Nuestra imagen ante el mundo – Piquetera y hambrienta
Por Carlos Paladino

Sin hacer un sondeo riguroso; recurriendo al juego apurado de la memoria, podemos
mencionar distintos rótulos con que el mundo, a través de su historia, ha identificado
a la Argentina: Carlos Gardel; el Granero del Mundo; el Teatro Colón, Juan M.
Fangio, la clase media ascendente (envidia de América), Diego Maradona, y otros
tantos prototipos. Eso, fue. Hoy, se exhibe como Marca Registrada (MR) de la
nación argentina, los piquetes callejeros y la gente hambrienta pidiéndole
bolsones de comida al gobierno que los representa. ¿En argentina falta la comida?
De ser así, puede entenderse si intuimos un Estado donde prevalece la mala política,
una corrupción generalizada que deja como saldo perjudicial, las miserias del
pueblo. Una inmoralidad absoluta que se viene gestando y aumentando desde hace
mucho tiempo y, con la venia del sufragio democrático. Entonces, diríamos, la
protesta no tiene asidero válido: el pueblo soberano así lo determinó. Sin embargo,
ciertos dirigentes impúdicos obligan a miles de ciudadanos a marchar en son de
protesta, rogando por un mendrugo de subsistencia básica. ¿A la Argentina le dejó
de preocupar la pobreza? Seguramente que eso no le ocurre al argentino generoso,
que no sabe lo que es bajar los brazos aun estando al corriente de que es usado como
un estropajo por una dirigencia política infectada y desaprensiva que se observa
(principalmente) en la nueva variante peronista: el kirchnerismo. Perón fue
reemplazado por la dinastía Kirchner y los peronistas –dinerillo de por medio – lo
consintieron; “los peronistas de Perón” vegetan en la medida que Dios les de vida,
añorando viejos encantos del pasado. Quedaron subsumidos en la nueva corriente; y
si no es así, que lo demuestren poniendo en valor la doctrina del General.
Después de todo, el sistema democrático, encuentra su fortaleza en los derechos
humanos, la justicia igualitaria y la disminución de la pobreza. Abecés para ser
usados en la coyuntura proselitista y, después, si te he visto no me acuerdo. La
nebulosa y ambigüedad que encierra la noción de pobreza, daría la sensación, de que
nació sólo, para ser el argumento discursivo de todas las parcialidades políticas, sin
excepción.
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Los que gastamos con intensidad la vida en este singular país, a la par del desgaste
sufrido, acumulamos la experiencia suficiente como para hablar sin mucho margen
de error. Los que fuimos educados contando y restando “palotes”, al mismo tiempo
que leíamos “Los nenes y las nenas aman a Evita. ¡Viva Evita! ¡Viva Perón!”,
también supimos que Perón vino a dignificar a la gente humilde, brindándoles
trabajo honrado y el complemento de los respectivos beneficios sociales. Pero, para
eso, el hombre debe trabajar y ganarse – al menos – lo que consume. ¿Cómo una
persona – se ejemplificaba – que tiene dos brazos y dos piernas, pide alimentos en
vez de buscar trabajo y mantener a su familia? Para pedir comida y cubrir otras
carestías se iba a la Iglesia. Ese rol lo cumplían las iglesias de las comunidades. O,
tal vez y, mejor dicho; algunas parroquias.
Ningún gobernante quiere mostrar la pobreza de su pueblo, lo que, ciertamente, no
se da en el kirchnerismo en el gobierno, que lo saca a pasear por el centro de la
capital, con frío o con calor, sin contemplar a las mujeres que asisten con sus niños,
que, además, les toma asistencia bajo apercibimiento de no cobrar el plan del
próximo mes y de quedarse con un porcentaje de ese mezquino auxilio que recibe el
beneficiario, para cubrir los gastos de la organización piquetera. Por lo tanto, esa
tarea que debería controlar la gestión gubernamental (ya que se trata de recursos del
Estado); se terceriza a través de encargados barriales que convierten la asistencia
social, en un burdo trabajo lucrativo. ¿Realmente, a los cabecillas de la movida
piquetera el pobrismo y las carencias los enternece? Algún que otro funcionario del
gobierno encargado de dar solución a la indigencia de las familias argentinas; son
los mismos que se formaron políticamente en al ámbito violento e insurgente de los
’70; el “sententismo”, como dieron en llamarlo. A la sazón cabe el interrogante: si
en su momento no les importó tirar tiros y bombas dañando a inocentes; ¿les puede
interesar de corazón, desinteresadamente, resolver escrupulosamente la calamidad
que resulta una pobreza que flagela a “los más vulnerables”? Una vez que esos
oportunistas se codearon con un mango, no importa de dónde viene ni a quien se lo
están robando. Con el kirchnerismo en la dirección del país, esta muchachada
alcanzó algo del poder que siempre codició. Escribimos “algo del poder”, porque en
realidad ambicionaban ser más todopoderosos que el mismo líder que los convocó,
Juan Perón.
Líneas antes, dijimos que a ningún gobernante le gusta mostrar la gente más pobre
de la sociedad. Bueno; el presidente Perón un fue la excepción; tampoco le gustaba
hacerlo. Cuando se inauguró el aeropuerto de Ezeiza, no había autopistas que
llegaran al centro. Se utilizaba el camino que circundaba al Riachuelo y pasaba por
una “villa miseria” conocida como Villa Jardín. Ante una visita del presidente de
Chile, Perón mandó construir un extenso paredón que ocultara la vista de la villa
miseria. Más adelante, en ella se inspiró la película “Detrás de un largo muro” En
ese tiempo, la villa mencionada, era el único asiento marginal; de ahí en más, estos
centros de pobreza crecieron y se diversificaron de manera inexplicable. Ha habido
una coherencia en la sucesión de los gobiernos argentinos, sean del cuño que sean y,
esa conexión la resumimos en el aumento inexorable de los índices de pobreza.
Hasta llegamos a alterar los registros del pobrismo argentino, asegurando que
nuestro país tenía menos pobres que Alemania. No deja de ser una expresión
despreciativa y desvergonzada de la realidad, que esconde un sincero “me importan
un carajo los pobres argentinos” Este es el respeto que los kirchneristas le conceden
al pueblo en situación de pobreza extrema.
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En Argentina es una quimera pretender bajar el número de personas carenciadas.
Para logarlo se deben achicar los gastos del Estado, y su consecuencia inmediata que
es la inflación. Se puede hacer, claro que es posible; pero, no es algo que convenga a
los gobiernos con orientación populista. Son anomalías previsibles que se renuevan
de continúo en los Estados dictatoriales. La mejor táctica electoral esgrimida por
el peronismo, siempre ha sido el asistencialismo, de este modo le demuestran su
bondad a la población necesitada. Otra estrategia es negar – ahora que aprendieron la
palabra neoliberalismo – el crecimiento personal del individuo, a partir del trabajo
creado por el sector privado. Es que los emprendedores, los empresarios son todos
unos “miserables” y de hecho los hay; no obstante “los ricos miserables” no pueden
ser catalogados de “traidores a la Patria” por no querer vender sus cosechas. Si todos
sabemos que los dólares que ingresen tienen por destino solventar los más y más,
planes sociales que nunca alcanzan y la incesante incorporación de nuevos agentes
al estamento público. La única fórmula que conoce la conducción peronista de dar
trabajo.
La pobreza, las penurias, la indigencia, quitan perspectivas de ascenso social a
ciudadanos que no han hecho nada para ser postergados. Aunque; algo de razón
tiene el presidente Alberto Fernández, cuando se figura que los problemas
argentinos son originados por el crecimiento sostenido.
“Los “planes” son lo único que creció en la Argentina K: 657% en los últimos
20 años. Hoy representan el 4,5% del PBI” (La Prensa- Sergio Crivelli –
19/5/2022). Mientras la libertad de expresión, sea libre, cada uno interpreta como le
viene en ganas el concepto de “pobreza” y de “crecimiento de una nación”
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