Adviento y la Inmaculada
Escribe: Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.

El Adviento y la Novena de la Inmaculada Concepción son un perfecto binomio. Es realmente, una perfecta unidad que nos lleva a “peregrinar” ejerciendo el arte de la espera.
Adviento, tiempo de espera… ¿Quién llega? ¿Por qué llega? ¿Para qué viene? ¡Cuántas preguntas que requieren respuesta! Y aquí entra en juego: ¿Qué sabemos del Adviento? Y… ¿Cómo nos preparamos a festejar a María?
En este tiempo de pandemia que asola a la humanidad estamos – todavía – aprendiendo a practicar el “arte de esperar”, que conlleva aparejado “el arte de la paciencia”. Si, estas virtudes son todo un arte que , podríamos decir , nos lleva toda la vida practicarlas. Hemos visto que sabíamos correr, apurarnos, exigir y exigirnos. Nos hemos impacientado tantas veces, y ahora ; nos vimos obligados – como solemos decir- a “bajar un cambio” .
El Adviento es el tiempo mariano por excelencia del Año litúrgico. Entrar en este tiempo litúrgico de la mano de la Inmaculada será una hermosa oportunidad de hacer experiencia del cuidado de la Madre que nos ama. Transitando con Ella esta novena iremos practicando el arte de la espera y de la paciencia que dará frutos de esperanza porque el que viene es su Hijo, el Señor de la vida y de la historia, la Luz verdadera que ilumina el sendero, el Camino hacia la vida eterna . Ella hará que Cristo “nazca” en nuestro corazón porque, el Adviento es el período de preparación para celebrar la Navidad.
Peregrinemos con María este tiempo de las cuatro semanas del Adviento para esperar a Jesús: ¡ Viene el Señor! “Sí, Dios viene en la persona de Jesús. Sí, es Él el que llega, es Él el que viene, porque quiere que «todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2, 4). “Viene porque ha creado al mundo y al hombre por amor, y con él ha establecido el orden de la gracia, viene para quitar el pecado porque, la voluntad de Dios es salvar al hombre y el amor de Él por cada criatura es más poderoso que el pecado”. (San Juan Pablo II).
La Novena de la Inmaculada nos prepara a la gran solemnidad del 8 de diciembre. ¿Cómo vivirla? De los consejos de San Josemaría Escribá de Balaguer. “Que cada uno la viva personalmente, del modo que considere más oportuno; poniendo, mayor empeño en la conversación asidua con la Virgen, con un delicado esmero en la oración, la mortificación, el trabajo profesional; y procurando que los parientes, amigos y conocidos —cuantos más, mejor— se acerquen a Jesucristo por medio de nuestra Madre. A Jesús siempre se va y se «vuelve» por María” (Camino, 495).
Nos anima también San Maximiliano Kolbe a recorrer este Adviento celebrando a María : “Nunca tengas miedo de amar demasiado a la Virgen. Jamás podrás amarla más que Jesús». Y el papa Francisco nos invita a “…recordar cada día que Dios no nos olvida, que somos sus hijos amados, únicos e irremplazables: recordarlo nos da la fuerza para no rendirnos ante los reveses de la vida”.
(*) Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.
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