarán en el momento que faltasen a la lealtad de su palabra, violando la presente convención dejando de cumplir fielmente cuanto ella estipula”.
Art 21º “El canje de este convenio, después de sometida a la aprobación y ratificación del Gobierno, se hará en este pueblo dentro del término de treinta días”.
“En fe de lo cual firmamos dos ejemplares de un mismo tenor, en el mencionado pueblo del Azul, a los veinte y cinco días del mes de octubre del año del Señor de mil ochocientos cincuenta y seis.
Es así como el Gobierno les reconoció a los catrieleros derechos sobre veinte leguas cuadradas (unas 54.000 ha) situadas al oeste del arroyo Tapalqué, cuyos límites debían ser establecidos más adelante. Sin embargo, los límites nunca se fijaron porque existió siempre un desacuerdo entre el Gobierno y los caciques sobre la localización de las tierras.
El acuerdo de 1856 también incluyó el otorgamiento de terrenos cerca de la zona urbana de Azul para los indígenas. Para tal fin, el coronel Escalada compró a la Corporación Municipal de Azul tierras situadas al oeste del arroyo Azul, que fueron distribuidas en cien solares entre los indios que allí quisieran instalarse. Esta zona fue poblada mayoritariamente por integrantes del cacique Maicá, y fue denominada Villa Fidelidad.
Pese a la firma del tratado no se terminaron los malones en la provincia. El conflicto entre la Provincia y la Confederación contribuía a la inseguridad de la frontera. Calfulcurá, molesto con Catriel, le servía a Urquiza con sus incursiones a poblados bonaerenses.
El triunfo en Pavón de Buenos Aires contra la Confederación, el 17 de septiembre de 1861, y el haber asumido Mitre a la Presidencia de la Nación en 1862, trajo una relativa calma en la frontera y la prosecución del proyecto de extender la frontera ocupando la zona donde hoy se encuentra Olavarría.
Para tal fin, Mitre encomendó a Ignacio Rivas, que había sido designado jefe de la Frontera Sud en 1858, y que también ya había expresado tener la misma idea, a que iniciara tratativas con el cacique Catriel. El 16 de septiembre de 1863, Rivas tiene una entrevista con Catriel, y en una carta a Mitre, le cuenta:
«Hoy he tenido una entrevista con Catriel, y creo ha quedado muy satisfecho; dentro de pocos días vendrá a ésta y entonces le hablaré sobre el proyecto de la nueva línea de fronteras. Los indios amigos están dispuestos a trasladarse a donde forme yo mi campamento, con las siguientes condiciones: que se le dará a cada cacique una suerte de estancia en propiedad, para ocuparla con sus indios, y a más piden que el Gobierno les regale (esto sin obligación) un número de vacas para ellos criar y tomar así más arraigo en el terreno que van a ocupar comprometiéndose a cuidar la frontera y marchar donde ordene el Gobierno, no siendo contra cristianos.
Si pudiéramos conseguir de Catriel lo mismo, aunque sea dándole alguna gratificación por el magnífico campo que ocupa, daríamos un gran desahogo a la frontera y se asegurarían los valiosos intereses que encierra; le suplico se sirva contestarme sobre este punto tan luego le sea posible, para arreglar mi procedimiento con ellos (7).
El 30 de setiembre de 1863, Rivas tiene el encuentro con Catriel y le comenta del proyecto de una nueva línea de fronteras, de la reunión le informa a Mitre:
En mi anterior le decía que esperaba a Catriel para hablarle sobre la idea de hacerlo pasar al otro lado de Tapalqué; hoy hablé con él sobre el particular, y con sorpresa he notado que está dispuesto, mediante una gratificación por los campos que ocupa; es preciso que usted note que los indios, y muy principalmente Catriel, creen que los campos que ocupan son suyos, porque en ellos nació y han nacido sus hijos. Por esta razón es preciso para conseguir lo que desea el Gobierno, darle alguna buena remuneración. Pasado mañana tengo un parlamento general con todos los caciques de Catriel, sobre el asunto, y espero los convenceré de la conveniencia que hay para ellos en esta medida (8).
Concretada la reunión, pese a la oposición de Catriel y los suyos de mudarse a otro lugar, Rivas conseguiría que éstos le dejaran instalar un campamento en el Tapalqué, y en carta a Mitre del 16 de octubre de 1863, le comentaría de la nueva situación:
Del parlamento que tuve en ésta con Catriel y sus caciques, resultó una gran oposición, sobre todo en estos últimos, a la idea de mudarse de donde están, y me ha suplicado Catriel me interese con usted para que los deje donde están, y que yo salga a situarme con la fuerza donde usted disponga. Como se concibe fácilmente, esto es un bien que jamás me figuré conseguirlo, pues me sitúo a espaldas de ellos y los tengo a la mano para cualquier momento preciso. Así, pues, yo no creo sea un obstáculo para cercar la frontera la permanencia de Catriel donde está, aunque a muchos hacendados fronterizos no les agrade esto; pero como para esto creo se debe consultar los intereses de la mayoría, con situarme en Tapalqué (Nuevo) se da una gran extensión y desahogo a la mayoría de hacendados (9).
Creemos, que lo solicitado por los caciques no fue aceptado en su totalidad por el Gobierno, porque cuando Rivas finalizaba los preparativos para trasladarse al lugar donde se instalaría el campamento, le llegaron noticias de una posible invasión y se produjeron una gran cantidad de robos a los establecimientos de la frontera. Ante esta grave situación, a Rivas se le ocurrió debilitar a la tribu provocando un enfrentamiento entre Catriel y Chipitruz.
Para realizar esta tarea contaba con el coronel Ocampo y la complicidad del cacique Chipitruz. En un ataque coordinado a la tribu de Catriel, los indios de Chipitruz se dedicaron a saquear las tolderías complicando las acciones y las comunicaciones entre Ocampo y Rivas sobre el resultado del ataque llevado a cabo. El atraso en llegar el parte de los acontecimientos a Rivas, salvó a la tribu de Catriel de una masacre.
En una carta al presidente Mitre, el 1 de diciembre de 1863, Rivas le informaría de esta operación lo siguiente: «La conducta escandalosa que de diez días a esta parte usaban algunos de sus capitanes, me pusieron en el caso de hacer la operación más difícil que se haya practicado en la frontera, cual es hacerlos pelear unos con otros. Ahora sí que puede usted descansar sobre la seguridad de esta frontera, pues tiene quinientos indios decididos (los indios de Chipitruz) «.
Se continuaba con la política de que sólo los indios podían tener éxito sobre los indios.
El coronel Ignacio Rivas, como jefe de la Frontera Sur, tuvo una relación conflictiva con el cacique Juan «Segundo» Catriel. Lo acusaba de permitir que sus indios robaran, y para defenderse Juan Catriel de esa acusación, le escribiría a Mitre el 15 de marzo de 1863: «Yo estoy convencido que nos son tantos los robos que hacen mis indios, son los de Lucio y Cachul, que roban también y todos los cargos van sobre los indios que me pertenecen».
Rivas proponía realizar acciones drásticas para terminar, según él, con los problemas que provocaban los catrieleros.
La medida inicial fue dividirlos, realizando un convenio con el cacique Lucio, para separarlo de la tribu de Catriel. Así, en carta a Mitre, del 14 de marzo de 1863, Rivas le decía: «…con el convenio celebrado con Lucio y sus indios, Catriel ha empezado a ceder y pronto concluirá el entredicho que sin motivo ha existido.»
El 22 de enero de 1864, el comandante Ignacio Rivas solicitó autorización al ministro de Guerra y Marina de la Nación, el general Juan A. Gelly y Obes, para trasladar la Comandancia a orillas del arroyo Tapalqué y establecer cuarteles permanentes; consideraba este lugar un punto estratégico en la defensa de la frontera.
El traslado del campamento militar fue autorizado. La avanzada de las fuerzas de frontera a orillas del arroyo Tapalqué situaría a éstas a retaguardia de la tribu del cacique Catriel, cuyas tolderías se levantaban entre Azul y el arroyo Tapalqué, en el paraje conocido como Nievas.
El 12 de diciembre de 1864, Ignacio Rivas, como jefe de la Frontera Sur, realizó la ocupación de los campos sobre la margen derecha del arroyo.
La Frontera Sur de la provincia, al mando de Ignacio Rivas, tenía una extensión de 46 leguas, desde el Fuerte Esperanza hasta el de Resistencia. La Frontera Costa Sur al mando de Benito Machado tenía una extensión de 42 leguas, desde Resistencia hasta Arroyo Seco.
Una carta enviada por Ignacio Rivas al presidente, por ese entonces el brigadier general Bartolomé Mitre, fechada el 15 de diciembre de 1864, daba noticias de su instalación en el Tapalqué a seis leguas a retaguardia de la tribu de Catriel.
Excmo. Señor presidente de la República, Brigadier General D. Bartolomé Mitre. Mi querido señor presidente y amigo:
Hace tres días que ocupo este campo, que no ha dejado de traer a mi memoria recuerdos bien tristes; pero al venir a ocuparlo nuevamente, y sin los elementos que jefes muy experimentados trajeron, lo he hecho con la convicción que no me ha de suceder lo mismo; al menos he de hacer cuanto humanamente se pueda para que no suceda. El paraje es aparente para un pueblo, y si se consiguiera que el Gobierno provincial lo decretase, estoy cierto que antes de un año estaría poblado, por el interés de los magníficos campos que tiene, y aguadas permanentes; y así encararíamos a Catriel, de modo que sin sentirlo se reduciría a vivir como la gente.
De muy poco servirán a Machado los ochenta legionarios que voy a mandarle por orden del señor ministro, porque no son hombres de a caballo, como se precisan para estos casos, también a mí me hacen una falta notabilísima por la posición que ocupo, porque estoy a seis leguas a retaguardia de Catriel, y si sufriera algún contraste es seguro que no dejaría de aprovecharlo; no quiero recargar mucho la pintura de mi posición, porque usted creería que estoy desmoralizado. Puedo asegurarle que no lo estoy y si no, tiempo al tiempo, por cuya razón me limito sólo a indicarle los males que puede traer el debilitar esta División, que se encuentra peor colocada por todas las demás fuerzas de la Provincia.
El mismo Rivas, el 1 de enero de 1865, le contaría en otra carta al presidente Mitre: “Nada notable ocurre por esta frontera, después de mi última. Creo que Catriel y sus indios se acostumbrarán a vernos a sus espaldas y se conformarán”(11).
Pero se acercaba la guerra con el Paraguay y el destino no le deparaba al teniente coronel Ignacio Rivas concretar la fundación del pueblo; el llamado a participar en la contienda lo alejó por un tiempo de estas tierras.
A principios de 1866 el teniente coronel Álvaro Barros fue nombrado jefe de la Frontera Sud. El 3 de febrero de 1866 llegó Barros al Azul y el 7 se trasladó al campamento instalado sobre las puntas del arroyo Tapalqué, para tomar el mando de la tropa. Con su llegada comenzaron nuevas obras de defensa. En la margen derecha del arroyo Tapalqué, donde se encontraba el campamento, “hizo construir un campo fortificado, en cuyo interior se levantaban cinco grandes cuadras de 50 varas de largo por 5 de ancho cada una, para alojamiento de la tropa, hospital, comandancia, depósito de armas y vestuarios, etc.”
Nos cuenta Antonino Salvadores: “Trasladado al Azul, Barros fortificó el campamento situado sobre el Tapalqué e inició gestiones tendientes a obtener la fundación de un pueblo sobre las márgenes del arroyo, o sea en el mismo lugar indicado por Rivas”, y continúa más adelante, “Aunque la idea de fundar un pueblo en ese lugar no le pertenezca exclusivamente, puesto que igual proyecto tenía Ignacio Rivas, no puede desconocerse que la fundación de Olavarría se le debe enteramente, porque fue él quien estableció las bases del nuevo pueblo y realizó personalmente la distribución de los primeros solares mucho antes de que la fundación del pueblo fuese legalizada por decreto, logrando también con igual acto, lo que Ignacio Rivas no había podido llevar a feliz término”(12).
El 14 de abril de 1866, Álvaro Barros le propuso por escrito al Ministro de Estado de Guerra y Marina de la República, el Sr. Julián Martínez, la conveniencia y necesidad de formar allí un pueblo: “para ello bastará solo la resolución competente, y que se mande un agrimensor para trazarlo, o se me trasmitan las instrucciones para hacerlo yo mismo. Concediendo gratis la propiedad de solares, en breve tiempo habrá allí una población considerable; tanto porque la presencia de la tropa da vida y movimiento al comercio, como por las ventajosas condiciones del local. En consecuencia, me permito proponer a V. E. la formación del Pueblo en el punto indicado, esperando que se servirá prestarme su aprobación.
El 25 de octubre de 1866, Barros le escribió al ministro de gobierno de la Provincia, el Dr. Nicolás Avellaneda, informándole que contaba con la autorización del Gobierno nacional para solicitar a la provincia un decreto para la formación de un pueblo en las puntas del arroyo Tapalqué, donde estaban situadas las fuerzas que guarnecían la Frontera Sud.
Para justificar la solicitud, la cual habría de ser elevada al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Dr. Adolfo Alsina, expresa en la carta lo siguiente:
“La fundación de los pueblos es el medio más seguro de defensa de nuestra extensa Frontera y la presencia de las fuerzas facilita su pronta formación. El paraje que he mencionado tiene todas las conveniencias, y ya hay cuatro manzanas pobladas por vivanderos y vecinos del campamento. Muchos hay dispuestos a ir a aumentar aquella población, y solo esperan que el Gobierno la decrete concediendo en propiedad los solares y quintas a los pobladores”.
De la lectura de la carta surge con claridad la existencia del pueblo desde 1866, aunque el decreto que legalizó la fundación sea de fecha posterior.
Para el historiador Antonino Salvadores no debe dudarse que la elección de la fecha fue hecha para conmemorar las efemérides. Él dice: “Esa fecha, no debe ser otra que aquella en que Álvaro Barros se trasladó a las márgenes del arroyo para construir un campo fortificado en el lugar que ocupaba el campamento y dar comienzo a la fundación de un pueblo, o sea el 7 de febrero de 1866” (13).
El informe del Departamento Topográfico se expidió favorablemente, por considerar que la fundación de un pueblo contribuiría eficazmente a la defensa de la frontera y aseguraría el contacto entre las Fronteras Sud y Costa Sud, siempre que no se apropiaran terrenos pertenecientes al Azul.
Por tal motivo se permitió indicar que el lugar de la fundación del nuevo pueblo debería hacerse en el paraje denominado “El Perdido”, distante seis leguas del lugar indicado por Álvaro Barros; porque situando el pueblo en ese lugar quedarían a salvo las tierras destinadas al reparto de los pobladores del Azul.
Buenos Aires, noviembre 25 de 1867.CONSIDERANDO:
1º- Que las medidas administrativas deben fomentar el establecimiento de pueblos nuevos en aquellos parajes donde la afluencia espontánea de la población ha venido a demostrar tanto su conveniencia como la posibilidad de imprimirle un pronto desarrollo; y que esta consideración es todavía más atendible cuando estos pueblos pueden servir por su colocación para fortalecer la defensa de la línea de frontera.
2º- Que estas circunstancias se encuentran reunidas respecto a la población establecida en el lugar denominado » Puntas del Arroyo Tapalqué» (Partido de Azul) y que ocupa más de cuatro manzanas con sus habitantes, según informes repetidos del Jefe Militar de esta parte de la frontera.
3º- Que la ley 8 de octubre 1862, autorizó al Gobierno para distribuir gratuitamente a los pobladores la cuarta parte de los terrenos de los Ejidos en los pueblos fronterizos. Por estas razones, el Gobierno ha resuelto:
Artículo 1º- Decretase la formación de un pueblo que llevará la denominación de “Olavarría” en el paraje llamado “Puntas del Arroyo Tapalqué”.
Artículo 2º-El Departamento Topográfico enviará uno de los oficiales, para que practique la traza del nuevo Pueblo con sujeción a las disposiciones vigentes y a las instrucciones del mismo Departamento; y debiendo dejar completamente a salvo las suertes destinadas a los pobladores del Azul.
Artículo 3º- Nombrase una comisión compuesta del Jefe Militar de la Frontera, el Juez de Paz del partido y el comandante Don Máximo Gómez, bajo la presidencia del primero, cuyas atribuciones son:
1º- Hacer el reparto de los solares a los pobladores bajo las condiciones contenidas en el decreto del 19 de enero de 1825. Cada concesión de un solar se acreditará con un boleto y éste será enviado por la Comisión al Gobierno siempre que el interesado hubiere llenado las condiciones de población, para que se le otorgue el título gratuitamente de propiedad.
2º- Distribuir entre los pobladores la cuarta parte de las chacras, distintas, comprendidas dentro del Ejido. Cada concesión de una chacra o quinta se acreditará igualmente con un boleto, debiendo el que lo hubiera obtenido, poblar y cultivar el terreno dentro del término de dos años. Una vez llenadas las condiciones de población, la Comisión enviará al Gobierno los boletos con los certificados de hallarse aquellos cumplidos, para que se otorgue gratuitamente a los pobladores la escritura de propiedad.
Art. 4- Comuníquese a quienes corresponda, publíquese e insértese en el Registro Oficial
Adolfo Alsina / Nicolás Avellaneda
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