Un Borges de carne y hueso


Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Con el tiempo, en nuestro país, hemos ido sacralizando la figura de Borges hasta convertirlo en una especie de mito literario, un dios que como tal está exento de toda miseria humana, de cualquier rasgo de vulgaridad, impoluto y siempre brillante, dotado de inteligencia y fina ironía, ajeno a trivialidades de cualquier tipo.

La novela del escritor y periodista norteamericano Jay Parini, traducida recientemente al español y publicada en Argentina por EMECÉ, derriba esa imagen de señor culto y serio que nos habíamos hecho de Borges y nos acerca un personaje entrañable con el que a lo largo de los capítulos el lector va construyendo un fuerte vínculo amistoso.

Jay Parini nació en 1948 y en 1971 decidió estudiar literatura. Intentando escapar a un inminente llamado para enrolarse en el ejército norteamericano para combatir en la Guerra de Vietnam, viajó a Escocia y se dispuso a desarrollar su tesis de postgrado bajo la dirección del escritor Alastair Reid (quien por otra parte era traductor de Borges).

Durante su estadía en Escocia, Alastair le pidió a su becario que se hiciera cargo de un escritor latinoamericano que estaría un par de semanas en Escocia y al que él, por tener que viajar de urgencia a Londres, no podría acompañar.

Algo fastidiado por la exigencia de su profesor, Parini se dispuso a asistir durante una semana a un escritor que desconocía por completo. Para sorpresa suya, Borges le pidió recorrer la zona norte del país, las “tierras altas”. Parini y Borges se largaron a una travesía por distintas ciudades de Escocia y fueron tejiendo una amistad que recientemente, cincuenta años después, el hoy prestigioso escritor y crítico norteamericano recrea, desde una perspectiva novelada, en “Borges y yo”.

Sólo existe otro libro (el hoy difícil de conseguir “Borges” de Adolfo Bioy Casares) que se mete con la intimidad del autor de “Ficciones”. Parini describe a un Borges que acaba de divorciarse de Elsa Astete, con quien se había casado tres años antes, y que sigue lamentando la pérdida de su amor de toda la vida, Norah Lange, quien se había inclinado por el también escritor (y para Borges mediocre poeta) Oliverio Girondo. Tal vez el de la novela de Parini haya sido el último viaje que Borges hizo en soledad. Durante los interminables diálogos que sostenía con el joven Parini, mientras viajaban en un auto bastante viejo e inseguro por la zona montañosa de Escocia, Borges menciona cierta atracción por una joven María Kodama, quien se convertiría en su segunda esposa y sería su acompañante a partir de aquel momento.

El relato de Parini alterna episodios anecdóticos (un Borges que se embriaga bebiendo cerveza o que mancha su corbata en cada almuerzo) con observaciones literarias y metafísicas que surgen de las conversaciones entre los dos viajeros y a las que Borges, obviamente, les deja su genial impronta, pero en este caso desprendida de formalidades retóricas o de argumentaciones demasiado académicas o formales.

El Borges que nos acerca Parini resulta así “desacartonado”, siempre de buen humor y dispuesto para las aventuras (dentro de lo que su ceguera le permite), ameno, generoso y, sobre todo, vulnerable a ciertos vicios y costumbres no muy loables de los argentinos.

Una novela recomendable para lograr un acercamiento menos metodológico al universo borgeano y más orientado a las motivaciones, gustos y miserias que como cualquier hombre o mujer, nos acechan constantemente.

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