Panorama política: La pandemia obliga a Kicillof a bajar varios cambios
La irrupción del coronavirus como desafío urgente de la humanidad tiene consecuencias muy concretas en el microcosmos de la política bonaerense. No solo obliga a la administración de Axel Kicillof “distraer” recursos y esfuerzos hacia una crisis no prevista, sino que demora la marcha de una gestión que ya había tenido problemas para afirmarse, al tiempo que hecha un manto de dudas la velocidad con que podrán aplicarse ahora los planes de reactivación, afectados por un escenario económico que luce aún más complejo que antes.
“Como mínimo, esto nos obliga a bajar varios cambios justo en el momento en que comenzábamos a tomar velocidad”. Esa metáfora automovilística fue utilizada, en la intimidad del círculo más cercano al gobernador, para resumir la primera evaluación del impacto que tendrá la pandemia en la marcha de la gestión del gobierno provincial. Se refería, es claro, a las consecuencias que van más allá de la cuestión estrictamente sanitaria, que por motivos obvios es lo que ocupa ahora el centro de la atención.
La suspensión por tiempo indeterminado del lanzamiento de un ambicioso plan de obras de saneamiento que estaba prevista para la semana próxima es un ejemplo concreto de lo que ocurre. El gobierno debió desviar prácticamente todos sus esfuerzos a la contención de la pandemia, que se lleva además una cantidad de recursos que todavía es difícil de estimar: Kicillof ordenó avanzar con la compra de insumos médicos y con la contratación especial de profesionales pero aún no precisó, ni a sus íntimos, el costo fiscal estimado de todo eso.
Para ponerlo de otro modo: lo que obligadamente se lleve la lucha contra el virus se retraerá de los programas de gobierno con los que el gobernador esperaba demostrar que tras la pelea por la ley impositiva y el primer round de la deuda, ahora sí su gestión tomaba velocidad. Reactivar la construcción de rutas, acelerar la refacción de escuelas, regularizar la relación con un amplio abanico de proveedores del Estado son en este contexto objetivos mucho más difíciles de alcanzar.
Esa afectación del Estado se retroalimentará negativamente de una economía que podría profundizar su recesión. El gobierno habla de “un daño muy grande sobre algo que ya estaba muy mal”. Traducción: una caída de la actividad que se trasladará a una recaudación que se explica, en un 70%, por un impuesto tan ligado al consumo como Ingresos Brutos.
Caída en dominó
Es probable que en este contexto los planes directamente políticos de Kicillof también resulten afectados. Y eso, en principio, debido a la eventualidad de que se trabe la negociación por la deuda, que es una especia de llave maestra que abre el resto. Contra algunos análisis que surgen desde el kirchnerismo, el Gobernador no cree que entrar en un default, en estas condiciones, sea una salida menos traumática que antes de la emergencia. Ni que lo fondos que liberaría esa cesación de pagos sean un bálsamo que equilibre sus contraindicaciones.
Pero si ese default llega, para Kicillof sería una eventualidad incluso menos traumática que una dilación de una definición de la cuestión de la deuda, en un contexto agravado por la caída de los precios de las materias primas, especialmente de la soja, que restringe su posibilidad de implementar medidas anticíclicas. Mejor un mal acuerdo que un default, pero mejor un default que estirar las conversaciones, parece ser el mensaje a Nación. Hay que recordar que en junio la provincia debe afrontar vencimientos por casi USD 900 millones.
En el calendario que imaginaba el gobernador, después de la resolución de la negociación con los bonistas venía una etapa de “normalización” política que planeaba abrir con el tratamiento del presupuesto para este año y, tal vez, con el pedido de una nueva autorización para tomar deuda. Eso lo obliga a una negociación con la oposición que despunta por estos días en la Legislatura, pero que podría quedar entre paréntesis si los nubarrones de la pandemia terminan por nublar el horizonte de Martín Guzmán y, casi por carácter transitivo, también el de Kicillof.
Habrá que ver si la gravedad social deja a Juntos por el Cambio margen de acción para alguna otra cosa que no sea esperar. Justo hace unos días, de la mano del resurgimiento de la voluntad de María Eugenia Vidal de liderar, ese espacio tomó una definición para el tiempo que viene: buscarán una negociación unificada con el gobierno que incluya cargos (entre ellos el directorio del Banco Provincia), presupuesto y deuda, algo a lo que el gobierno se resistía. Ahora la incógnita es cuándo volverá a haber un contexto que permita esas conversaciones.
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