Clásico de los clásicos
Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)
“Casi todo lo que los hombres han dicho de mejor lo han dicho en griego”, le hace decir Marguerite Yourcenar al emperador romano Adriano en su célebre novela.
Los clásicos griegos siguen siendo fuente de inspiración para las nuevas generaciones de lectores y, si atendemos a la definición de Yourcenar, encierran lo más elevado del pensamiento humano.
En otra parte de las “Memorias de Adriano” que citamos antes, Adriano confiesa: “Mi primera patria fueron los libros”.
Me resulta atractiva la idea de los libros o la biblioteca como metáfora de ese concepto tan complejo e irritante que es el de patria. En primer lugar, porque en los libros de cada uno está (salvo excepciones muy puntuales) la lengua materna, la herencia más decisiva y perdurable que nos deja la niñez. Y, por otro lado, en los libros que hemos leído queda para siempre un refugio al que podemos volver permanentemente. Un resguardo donde mitigar los fracasos y la desdicha, atemperar las emociones y recuperar ese sentimiento de pertenencia a algo o a alguien, esa confianza en la tribu que todavía persiste, que late, que nos recuerda que hasta no hace mucho nos movíamos como rebaño y nos cuidábamos unos a otros.
Pero, ¿qué hace que un libro se vuelva clásico? Definitivamente los clásicos son aquellos libros que trascienden su época, que resultan de interés después de cien o doscientos o mil años de haberse escrito, incluso, aún sin haber sido de gran interés cuando se publicaron. Los clásicos son aquellos libros que logran escapar a la tentación de la inmediatez, que encuentran la forma de esquivar el recurso fácil de atender problemáticas circunstanciales, fervores pasajeros, contingencias eventuales. Los clásicos, más bien, envejecen alardeando su capacidad para adecuarse a los nuevos tiempos, ofreciendo respuestas a coyunturas imprevistas.
Los clásicos son, en definitiva, una especie de inteligencia artificial que nos hablan desde la virtualidad infinita que se extiende a partir de la muerte de sus autores, son capaces de responder preguntas que nunca se habían planteado y alumbrar donde la chatura nos hace sombra. Pero su saber no es gratuito, para hablar con ellos debemos aprender a preguntar, nada nos dicen si no somos capaces de hacer las preguntas adecuadas.
Intentaremos iniciar, desde esta humilde columna dominguera, una especie de vuelta a los clásicos. Trataremos de compartir, al menos un puñado de razones por las que algunos de los clásicos más importantes llegaron a serlo, intentaremos encontrar en ellos aquello que los hace actuales, imprescindibles.
¿Nos acompañan?