Reseña de un libro leído a medias


Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

No tarea fácil definir el arte poético de Guillermo Del Zotto. Y en esa dificultad radica justamente el carácter original de su propuesta literaria. Sus textos, con el tiempo, fueron consolidando cierto estilo, fueron profundizando las huellas que alguna vez se vislumbraban tímidamente y terminaron imponiéndose como un sendero seguro hacia el regodeo intelectual de los lectores. Si a los que conocemos su obra, nos dieran al azar algunos de sus nuevos versos, probablemente sospecharíamos que son de su autoría. Ningún otro podría escribir, por ejemplo: “Hacer cualquier otra cosa que no sea enroscarnos desnudos ociosamente en la cama, eso es perder el tiempo”. Definición que pinta en pocas palabras el carácter absurdo de la existencia y que despierta reminiscencias del “Pequeño ABC del derrumbado ilustrado” (publicado por Ediciones del altillo en 2018). Ese sello perfectamente identificable habla de un estilo maduro, de la confirmación de una filigrana fácil e inequívocamente reconocible, del hallazgo de un mecanismo certero para disparar provocaciones, desafíos, insolencias, en fin, distintas maneras de fastidiar al lector, que de eso justamente se trata la poesía.

“Cáliz para laicos” es el nuevo libro del autor nacido en Olavarría en 1968 y ha sido publicado este mes por Ediciones del altillo. El reciente material está dividido en cuatro partes y presenta una particularidad: todos sus poemas son presentados en el lenguaje original en el que fueron concebidos y al mismo tiempo, en el reverso de la página anterior, en una traducción al ruso. (¿Homenaje a los maestros de la literatura rusa? ¿Proclama literaria? ¿Afinidad con ideologías oxidadas? Mejor no preguntar, no saber, alejar esa tentación positivista de exigir explicaciones.)

El texto inicia con el poemario “Siete puertas”, seleccionado en la categoría Poesía de Arte Joven de la Provincia de Buenos Aires en 2003. Sigue con “La diversidad del trueno”, poemas publicados por Editorial Azul y con “Plegarias vencidas” (poemas premiados en el concurso sobre violencia de género Graciela Tirador, organizado por la Biblioteca Coty Laborde y Bohemia Producciones en 2014). A modo de bonus track, el libro incluye dos poemas finales que, contrariando la lógica del resto del texto, nacieron en ruso para ser posteriormente traducidos al español.

A través de sus poemas, Del Zotto se para en rincones inverosímiles para mirar a todas las cosas desde una perspectiva incómoda. Espiando desde afuera busca contradicciones en los actos sencillos con los que aspiramos día a día a cumplir dignamente esa misión que nos fue encomendada: vivir. Así, va descubriendo ironías, despertando desconfianzas y al mismo tiempo va creando una cercanía con el lector que se extrañará, y mucho, al dar vuelta la última página.

No deja de ser un alivio saber que no estamos solos y perdidos en nuestras obsesiones, en nuestras dudas: “Me voy a dormir con los miedos / si te digo que a esta altura son mis mejores compañeros, / no te miento”. Con esta retórica, Del Zotto se gana la complicidad del lector, lo invita a compartir sus dudas, lo hace destinatario de sus confesiones más escondidas y a muchos nos rescata de la nada, esa nada que si no fuera por la  poesía sólo hallaría alivio en el oasis del suicidio.

Metafísica y lírica en dosis cuidadosamente sopesadas parecen ser los secretos de “Cáliz para laicos” (título que implica una contradicción flagrante que raya la herejía y como tal resume, no el libro, sino la obra completa del autor). En uno de sus poemas nos propone “Aguantar la respiración hasta dejar pasar de largo a los barcos que pudieron salvarnos”. El mismo condenado que unas páginas antes pedía que lo acompañáramos en sus miedos, niega, ahora, la posibilidad de una salvación deshonrosa, busca en el romanticismo de la épica la única salvación posible, la de no salvarnos.

Como buen poeta, Guillermo Del Zotto, sabe conferirle musicalidad a sus textos, encontrar ese adjetivo esdrújulo cuando la cadencia de la respiración lo pide, evitar esa palabra aguda que entorpece la lengua cuando recita. Por eso si algo cuestionable tiene “Cáliz para laicos” es negarnos una de sus mitades, limitar su gracia a las páginas impares. Las otras, las pares, resultan ilegibles para el monolingüismo de mi ignorancia y me están vedadas.

Con “Cáliz para laicos”, Ediciones del Altillo redondea una decena de títulos (todos recomendables) y se consolida como una editorial independiente que supo explotar una necesidad expresiva que ahora resulta evidente. Había mucho que contar, mucho para decir, mucho para cantar en la región. No sería arriesgado afirmar que Olavarría se ha convertido en un centro literario destacado.

No imagino nada mejor para pasar esta semana de encierro que desentrañar, pacientemente, el mensaje que subyace a cada poema de “Cáliz para laicos”.

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