La verdadera historia del 6 a 0 a Perú

Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Un día como hoy, hace cuarenta y dos años, los argentinos atravesábamos uno de esos vaivenes tan frecuentes en nuestra historia ciclotímica: el salto repentino que va de la depresión profunda al éxtasis desmesurado.


El Mundial 78 cerraba, al menos en los horarios de los partidos, esa grieta brutal que dividía a la sociedad (se llegó a hablar de reuniones en Europa entre el almirante Massera y Mario Firmenich, líder de la guerrilla, con el objeto de pactar una tregua durante el tiempo que duraría el mundial).


En lo futbolístico, Argentina jugaba en segunda ronda en la zona de Polonia, Brasil y Perú para definir un lugar en la final. En la primera fecha, Argentina había ganado 2 a 0 a Polonia y Brasil 3 a 0 a Perú. En la fecha 2 se enfrentaron Brasil y Argentina y terminaron empatados en 0. El 21 de junio se debía jugar la última fecha y los dos grandes equipos de Sudamérica llegaban con chances parejas. Ahí empezó todo el lío.


No nos vamos a referir al supuesto soborno a los jugadores peruanos ni a la presencia de Videla y Henry Kissinger (sí, parece que dios los cría y…) en el vestuario del equipo peruano minutos antes del partido. Tampoco a las sospechas de doping que pesaba sobre ciertos jugadores. Sobre esos temas se ha hablado mucho y nadie ha podido mostrar pruebas contundentes en favor de alguna de las conjeturas barajadas. Nos referiremos a un tema en apariencia menor, pero que en Brasil siguen recordándolo como una estafa: el horario de los partidos.


En Enero del 78 se habían reunido en Buenos Aires los presidentes de todas las asociaciones de fútbol de los países clasificados para el torneo. Después de largas disputas se acordó que los dos finalistas del mundial anterior (Alemania y Holanda) serían cabezas de serie junto con el local y Brasil. La discusión respecto a los horarios de los partidos fue breve, los europeos impusieron rápidamente horarios cómodos a sus televidentes, quienes verían por primera vez un mundial en colores, y Brasil no tuvo objeciones respecto de jugar a la tarde ya que de ese modo evitaba las gélidas noches del invierno rioplatenses.

Se decidió que los partidos se jugarían a las 13,15 y a las 15,15 horas de nuestro país. El representante argentino levantó la mano y sugirió que la selección Argentina jugara “todos” sus partidos a las 19 horas. De esta manera se intentaba no superponer las presentaciones de Argentina con las del resto de los equipos y, de tal modo, se pretendía engrosar la concurrencia de público a los estadios (la venta anticipada de entradas en Europa había sido muy escasa hasta ese momento y se temía que hubiera partidos que se jugaran prácticamente sin público). Nadie se opuso a esa condición y la propuesta se aceptó por unanimidad y sin discusión.


Pero volvamos a aquel día del que hoy se cumplen cuarenta y dos años. Cuando se sortearon los partidos, en segunda ronda, Brasil no era Brasil sino el hipotético equipo que resultara segundo del Grupo 3 de la primera ronda. El lugar que ocupaba Argentina, a su vez, aparecía en el fixture como un ignoto “segundo del Grupo 4”. En la jornada decisiva, según el calendario original, el segundo del Grupo 4 debía jugar a las 13,15 horas y el segundo del Grupo 3 a las 15,15 hs. Es decir, el sorteo había favorecido a Brasil, y hubiera jugado con la ventaja deportiva de conocer el resultado del otro partido si no fuera porque el segundo del Grupo 4 terminó siendo justamente Argentina.

Si se aplicaba la cláusula del horario diferencial para el local, Argentina jugaría a las 7 de la tarde e invertía la ventaja que debió haber tenido Brasil. Brasil solicitó que se reviera esa cláusula y jugara más temprano (no es un dato menor el hecho que ese momento Havelange ya era presidente de la FIFA). Argentina se mantuvo, obviamente, intransigentemente adherida a la cláusula acordada en Enero y finalmente impuso su postura con el argumento de que ya estaban contratados los servicios satelitales para la transmisión de los partidos a Europa (por lo visto la tiranía tecnológica ya empezaba a dominar el mundo).


El resto de la historia es conocido. Brasil ganó su partido por 3 a 1 y obligaba a Argentina a ganar por 4 goles, a esa altura tal vez, el conocimiento del resultado del rival directo dejó de ser una ventaja para ser una condena. Los argentinos estábamos, después del partido de Brasil completamente desmoralizados y con pocas esperanzas de que el equipo llegara a la final. Argentina, finalmente, no convirtió los 4 goles que necesitaba, convirtió 6, y no recibió goles en contra. Así pudo llegar a la final con Holanda, pero esa es otra historia. Historias, todas estas, que con gran detalle se encuentran en “78. Historia oral del Mundial”, de Matías Bauso, publicado por Sudamericana en 2018.


A partir del Mundial siguiente (España 82), todas las zonas comenzaron a definirse en el mismo horario.

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