En Lourdes dijo su nombre
Miriam Ayala, consagrada a la virgen de Tandil.
La advocación católica de Nuestra Señora de Lourdes hace referencia a las 18 apariciones de la Virgen María que Bernadette Soubirous (1844-1879) afirmó haber presenciado en la gruta de Massabielle, a orillas del río Gave en la población de Lourdes( Francia ), en 1858. El 11 de febrero celebramos la primera de las apariciones a esta niña de 14 años.
El 25 de marzo de 1858, día de la decimosexta aparición, Bernardita pide a la “Señora” que le diga su nombre. Ella le responde en bigurdán (dialecto): “Que soy era ImmaculadaCouncepciou”, lo que quiere decir: “Yo soy la Inmaculada Concepción”, es decir: “María concebida sin pecado, por los méritos de Cristo en la Cruz”. El dogma católico de la Inmaculada Concepción de la Virgen María había sido solemnemente proclamado, tres años antes, el 8 de diciembre de 1854, por el papa Pío IX.
La “Señora” de la Gruta comunica su vocación: ella es la Madre de Jesús. Para ello es Inmaculada, habitada por Dios. Es una clara invitación para la Iglesia y todos los cristianos a dejarse habitar por Dios para ser inmaculados y perdonados.
La popularidad del agua que brotaba de la fuente nació de los milagros. Bernardita decía: “Tomen esta agua hay que tener fe, hay que rezar: ¡esta agua no tendría ninguna propiedad sin la fe!”. A partir de los hechos testimoniados por Bernadette Soubirous, la Iglesia católica consideró a la Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de Lourdes como la patrona de los enfermos.
Podemos descubrir también en el mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes, que se presenta Ella misma como Madre y modelo de pureza para el mundo que está necesitado de esta virtud. Señala también las virtudes de la pobreza y humildad al escoger a Bernardita. El valor de la oración, del rosario, de la penitencia y humildad (Bernardita besó el suelo como señal de ello). También es un mensaje de misericordia infinita para los pecadores. Y para Bernardita una promesa de felicidad: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el próximo”.
Hace treinta años, – cada 11 de febrero – se celebra la Jornada Mundial del Enfermo instituida por san Juan Pablo II. Junto al papa Francisco encomendamos a “…todos los enfermos y sus familias a la intercesión de María, Salud de los enfermos, Nuestra Señora de Lourdes para que les llegue a todos su afecto con la Bendición Apostólica”.
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