La triste historia de un niño mentiroso
Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)
A la primavera alfonsinista le asomaban los primeros nubarrones. En la radio habían dejado de pasar “La marcha de bronca” y ahora sonaban todo el tiempo tres melenudos conchetos que denunciaban que a no sé quién le hacían falta vitaminas. A un cráneo resentido del siempre acechante peronismo le hicieron creer que era tiempo de terminar la tarea que, en materia económica, Martínez de Hoy y la dictadura habían dejado a medias. Nos acercábamos a un abismo que a los jóvenes de aquel momento nos marcaría para siempre: la tristemente célebre década menemista.
Tres almas aventureras y casi adolescentes coincidieron en un rinconcito del único barrio de Buenos Aires que demuestra que alguna vez nos propusimos ser un país en serio: San Telmo. Claudia Carrizo, Guillermo del Zotto y Mirna Rey contemplaron sorprendidos el cartelito que ofrecía un taller literario gratuito.
Era ni más ni menos lo que necesitaban.
Quien ofrecía el servicio se llamaba José Sbarra y se autodeclaraba anarquista a pesar de no haber leído en su vida a Kropotkin. Los tres se anotaron y comenzaron a asistir a la habitación umbría y húmeda en la que alguien cebaba mates y proponía actividades literarias.
¿Quién fue José Sbarra? Si le consultamos al chat GPT, nos habla de un publicista, escritor, dramaturgo y colaborador de programas de televisión que nació en 1950. El chat tarda unos segundos en confirmar un dato que a todas luces parece incoherente, “escribió en revistas como Billiken y Playboy” agrega finalmente y uno imagina a la inteligencia artificial poniéndose colorada. En la contratapa de “Obsesión de vivir”, unos de sus primeros libros, Sbarra se define como alguien que “desde niño fue mentiroso, es decir, amó la literatura”.
José Sbarra fue tal vez uno de los últimos exponentes de una cultura y una forma de vivir a las que la dictadura les había dado en la pera y el menemismo les daría el golpe de gracia. Uno de los últimos bohemios en resistir a la tinellización de los medios y a la cultura “boba”, como declara Martín Caparrós, de los años 90.
Ediciones “del altillo”, como parte de su colección Serendipia, acaba de publicar “Este no es José Sbarra”, biografía poco convencional o rescate, más bien, del antiguo maestro. Claudia Carrizo, Guillermo Del Zotto y Mirna Rey componen una pieza a tres voces que reúne el recuerdo de un personaje que, desde la primera página, se ofrece como una especie de mito que aún recorre las calles de San Telmo. Recuerdos, composiciones resultantes del taller, anécdotas personales y el aura del probablemente último libertario (con el perdón de la palabra) y fiel exponente de una época que quedó sepultada para siempre con la caída del Muro de Berlín, y que nos dejó desnudos e indefensos ante una sociedad que restauró los códigos de convivencia de la Edad de Piedra.
“Este no es José Sbarra” se publicó hace muy poco, aunque empezó a escribirse en 1996 cuando el biografiado murió de SIDA en un sanatorio de Buenos Aires.
Carrizo, Del Zotto y Rey tienen la cortesía y la infinita generosidad de permitirle al lector asomarse al íntimo universo Sbarriano, lo hacen a despecho de recuerdos que todavía laceran, de lamentos que no terminan de apagarse y quedaron encerrados en aquellas viejas paredes de la casona decadente del primer barrio que tuvo buenos aires, en las calles adoquinadas que conservan la hidalguía arrogante de lo que pudo haber sido y no fue.
José Sbarra no murió, claro, vive en Claudia Carrizo, en Guillermo Del Zotto, en Mirna Rey ―sus mejores alumnos― y en los discípulos de estos discípulos y en todos lo que intentaron alguna vez escribir desde las entrañas, con el hígado, burlándose de una sociedad en la que debemos decir “soy poeta” en voz baja, resistiendo a la fatuidad funcional al mercado a la que terminamos por acostumbrarnos, al espíritu mercachifle que nos está llevando a otro abismo, mucho más definitivo y angustiante que aquel ensayo inocente de los 90.