La brutal construcción del enemigo interno


Por Claudia Rafael en Agencia Pelota de Trapo

(APe).- Cárcel o bala, vocifera José Luis Espert que –esta vez- sueña con concretar masivamente ese eslogan desde un lugar más apetecible en el poder político. Hay que colgar cuatro o cinco de estos delincuentes en una plaza pública, después de llenarlos de agujeros, y vamos a ver cómo no joden más con la gente de laburo, completa el concepto. Actualización de aquella consigna de Carlos Ruckauf en la campaña para la gobernación bonaerense de 1999 (“hay que meter bala a los delincuentes”, bramaba).

Como sea, se trata de aportar a la construcción del enemigo interno. En Jujuy, con la ejecución de Ivo Rodrigo Torres, el pibe de 22 años, acribillado por cuatro gendarmes. En Mar del Plata, con Matías Paredes, de 26, baleado por cinco policías de civil que lo confundieron con el ladrón y homicida de un kiosquero. Como cuando 20 años atrás persiguieron a Fernando Carrera en lo que pasó a la historia como la masacre de Pompeya (es recomendable ver El Rati Horror Show). Y en estos días calientes de los incendios patagónicos, con los mapuche y los brigadistas autoorganizados en la mira.

Tratan de “romper el tejido social”, analizó Néstor Avalos, de la APDH región Noroeste de Chubut. Y es esa técnica ya experimentada en el tiempo, la clave del armado más temible. Porque cuando se rompe el tejido social, cuando se logra constituir la imagen del enemigo ya no hay vínculo de hermandad sino que se va erigiendo un muro de desconfianza. La feroz maquinaria de instalar noticias falsas es fundamental en ese camino. ¿Y si es cierto que no estaba apagando un incendio? ¿Y si ese bidón no era para combatir el fuego? ¿Y si el que robó y asesinó al kiosquero marplatense Cristian Velázquez no fue “el Guachín” sino el pibe de 26 que iba en auto con sus amigos? ¿Y si Ivo Torres en verdad era un dealer que traía droga para vender?

La construcción del enemigo no es espontánea ni de un día para el otro. Hay un lenguaje, hay eslóganes, hay prácticas que se van modelando en el tiempo. Hasta encontrar momentos propicios para avanzar en la destrucción de ese otro.

La antropóloga Eva Muzzopappa analiza que el concepto de enemigo interno aparece a mediados del siglo pasado a partir de la escuela francesa y la doctrina contrarrevolucionaria de Argelia. Y plantea: “Si lo tomamos como idea más amplia, se puede ver cómo se construye al peronismo como enemigo interno, al movimiento obrero como enemigo interno, o a los indígenas como enemigo interno. Es un concepto muy de época. Podríamos hasta decir que los mapuches no eran enemigo interno hasta que ocupan terrenos”.

Y es esa última frase uno de los ladrillos fundamentales: en el momento en que los mapuche actúan como sujetos políticos claros, con autodeterminación y decisión férrea de defender su tierra y su cosmovisión, es cuando el poder económico, el poder político y sus adláteres securitarios los ubican en su mira. Hoy los incendios desmadrados son el caldo de cultivo para una bifurcación sustancial. Por un lado, las distintas policías, los gobiernos locales, provinciales y nacionales, las patotas paraestatales al servicio de los poderosos avalados por las operaciones político-mediáticas confluyen en las prácticas de intimidación orquestada. Por otro, la organización social que sigue siendo fundamental en la defensa de la vida y de los territorios. Desde Lago Puelo, en nota con lavaca.org, Iván González definió que “el miedo que nos quieren infundir no va a ser un obstáculo para seguir organizándonos en los territorios y en las calles”.

Hay una política de avances y retrocesos en donde los sectores más vulnerados son los que pagan las consecuencias. Se va demarcando la lógica del bien y el mal en la que se le quitan los rasgos de humanidad a una porción de la sociedad. Y es esa porción, en la que caben los distintos, los que sacan el pecho, los que se plantan, los que ya no tienen cómo plantarse, los que perdieron todo, los que nunca tuvieron nada, los que se organizan para perder el miedo, la que es digna –a ojos del poder político-empresarial- de ser criminalizada. En una concepción que –ya adelantaba Foucault hace medio siglo- promueve el castigo “no ya sobre lo que han hecho, sino sobre lo que son, serán y pueden ser”.

Este es un tiempo en que resulta lícito el fogoneo constante del enemigo interno. Una práctica a la que recurre la mayor parte de la dirigencia planetaria que encontró en este presente el momento propicio para la proliferación de muros que segreguen y que destruyan los lazos (muestra bizarra: la figura de la súper ministra de seguridad nacional colocando el primer palo para un alambrado fronterizo). Hace más de 20 años, Alberto Morlachetti escribía en los inicios de esta agencia que “demasiados años de intolerancia alimentan hoy ese fascismo brutal que nos convoca a mirarnos de reojo y matar de espaldas a nuestros chicos. El capitalismo ha inventado un hombre sin compasión que no encuentra lugar en el semejante”.

Y ahí radica una de las grandes claves. Hasta dónde podrá avanzar esa concepción oscura y destructora que juega su principal batalla sobre la inacción y el miedo que se cocina, a fuego lento, en el interior de nuestras casas, otorgando todos los permisos sociales para nuestra propia destrucción masiva.

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