El precio de la libertad
Por: Lorenzo Hernández
En este 2025, la Argentina se encuentra en una encrucijada histórica, una bisagra en su devenir donde se enfrenta a las promesas de un futuro lleno de «libertad» y «progreso» que Javier Milei asegura ofrecer, y a la cruda realidad de la desigualdad y la deshumanización que se están materializando a medida que sus políticas neoliberales avanzan. Como peronistas, los que creemos en la justicia social, en la dignidad del trabajo y en el poder de un pueblo unido, es imperativo que reflexionemos sobre los peligros que acechan a la patria bajo el liderazgo de este hombre que clama por el desmantelamiento del Estado y por la restauración de un sistema económico que ha demostrado, una y otra vez, ser fatal para los más vulnerables.
Milei, con su discurso agresivo y su promesa de «destrucción del Estado», juega con las ilusiones de aquellos que piensan que la Argentina puede liberarse del yugo de la inflación, la deuda y el desempleo mediante recetas que, aunque parecen ser el antídoto inmediato, son en realidad veneno a largo plazo. El mesianismo que envuelve a su figura es peligroso, porque oculta una realidad innegable: su modelo económico, al igual que otros que se aplicaron en la historia reciente de América Latina, no toma en cuenta la realidad de los trabajadores, de las pequeñas y medianas empresas, de las comunidades más necesitadas.
A los ojos de Milei, la libertad no es la libertad de los pueblos, sino la libertad de unos pocos para enriquecerse a costa de los más desposeídos. Se olvida que la verdadera libertad es la que da el trabajo digno, la justicia social, y un Estado presente que defienda los derechos de cada argentino, sin importar su clase o condición.
El peronismo, en sus distintas etapas, ha comprendido que la Argentina no puede ser una nación donde los ricos se hagan más ricos mientras los pobres se hunden en la miseria. La historia nos ha enseñado que los periodos de «libertad económica» sin justicia social son períodos de sufrimiento para el pueblo trabajador. Por eso, la justicia social no es un concepto vacío, sino una necesidad urgente. No basta con prometer crecimiento económico sin tener en cuenta el bienestar de la mayoría. El neoliberalismo de Milei, que parece prometer soluciones rápidas, es en realidad un camino hacia la concentración de la riqueza y la destrucción del Estado de bienestar.
Milei no entiende que la grandeza de una nación no se mide por la cantidad de riqueza que acumulan unos pocos, sino por la calidad de vida que le ofrecemos a todos nuestros compatriotas. Su visión económica, que parece querer reducir todo a números fríos, olvida la dimensión humana de la economía. La economía debe estar al servicio del hombre, no el hombre al servicio de la economía.
El Peronismo tiene una misión clara en estos tiempos: defender el modelo económico y social que garantice trabajo, educación, salud, y viviendas dignas para todos. Los logros que hemos alcanzado no son casualidades, sino el resultado de un proyecto nacional que pone al pueblo en el centro. En 2025, cuando los vientos neoliberales soplan más fuerte que nunca, debemos redoblar nuestro compromiso con la justicia social y con un país para todos.
La historia nos señala una vez más que la lucha no ha terminado, y el pueblo argentino, como siempre, es el que determinará su futuro. Si Milei cree que podrá destruir las conquistas del trabajo y del Estado de bienestar, se equivocará. La respuesta será, como siempre, el pueblo. Porque la verdadera libertad no se logra destruyendo el Estado, sino construyendo una nación solidaria y justa, donde cada argentino, sin distinción, tenga la posibilidad de desarrollarse plenamente.