Construyendo un reactor nuclear en el galpón de su casa

Posiblemente a los que nos gusta inventar cosas se nos pasen mil ideas por la cabeza cada día, y de esas,  pocas veces las más disparatadas lleguen a ver la luz, éste es el caso de una ellas.

Por: Arq. Jorge Hugo Figueroa.

Tiempo de lectura estimado:  2:10 minutos    

  Hubo una vez un chico llamado David Hahn, el cual, además de ser un brillante intelectual se había obsesionado con la química.

  Cuando era niño sus padres se separaron y él se fue a vivir con su padre y la novia, mientras que veía a su madre los fines de semana.

  Su vida transcurría de manera normal hasta que le regalaron un libro llamado “El libro dorado de la química”. En ésta obra se enseñaba como hacer ciertos experimentos, cosa que cautivó a David, que en ese momento tenía 10 años,  y poco a poco empezó a hacer sencillos experimentos en su habitación. Fue tanto el entusiasmo que mostraba que sus padres le fueron regalando material de laboratorio profesional.

  Al verlo tan solitario, siempre jugando en su dormitorio, el padre y la madre decidieron llevarlo a los Boy Scout para combinar ese deseo por experimentar y aprender en un ámbito más social.

  Luego de una serie de pequeños experimentos fallidos, (con los que David había quemado una alfombra y algunos  muebles), el padre y la novia le acondicionaron el sótano para que pueda tener allí su laboratorio de química.

  Por “motus propio” David comenzó a buscar trabajo con el fin de ahorrar dinero y poder comprar equipos más específicos y por lo tanto, más costosos.

  Una de las tantas peligrosas anécdotas cuenta que el niño había conseguido fósforo rojo, al cual comenzó a golpear con un hierro consiguiendo que éste explote y le produjera diversas heridas en el rostro y los ojos, puesto que no solía usar elementos de seguridad.

  Luego de terminar hospitalizado y con el padre y su novia aterrorizados por el desastre que pudo haber provocado, le cerraron el laboratorio. Pero David convenció a su madre de trasladar el laboratorio a su casa.

  Su madre mandó a construir un pequeño cobertizo en el fondo de su casa para que el ya adolescente, pueda continuar con sus experimentos.

  Éste lugar, un poco más apartado de la mirada de los adultos (que ya de por sí poco controlaban lo que hacía), dejó el camino abierto para que pueda llevar adelante todas sus ideas.

  Aparentemente, el novio de su madre lo oyó decir a David que el mundo se estaba quedando sin petróleo y que sería genial si se pudiera desarrollar más la energía nuclear, concretamente, la llamada fisión nuclear. Pese a conocer el historial de David relacionado con sus ideas y la convicción de llevarlas adelante, no le dieron demasiada importancia.

  Fue pasando el tiempo con comenzó a escribir varias notas y pensar en como podría fabricar un reactor nuclear en su casa. Dichas notas fueron enviadas a varias revistas de la época dedicadas a la divulgación científica.

  Uno de los primeros logros fue teórico. Se trataba de un esquema que publicó en un documento donde mostraba como era el reactor que quería fabricar. Dicho trabajo apuntaba también a conseguir una insignia en los Boy Scout que nadie había conseguido antes (supuestamente porque en aquel ámbito a nadie le interesaba la energía nuclear)

  Naturalmente cuando presentó el documento a los 14 años, se le entregó dicho galardón.

  Y esto no hizo más que alentarlo a continuar en su gran proyecto, conseguir un reactor de fisión nuclear en el galpón de su casa…

  Para poder crear su reactor nuclear, hizo falta tener materiales radioactivos y así obtener el efecto de la fisión, que es cuando un núcleo pesado de un átomo, al ser bombardeado con neutrones, se convierte en inestable y se descompone en dos núcleos, cuyos tamaños son del mismo orden de magnitud produciendo un gran desprendimiento de energía y la emisión de dos o tres neutrones que a su vez bombardearán a otros átomos y así, generando una reacción en cadena.

  Pero David no quería construir un reactor cualquiera, sino que quería hacer un “reactor reproductor”, que es básicamente capaz de generar más combustible y que se retroalimenta como una máquina de movimiento perpetuo, es decir; Un reactor nuclear que una vez alimentado funcione por sí solo y que, de una manera indefinida, va generando la fisión sin que haya necesidad de realimentarlo. 

  Si bien el adolescente tenía una idea de cómo hacerlo, iba a necesitar de ingredientes que no se consiguen fácilmente. Dicen que después de pasar varios días pensando, notó que si a través del teléfono y cartas se hacía pasar por un profesor de un instituto podía convencer a diversas asociaciones, autoridades y comités de seguridad nuclear que quería hacer unos experimentos con sus alumnos y que por lo tanto necesitaba ciertos datos.

  Con el paso de los meses fue recolectando información hasta que un técnico de la Comisión reguladora de la energía nuclear de los Estados Unidos le dió todos los datos necesarios para poder armar su reactor.

  Uno de los elementos que necesitaba se encontraba en los detectores de humo y se llama “americio 241”. Mediante engaños, David logró que una compañía contra incendios le diera 100 de dichos detectores. Éste elemento se encuentra oculto en los equipos pero para ese momento el adolescente sabía cómo ubicarlo y sacarlo.

  Después se concentró en conseguir “radio”, el cual extrajo de los cuadrantes de los relojes antiguos y no tan antiguos (es el material que absorbe la luz y luego hace que brillen verde en la oscuridad).

  El otro material que necesitaba se llama “torio” y a éste lo sacó de viejas lámparas de aceite.

  Hasta el día de hoy no se sabe cómo es que consiguió obtener el “uranio”, aunque se pudo determinar que su origen fue Checoslovakia.

  Con todo esto pudo avanzar lo suficiente como para poder hacer arrancar al reactor.

  Pero la felicidad le iba a durar poco ya que veía dramáticamente con un contador geiger como la radioactividad iba en aumento, primero al patio, luego hasta la casa y posteriormente hasta un radio de cinco viviendas.

  Asustado hizo lo que casi cualquier otro adolescente habría hecho, que fue tratar de apagarlo, pero, claramente eso no era tan sencillo.

  Alrededor de las 3 de la mañana tomó el reactor nuclear funcionando (siempre sin ninguna protección, mala costumbre que mantuvo a lo largo de sus experimentos) y empezó a cargarlo en el auto de su madre y el novio.

  El ruido alertó a los vecinos, quienes llamaron a la policía porque pensaban que estaban robando el coche.

  Para cuando llegaron los oficiales, David ya había metido el reactor en el baúl del auto y tratando de inspirarles confianza les dijo que no se preocuparan, que no estaba robando el auto sino que trataba de llevar su reactor nuclear a algún lugar donde lo pudieran ayudar a apagarlo.

  Si bien la policía en principio lo tomó como una gracia, pronto pensaron que se trataba de una bomba atómica y que David bien podría ser un agente soviético o terrorista que iba a cometer un atentado.

  En aquel momento David quedó arrestado y el reactor fue llevado a un lugar secreto.

  Un tiempo después comenzaron a preguntarse cómo éste muchacho había podido construir un aparato que emitiera tanta radiación y recién después de 5 meses fueron las autoridades a descontaminar todo en el barrio. El problema es que la mamá de David ya había ido tirando objetos contaminados con radiación a la basura.

  Todas las cosas que el equipo pudo rescatar las llevaron a una zona segura donde se descartan desechos radioactivos y a David se le quisieron hacer estudios para ver posibles daños que la radiación le haya producido, pero éste se negó.

  Luego de éstos hechos, la vida de David fue de mal en peor, primero se le detectó esquizofrenia, y luego comenzó a consumir drogas y alcohol, llegando a un límite a los 39 años donde murió por una sobredosis.

  Recuerdo que al final de la “Expedición Atlantis”, Barragán, el gran capitán de la nave dijo “Que el hombre sepa, que el hombre puede”.

  Siento que hubo una gran cantidad de personas que subestimaron a éste muchacho y que otros tantos simplemente no se comprometieron en acompañarlo en lo que podrían haber sido maravillosos desarrollos, pero que terminaron poniendo en riesgo la vida de, nada más y nada menos, que 40.000 almas (la población de la ciudad donde David vivía).

  Hasta el día de hoy no han podido ser detectados los residuos radioactivos que arrojó la madre a la basura.

  Y justo antes de terminar ésta nota… me entero que un nuevo adolescente, con 12 años, llamado Jackson Oswalt,  consiguió hacer otro reactor nuclear. “No quería dedicar mi tiempo libre únicamente a juegos como el Fortnite”, explicó el joven. Ésta vez, Jackson hizo su reactor con piezas compradas por Ebay.

En el siguiente video pueden observar el momento en que ingresa en el libro de los Records Guinnes:

Abrazo digital.

Arq. Jorge Hugo Figueroa.

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