Bautismo de Jesús

Escribe: Angélica Diez, Misionera  de la  Inmaculada  Padre  Kolbe, Olavarría.


En muy poco tiempo la liturgia nos hace pasar de la cuna  de  Belén a la madurez  de  Jesús, podríamos  decir; de la  cuna  a los  caminos de la  misión .Al celebrar la festividad del Bautismo del Señor – el domingo siguiente a la Epifanía – ,  se cierra el Tiempo de Navidad y comienza el Tiempo Ordinario, en que meditaremos a Cristo, Salvador del mundo.

            El Bautismo fue para Jesús dejar la vida silenciosa de Nazaret y el comienzo de su misión mesiánica. A lo largo de esos años fue descubriendo su identidad. Está a punto de iniciar su misión y busca a Juan Bautista, que predicaba junto al Jordán. Se pone “en la  fila” hasta  que le llegue  el  turno. Quiere ser bautizado, quiere inaugurar su tarea y se somete también a un bautismo de penitencia. Se ha hecho semejante a nosotros en todo, y por eso no se avergüenza de colocarse en la fila de los  penitentes así como tampoco se avergonzó de nosotros cuando tomó sobre sí todos nuestros pecados, y subió a la Cruz como si fuese un delincuente.

            Jesús nació de las entrañas de María, su  madre, ahora, al salir del agua, oye al Padre Dios decirle: “Tú eres mi Hijo muy querido”. (Mt 3, 13-17) .Así  como  María lo presentó a los pastores y a los magos del Oriente para que le adoraran, el Padre  Dios lo presenta ante el mundo, señalándolo como su “predilecto”. Igual que la estrella le distinguió entre la multitud guiando a los  Reyes, Jesús ve cómo el Espíritu Santo –  en  forma  de paloma – le reconoce entre la muchedumbre y va a posarse  sobre él.

            “En la fiesta del Bautismo de Jesús redescubrimos nuestro bautismo. Así como Jesús es el Hijo amado del Padre, también nosotros, renacidos del agua y del Espíritu Santo, sabemos que somos hijos amados  ¡el Padre nos ama a todos! (Papa  Francisco).

            Pongámonos  también  nosotros  “en  fila”  con  tantos  bautizados para participar  de esta Fiesta  que  nos  eleva  y dignifica  y  traigamos  a la memoria  del corazón al  sacerdote  que  nos  bautizó, a nuestros padres y padrinos renovando  el  gozo  de  ser hijos  de  Dios  y hermanos  de  todos.

             (*)  Angélica  Diez, Misionera  de la  Inmaculada  Padre  Kolbe, Olavarría.

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