La Visitación de María


(*) Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.

La Visitación de la Virgen María es una Fiesta Universal de la Iglesia Católica que celebra la visita de María, la Madre de Dios, con el niño Jesús en su vientre, a su prima Isabel. La escena del Evangelio (Lc 1,39-56) une las dos «anunciaciones», a Isabel y a María: dos mujeres y dos promesas. En cuanto escucha el saludo de María, el bebé en el vientre de Isabel comienza a «saltar de alegría». El Mesías, Jesús, aún no nacido, pero está presente en el vientre de su madre María, y se encuentra con Juan, el precursor, un profeta también presente en el vientre de su madre Isabel.

La historia de la Visitación de María a Isabel nos enseña una lección importante: cuando Cristo está creciendo dentro de nosotros, seremos conducidos a personas, hacia lugares y situaciones que nunca hemos soñado. Vamos a tener palabras de consuelo y de esperanza que no serán nuestras. En el mismo acto de consolar a otros, seremos consolados. Si Cristo crece en nuestros corazones vamos a estar en paz, sentirnos amados, porque sabemos que por muy insignificante que parezca nuestra vida y nuestros problemas, a partir de ellos Cristo se está formando en nuestro interior. El Papa Juan Pablo II lo subrayó en una homilía de 1997, cuando reflexionó sobre la Visitación: “En este acto de solidaridad humana, María demostró que la caridad auténtica, crece dentro de nosotros cuando Cristo está presente”. Además, la Visitación nos revela que la presencia de Cristo trae consigo la gracia y la alegría, que deben ser el sello de la vida cristiana.

En nuestra vida cotidiana, tenemos la oportunidad de practicar también ese ministerio de la caridad: hacer cosas por los demás, amar a las personas difíciles, servir a los pobres, enseñar a otros, permitir servir y ser servidos, enseñar, cuidar, consolar y amar sin horarios ni limitaciones. Tales momentos nos liberan de nuestros propios egoísmos y nos permiten cantar con alegría el Magníficat como María – a lo largo de nuestra vida – y celebrar así, las grandes cosas que Dios hace por nosotros y nuestro pueblo.
¡Cuánto para aprender y practicar mirando a María en nuestra relación con Dios y con los demás! Caridad y servicio: María, a pesar de estar embarazada, se preocupa por su prima Isabel y la asiste en un momento de necesidad. Humildad: María, quien lleva en su vientre al Hijo de Dios, su ejemplo nos invita a ser humildes y a poner las necesidades de los demás antes que las nuestras. Alegría en el servicio: El encuentro entre María e Isabel está lleno de alegría y bendiciones. Reconocimiento de la presencia de Dios: Isabel, llena del Espíritu Santo, reconoce a Jesús en el vientre de María es un llamado a estar atentos y a reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas y en las vidas de los demás; a renovar nuestra fe y confianza en Dios.

En esta fiesta se evidencian acciones muy importantes: el amor verdadero es abnegado – en salida -; el valor de respetar y defender la vida humana -lo que hay en el útero después de la concepción es una vida humana-; y es una llamada muy evidente – como cristianos – a llevar a Jesús a los hermanos (como lo hizo María) y a reconocer la presencia de Jesús en los demás (como lo hizo Isabel).

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