El «enano fascista» que no se va
Por Carlos Paladino.
Alguien dijo una vez, que a no todos los países les es fácil comprender los alcances de la Democracia y la puesta en función de ese sistema. Es bastante más que una simple palabra, encierra en sí, un cambio rotundo en la vida política de cualquier nación no acostumbrada a ese régimen de concordancia, de justicia, de igualdad, de significación cognitiva institucional, etc. Convengamos en asumir, que es un problema difícil de entender, comprender y luego resolver; ha resultado complicado inculcarlo en América Latina, lugar donde la autocracia ha superado la intentona democrática; aunque, creemos, que no tan engorrosa, como para no haberla ya concienciado. En tiempo argentino, son casi cuarenta años. Ya no es excusa que tantos años de autocracia pasadas, nos dificulten el aprendizaje. Lo extraño es que, aún hoy. en tiempos de democracia, los atisbos autocráticos estén activados y a disposición. Sus mecanismos se ponen en movimiento, no bien finalizado el proceso eleccionario obligatorio. Una frase de rigor, fea y desagradable, se oye de inmediato del lado de la oposición. “Nosotros le garantizamos la gobernabilidad”, no como un compromiso de elaboración y proyectos conjuntos; si no, más bien, cómo si se tratara de una gauchada de ocasión que se le ofrece al ganador. Es un compromiso a medias, Del mismo se desprende algo que nos induce a pensar que, el enano fascista, siempre está a punto de caramelo para ponerte en apuros, si no se hacés lo que la contra quiere.
“Los argentinos tienen un enano fascista adentro”, es una expresión surgida en la última etapa del gobierno militar, atribuida a Oriana Fallaci, una periodista italiana que nos visitó en esa época y que otorgó una entrevista a Bernardo Neustadt, al cual trató de colaboracionista. Los democráticos y los pseudos democráticos – que no dejan de ser una variante posible de la autocracia -, se sintieron molestos y ofendidos. El futuro presidente Raúl Alfonsín se hizo de la consigna, pues sostenía que ese “enano antidemocrático”, le cedería el paso, definitivamente, al “consenso republicano”, para enfocarnos en la creación de una nueva Argentina. Ilusiones del Padre de la Democracia. Si juzgamos el acaecer diario, la verdad nos muestra que el pequeñín malvado, estuvo, está, y seguirá estando en la organización política nacional.
Lo dicho tiene por finalidad poner el acento en los enanos fascistas latentes en la sociedad, ya sea por inconformidad, por enojo, por injusticias acumuladas, elementos que nos hacen perder les estribos y nos olvidamos que la democracia atiende, también, a la toma de posesión de la presidencia de la nación. El alto cargo que el Congreso Nacional le asigna al nuevo presidente electo, es una ceremonia en la que le traspasa, entre los atributos del cargo, el respeto a su investidura. La deferencia al presidente de la nación está en desuso entre los argentinos; ni el Congreso que puso en valor su cargo; le rinde respeto. Es una pésima conducta que lleva décadas. Es más, si el presidente no es injuriado, insultado, puteado, de la peor manera, es una mariconada de la que nadie desea quedar afuera. El presidente Alberto Fernández sufre, en este momento. una tormenta de descalificaciones que debe ser motivo de preocupación y alarma; sobre todo, si todavía conservamos el espíritu democrático y una certidumbre en los beneficios de disfrutar de una democracia consolidada. Las descalificaciones de este tipo, no cumplen ningún rol en la doctrina democrática; al contrario, la irritan de manera exasperante. humillante. Ocurrió, que el presidente Alberto Fernández, en su afán por quedar bien con el mandatario español, en la reunión de días pasados; ponderando el arribo de España a nuestras tierras, dijo mal una reconocida frase del escritor Octavio Paz (nosotros en una edición la utilizamos) y, sin mediar reflexión, se le fueron directo a la yugular. Los dichos; por una cuestión de relaciones internacionales, podrían haberse disimulado desde el gobierno; pero, en un mandatario alicaído como es Alberto Fernández, la cuestión llegó a grados inadmisibles y, porque no pensarlo, a alguno le convino aumentar su deterioro. Fieles e infieles al presidente, aprovecharon la volada para sacarse muchos entripados de encima. Desde nuestra posición, insistimos en expresar, que este tipo de repudio no es bueno para la democracia. La principal repulsa vino del lado del periodismo; de los mismos periodistas que criticaron al gobierno de Alfonsín, entre otras cosas, por ser ignorantes, intolerantes y malparidos, con el primer gobierno democrático. El “rating” y la venta de diarios, fueron los mejores aliados que tuvo el peronismo para provocar el derrumbe de Raúl Alfonsín. Entonces, debimos suponer que Oriana Fallaci tenía razón, cuando les dijo a los periodistas: “Ustedes tuvieron aquí un genocidio. Algo tan atroz no es posible sin una prensa cómplice”
El enano fascista clandestino, en los medios de difusión, en los militares, en los empresarios, en la oposición, en los sindicatos; actuaron a cara descubierta contra el Presidente Arturo Illia, el hombre más honesto, justo y capaz, que pueda dar democracia alguna. Lo llamaban “tortuga”, “viejo ajado”, “inútil”, entre otro montón de descalificaciones. Hoy lo reconocen como ejemplo de mandatario a copiar; es demasiado tarde para hacerlo. Los mismos actores; antes, fueron los instigadores del golpe de estado pronunciado contra el presidente, Arturo Frondizi. Queremos decir que, a los gobiernos democráticos que pasaron por la Casa Rosada, “el enano fascista” latente siempre en determinada oposición, no los dejó gobernar en paz. No cabe perpetuar esa idea facciosa de acabar con la representación democrática en la República Argentina. Si hay gente interesada en que el Presidente de la Nación, Alberto Fernández se acobarde y deje su función; decimos que, por el bien del futuro democrático, el presidente se debe ir del mismo modo que llegó. A través de la voluntad popular. Es lo que corresponde hacer en un país civilizado.
Los viejos demócratas argentinos, se regían por algunas consignas que debieran ser temidas en cuenta en la política actual; Ricardo Balbín decía: “El que gana gobierna, el que pierde ayuda” Pese, a haber sido detenido por su ideario republicano, Balbín, en su vejez se amigó con Juan Perón. Ambos buscaban la unidad política. No pudo ser, no convenía tener a un Perón vivo y enternecido.
Hasta aquí; expusimos nuestra idea defensora de los instrumentos institucionales que deben observarse en los actos de gobierno; cuestión que, en ningún momento pretenden poner a salvo las irresponsabilidades del presidente Alberto Fernández en el ejercicio de sus facultades. Aquellos que puedan haber seguido nuestros comentarios en este medio, saben que no creemos en el gobierno del Sr, Fernández, avasallado por la señora Cristina Kirchner, creando un poder anómalo y de alto riesgo para el desenvolvimiento democrático y, por ende, para toda la ciudadanía. Seguimos criticando la injusticia y la desigualdad, cada vez más evidentes en la distribución de su política. Reconocemos en La Cámpora, un cuadro perturbador de la normalidad republicana, fundado con los fines específicos de ser una alternativa segura en la prosecución del poderío conseguido durante los gobiernos del matrimonio Kirchner. Renegamos de la arbitrariedad de esta facción kirchnerista jugando con la salud de la gente, digitando el plan de vacunación oficial y; de igual modo, la sobredimensión de los gastos que ese aparato precisa para su despliegue partidario; plata que bien podría ser aplicada en disminuir la pobreza inocultable. Asimismo, nos llama a cuidado, la opinión de la diputada Fernanda Vallejos, justificando con argumentos impropios, el aumento de las dietas; esta señora es la misma ultra K, que propuso qué, el Estado se adueñe de porciones de las empresas, a cambio del dinero que la Anses les dio para ayudar a pagar parte de los sueldos de sus empleados, cuando la restricción pandémica impedía producir.
Queremos defender la investidura presidencial por lo que atañe al sistema democrático-republicano y, queremos sacar de cuajo, el “enano fascista” con el que hemos convivido y que nos ha impedido vivir felices y en una plenitud estable y duradera.
¡¡No son demasiadas pretensiones!!
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