Solemnidad de todos los Santos y 28° Jornada Nacional de Oración por la Santificación del Pueblo argentino
La solemnidad de Todos los Santos tuvo su origen en el siglo IV en Oriente, con el tiempo se extendió por la cristiandad. El Papa Gregorio III (731-741) estableció el 1° de noviembre para su celebración. La solemnidad se ubica hacia el final del año litúrgico, cuando la Iglesia tiene la mirada puesta en el final definitivo, y piensa en quienes ya han cruzado las puertas del cielo. En este día celebramos también a todos aquellos santos anónimos que practicaron silenciosamente la plenitud del Evangelio en lo cotidiano, por eso esta fiesta invita a la esperanza.
Los santos son auténticos amigos de Dios, muestran cómo el amor transforma a hombres y mujeres para hacerlos santos por eso la Iglesia nos invita a dirigir a ellos nuestra mirada. No son héroes, son personas como vos y yo que aceptaron recorrer el camino de las Bienaventuranzas. Se sentían «pecadores perdonados». Por la gracia de Dios aprendieron a conocerse a sí mismos, a dirigir sus fuerzas hacia Dios y al prójimo, desde su fragilidad confiaron en la Misericordia divina. Nos animan a apuntar alto, a mirar lejos, a la meta y al premio que nos esperan; a no resignarnos ante las dificultades de la vida cotidiana, porque la finalidad es trascendente, la comunión eterna con Dios. Con esta fiesta, la Iglesia nos propone modelos de vida bienaventurada que interceden por nosotros para vivir con mayor intensidad este último tramo del año litúrgico, signo-símbolo del camino de la vida.
El escritor católico francés Ernest Hello, (siglo XIX), se refirió a los santos con estas palabras: «Los elegidos, los Santos, varían entre ellos en inteligencia, actitud, vocación. Tienen diferentes dones y diferentes gracias. Sin embargo, una similitud invisible se encuentra en el fondo de la gran diversidad. Todos llevan el mismo signo: el signo del mismo Dios”. Se trata de seguir el camino trazado por Jesús e indicado en el Evangelio: las bienaventuranzas. Las Bienaventuranzas son la vía hacia una vida hermosa, bienaventurada, feliz… una vida lograda, una vida santa.
Esta solemnidad nos muestra que una vida «bendita», «bella», «exitosa», «santa»… es posible. Todos podemos convertirnos en esos «santos de la puerta de al lado» de los que nos habla el Papa Francisco. Hombres y mujeres capaces de hacer brillar la luz del Amor misericordioso del Señor en la vida cotidiana: en la familia, en el trabajo, en nuestro tiempo libre… saber vivir como Jesús. Hace presentes en nuestra memoria a aquellas personas que, superaron la debilidad y las tentaciones, fueron dóciles a la acción del Espíritu Santo y ahora comparten la gloria de Cristo, sobre todo nos recuerda que el compromiso es determinarnos a transformar este mundo con la fuerza del Evangelio.
Para esta importante Fiesta litúrgica el Papa Francisco invita en su exhortación apostólica Gaudete et exsultate (Alegraos y regocijaos, Exhortación Apostólica sobre el llamado a la santidad en el mundo actual) a que: «No pensemos solo en los ya beatificados o canonizados. El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de Dios, porque «fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 9.).
Asimismo, el Papa Francisco nos recuerda que: “…todos estamos llamados a la santidad. Los Santos y Santas que hoy celebramos son personas que han vivido con los pies en la tierra; han experimentado el trabajo diario de la existencia con sus éxitos y fracasos, han encontrado en el Señor la fuerza para levantarse siempre y continuar en el camino. La santidad es una meta que no puede ser alcanzada por las propias fuerzas, es fruto de la gracia de Dios y nuestra libre respuesta a ella. La santidad es un don y una llamada… es una vocación común a todos los cristianos, a los discípulos de Cristo; es el camino de la plenitud que todo cristiano está llamado a seguir en la fe, avanzando hacia la meta final: la comunión definitiva con Dios en la vida eterna, al recordar a los Santos levantamos la mirada al cielo no para olvidar las realidades de la tierra, sino para enfrentarlas con más coraje y esperanza”.
En este día nuestro país se une en oración por la santificación de su pueblo, el 1° de noviembre celebra la 28°Jornada Nacional de Oración por la Santificación del Pueblo Argentino y la glorificación de sus siervos de Dios, este año en 28° edición bajo el lema «Los santos, hombres de oración».
Colaboración de las Misioneras de la Inmaculada, Padre Kolbe