Inteligencia Artificial. El futuro que llegó antes.

Escribe Lic. Marcela Blaufuks
No hemos terminado de comprender lo que internet nos ha provocado y surge como un Big Bang la inteligencia artificial. Se define como máquinas que responden a simulaciones como los humanos, con capacidad de contemplación, juicio e intención.
Estos sistemas son capaces de tomar decisiones que normalmente requieren un nivel humano de conocimiento. Pero la IA es tan revolucionaria que es difícil de definir y mucho más complejo es intentar visualizar un límite. Entre veranos e inviernos elijo un hito. 1950, Alan Turing y su pregunta ¿Pueden pensar las máquinas? En su artículo «Computing Machinery and Intelligence» y el consiguiente «Test de Turing» se sentaron las bases de la inteligencia artificial, su visión y sus objetivos.
A finales de 1939 desarrollaba la máquina Bombe para descifrar los mensajes nazis. Su aporte a la humanidad cobra dimensión a través de la perspectiva histórica. Como nieta de un polaco nacido en la fría Varsovia, conocer sobre la Segunda Guerra Mundial y sus efectos devastadores no fue un mero tema de estudio. Alan y su código Enigma salvó vidas mientras la suya se deshacía por la peor de las facetas humanas, la discriminación y el sesgo. Pero ¿qué hace que una máquina sea inteligente? La inteligencia artificial según Patrick Winston del MIT consiste en algoritmos que, mediante restricciones y representaciones, vinculan pensamiento, percepción y acción.
Se divide en dos categorías principales: la IA estrecha (o débil), que opera en contextos limitados y suele realizar tareas específicas con gran eficacia —como los motores de búsqueda, software de reconocimiento de imágenes, asistentes virtuales y vehículos autónomos—, y la IA general, semejante a la retratada en la ciencia ficción, capaz de aprender y actuar en cualquier entorno, resolviendo problemas de manera comparable a la inteligencia humana. Si bien la inteligencia artificial estrecha puede resultar sorprendente por sus logros, en esencia no deja de ser una reproducción limitada del razonamiento humano.
El verdadero desafío está en el desarrollo de una inteligencia artificial general, capaz de desplegar habilidades universales y adaptarse a situaciones nuevas con autonomía, lo que supondría una auténtica revolución en el modo en que las máquinas interactúan y aprenden del mundo.
Y este escenario, de búsqueda del Santo Grial, ya está entre nosotros. Tiene varios nombres. ChatGPT tardó cinco días en llegar a un millón de usuarios desde su lanzamiento en noviembre de 2022. Para ponerlo en contexto Instagram tardó 2.5 meses y Netflix 3.5 años en alcanzar esa cifra. Actualmente cuenta con 800 millones de usuarios activos semanales. El crecimiento ha sido impulsado por actualizaciones tecnológicas como la incorporación de imagen y voz además de su inmersión en entornos empresariales y la popularidad viral en redes sociales. Estas integraciones permiten responder correos, analizar datos de campañas, generar reportes y automatizar procesos sin salir del entorno habitual del trabajo. Otro espacio requiere comprender la guerra por la gobernanza desatada entre Shanghái y la Casa Blanca y el costo ambiental de su impacto. Hoy elijo centrarme en lo que estoy dispuesta a ceder. Shoshana Zuboff nos revela el alarmante fenómeno que ella misma ha denominado «capitalismo de la vigilancia». La amenaza que se cierne sobre nosotros no es ya la de un Estado «Gran Hermano» totalitario, sino la de una arquitectura digital omnipresente: un «Gran Otro» que opera en función de los intereses del capital de la vigilancia.
Nadie nos conoce mejor que nuestro celular. Nuestras búsquedas, nuestros contactos, las interacciones, redes sociales, correos electrónicos e innumerables acciones diarias nos configuran. El exhaustivo análisis de Zuboff nos alerta poniendo al descubierto una amenaza para la sociedad actual. Una colmena controlada pero totalmente interconectada que nos seduce con logros a cambio del lucro de unos pocos y a costa de las democracias, la libertad y nuestro futuro como humanos. Veo que ante la ola enorme del sunami muchos eligen cerrar puertas como si con esa acción el agua no se escurriría. Otros inocentes e incrédulos jugando a que tenemos tiempo. No pido grandes debates, sino discusiones que nos involucren, que nos abran los ojos. Cuidar lo humano requiere hacernos cargo. La autonomía requiere valores y me pregunto ¿cómo decidirán las máquinas? Quienes hoy somos adultos atravesamos una educación donde el desarrollo de las competencias básicas era una regla compartida, un contrato social. Podía haber matices, pero en casa, en la escuela, en la comunidad experimentábamos el aprender la cultura. Leer, escribir, dibujar, dialogar, crear e inventar, descubrir, compartir, jugar eran las puertas que se abrían para aprender el mundo en un contexto seguro. Cuidar lo humano es cuidar la infancia. Escuelas Alfa como gran modelo de negocios vs volver al lápiz y papel de Harvard, así de confuso está el mundo. La inteligencia artificial hoy ya no es ciencia ficción, dialoga, aprende, es empática y adaptable. Puede ser amenaza o potenciarnos.Imagino el futuro, robots humanoides entre nosotros conviviendo en armonía. Nuevos problemas, otras posibilidades. Me gusta pensar en ese contexto. La vida se alarga, el mundo vuelve a ser un lugar interesante. Crecen las fronteras del universo. Me sumerjo en mis ideas, de la genialidad de Alan Turing al ChatGPT. La tecnología es creación humana. Creo en lo humano como transgresor para salvar lo más preciado que tenemos, nuestra singularidad. Abandono el miedo y la invisibilidad y abro la puerta.
Podemos ser nosotros el ojo de Dios o dejarlo a la sofisticación de la máquina. Yo elijo no levantar otro muro como aquel que mi abuelo conoció.