Cuarteles de invierno: a cuarenta años de la gran novela de Osvaldo Soriano

Escribe: Carlos Verucchi.


Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Cuando los romanos salían a conquistar el mundo, tenían en claro que en determinada época del año el frío impedía el avance de las tropas y hacía imposible el combate. Como no había posibilidad de volver a Roma, montaban sus cuarteles de invierno, lugares seguros donde podían afrontar las hostilidades del clima y mantenerse a resguardo de las tribus bárbaras que precisamente pretendían “civilizar”.

Ya desde su título, la novela de Osvaldo Soriano, “Cuarteles de invierno”, resulta metafórica y provocativa. En el contexto de la última dictadura militar, los cuarteles de invierno serían prácticas que permiten resistir, dejar que pase la noche, esperar a que vuelva la primavera para retomar la campaña y la lucha, el famoso desensillar hasta que aclare. Una manera clara y anticipada de descartar cualquier reconocimiento de derrota.

La novela fue escrita en el exilio que el autor vivió en Bruselas entre 1977 y 1979 y se publicó originalmente en el año 80 en Italia. Paradójicamente, la primera versión fue publicada en un idioma diferente al original y Soriano debió esperar hasta el año 82, cuando la dictadura se derrumbaba luego de la guerra, para que sus compatriotas pudieran leerla. En Italia fue elegida como libro del año de autor extranjero en el 81 y en nuestro país se convirtió rápidamente en best seller durante la “primavera alfonsinista”.

Ricardo Piglia afirma que “«Cuarteles de invierno» es, tal vez, el mejor libro que se escribió en el exilio sobre la dictadura argentina, porque no es un libro con una denuncia directa, ni cuyo contenido explícito está ligado a las atrocidades y horrores que conocemos. Es una metáfora concentrada en el enfrentamiento de ese boxeador que se ve obligado a luchar, en una pelea decisiva, con el hombre que había elegido el ejército. Hay mucha gente que narra bien la historia, pero son muy pocos los capaces de construir en una historia sencilla un sentido suplementario. A mi juicio, ése es el gran mérito de la obra de Soriano”.

La historia transcurre, del mismo modo que en la novela “No habrás más penas ni olvido” (publicada en el 76), en un pueblito imaginario en las proximidades de Tandil: Colonia Vela. Un cantor de tangos en decadencia llega desde Buenos Aires para cantar en la fiesta del pueblo. En la estación se encuentra con un boxeador que deberá enfrentar a la gran promesa local (quien además es oficial del ejército) en un combate que dará la chance al vencedor de pelear por el título argentino.

La atmósfera represiva del lugar, el control que sin restricciones ejerce el ejército sobre todos los ciudadanos y la poco disimulada complicidad de algunos civiles, someten a los dos visitantes a una situación asfixiante. Cuando comprenden que fueron contratados para ser los patos de la boda comienzan sus desventuras y eligen enfrentarlas al menos con dignidad. A pequeña escala, Colonia Vela representa al país entero en aquellos años de oscuridad. Como asegura Piglia, Soriano, sin hacer referencia directa a la dictadura ni dar datos concretos de fechas o lugares, construye una metáfora perfecta de los años de terror. Desde lo cotidiano, a través de historias triviales y con personajes que no terminan de entender lo que ocurre, explica de manera magistral los orígenes del horror, las grietas insalvables que desembocaron en la violencia, la dignidad de un pueblo a la hora de resistir.

Alguien dijo alguna vez que los diálogos que construye Soriano en sus novelas son capaces de sonar en el silencio indiferente del papel, de retumbar en nuestros oídos de tan certeros y naturales. Sin dudas esa virtud del narrador se pone de manifiesto acabadamente en este caso, los personajes están construidos a través de lo que dicen, nos llegan y nos conmueven por la forma que tienen de decir lo que dicen. No necesitan descripciones convencionales.

A cuarenta años de haberse publicado por primera vez en nuestro país, “Cuarteles de invierno” sigue tan vigente como siempre a la hora de ayudarnos a entender el pasado. Una pretexto perfecto para releer a Soriano y aprovechar una vez más su gran capacidad para pintar aquellos años oscuros.

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