Opinión/ Un relato que se muerde la cola

Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias ([email protected])

El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz atribuye en gran medida el fracaso de la política económica impuesta por Cambiemos a una desmedida confianza en la posibilidad de atraer capital extranjero.

Desde los tiempos de campaña, el actual presidente de los argentinos se ha manifestado con una ingenuidad casi suicida respecto a la reacción que tendrían las empresas multinacionales cuando se establecieran en nuestro país las condiciones que él creía necesarias y suficientes para convertirlo en una alternativa atractiva.

Resulta sospechoso que nadie le haya avisado a Mauricio Macri que los inversionistas globales no deciden desembarcar en un país determinado porque su presidente es un importante empresario, o porque resuelve reinsertarse en el mundo y pagar viejas deudas, o por bajar significativamente los salarios de los trabajadores. Mucho menos porque habla con gran simpatía con los líderes mundiales sobre fútbol o se jacta de haber traído a Chicho Serna a Boca.

Más allá de atribuir este “error” a cierta dosis de ingenuidad o, lo que sería aún peor, a una actitud de extremo cinismo, puede resultar interesante revisar algunas de las condiciones que hoy por hoy podrían decidir la tan pregonada “lluvia de inversiones”.

Mal que nos pese en estos tiempos de vaciamiento del sistema científico y tecnológico, un indicador cada vez más infalible para los inversores está dado por el número de científicos cada mil habitantes que ostente el país donde se piensa invertir a largo plazo.

Países desarrollados como Japón han mantenido dicho indicador en 5 investigadores cada mil habitantes durante los últimos veinte años. Otros, con economías aún más pujantes como Corea, por ejemplo, han elevado dicho indicador de 2.3 en el año 2000 a 7 en el 2015. En el contexto latinoamericano, si bien Argentina lidera las posiciones en función de este indicador (lo elevó de 0.7 en el año 2000 a 1.2 en 2014) la situación dista significativamente del promedio mundial. Brasil alcanzó recientemente la cifra de 0.7 investigadores cada mil habitantes mientras que Chile y México están muy por debajo con 0.45 y 0.24 respectivamente (datos extraídos de la página del Banco Mundial.

https://datos.bancomundial.org/indicador/SP.POP.SCIE.RD.P6 ).

El proyecto Argentina 2020 incluía acciones concretas, como por ejemplo elevar cada año en un 10 % el número de ingresantes al CONICET, con el fin de acercar éste y otros indicadores similares a los niveles de los países con economías más pujantes. Esta proyección obviamente quedó inconclusa a partir de la reducción presupuestaria impuesta por el actual gobierno.

En sintonía con lo anterior, algunos economistas utilizan como estimador de la variación futura del PBI de un país el número de artículos científicos que los investigadores de dicho país publican en la actualidad. Es decir, para saber cómo variará el PBI argentino en los siguientes diez o veinte años, deberíamos observar cómo evolucionó el número de publicaciones científicas en la última década. Es indudable que el crecimiento económico viene de la mano de la inversión en educación, ciencia y tecnología.

Resulta paradójico tener que mostrar estos argumentos en tiempos en los que no sólo el aparato científico del país está siendo desarmado sino la universidad misma, en su conjunto, resiste como puede los embates del gobierno.

Cómo alguien puede centrar su discurso en la intención de construir una nueva Argentina, la Argentina del futuro, una nación que deje atrás definitivamente las turbulencias del pasado, y al mismo tiempo suprime el ministerio de Ciencia y Tecnología o desestima la actividad de un docente universitario es algo que algún día nos tendrán que explicar. Una retórica de esta naturaleza no merece siquiera denominarse peyorativamente “relato”. Si queremos darle un nombre busquemos mejor por el lado de fábula, o directamente llamémosle verso o chamuyo.

Si hay alguna esperanza de salir a flote se debe únicamente a que los jóvenes, mucho más despiertos que nosotros, están reaccionando para frenar una embestida que, si prosperara, llevaría sin dudas al descalabro total y definitivo de nuestro futuro como sociedad.

Los comentarios están cerrados.

error: Contenido protegido