“El uso de la lengua es lo que determina la norma y no al revés”
Desde comparaciones inadmisibles hasta intentos de prohibición. ¿Por qué es incorrecto intentar regular algo tan dinámico, orgánico y móvil como el lenguaje?
María José García – Agencia Comunica
Siendo debatido ya no solo en Argentina sino en varias partes del mundo, la controversia que ha generado la utilización del lenguaje inclusivo ha puesto en debate diversas posiciones: ¿la norma define la realidad?, ¿el hablante determina la lengua?, ¿puede existir la regulación del lenguaje?, ¿qué es inclusión y qué no?
Lo cierto es que la variación del lenguaje, desde la remotidad, ha sido un fenómeno no solo lingüístico y retórico sino, también, político e identitario. Es por ello que los lingüistas, en la actualidad, tienen posturas muy marcadas y disímiles acerca del uso de la E o la X en lo que se ha determinado como ‘lenguaje inclusivo’.
Por un lado, “hay posturas que hablan de la gramática como si fuese una entidad que está separada e inhibida del género” afirma Victoria Martínez, lingüista y docente de la FACSO. “Pero nosotros creemos que el género gramatical sí tiene que ver con una postura ideológica y política, que se relaciona con un lenguaje binario y patriarcal”.
Por otro lado, también hay quienes deciden utilizar argumentos basándose en la RAE para deslegitimizar al lenguaje inclusivo. Sobre esto, Martínez explica que “si los hablantes consideran que la lengua debe variar, varía, más allá de lo que piense la RAE” porque es una institución que solo establece normas y, en realidad, “el uso social, cultural y político que hacen los hablantes con su lengua legitima el cambio que después pueda venir en la norma y no al revés”.
“Creo que la mayor preocupación se da porque es una discusión política. Al utilizar la E formás parte de una postura y ese es el conflicto. No veo a nadie preocupado cuando a las personas las tratan de ‘travas’, ‘bolitas’, ‘paraguas’, ‘trolas’ o ‘putos’. Esas palabras no existen en el diccionario”, se indigna la docente. “Esas etiquetas violentas, con las que agredimos continuamente, pasan desapercibidas. Ahora, usamos una E y parece que el mundo va a estallar en una especie de grieta”, agrega.
Además, esta norma “viene del español peninsular ibérico que nada tiene que ver con nosotros. En la escuela se nos enseñaba a conjugar en ‘vosotros’. Y salíamos a la calle y decíamos ‘ustedes’. Lo mismo con el ‘tú’ y el ‘vos’. Es decir que, a pesar de la norma, nada impidió que los argentinos voseáramos en una especie de variante rioplatense”.
Para contextualizar, la profesional ejemplifica: “cuando se realizó la conquista de América, lo primero que borraron fueron las religiones y las lenguas de los pueblos originarios y homogeneizaron todo con el castellano. Porque cuando Castilla gana el poderío, plantea el castellano como lengua oficial. Pero esto no fue por una cuestión de corrección lingüística, sino de poder. Si hubiera ganado Navarra, hubiéramos tenido seguramente el euskera”.
Esto quiere decir que el uso de la lengua va a depender de la necesidad del hablante, puesto que no existe la lengua sin él. Entonces, “es imposible prohibir algo que es propio del uso. No hay una ley sobre la lengua, porque el lenguaje es dinámico, orgánico y móvil y va mucho más allá de lo biologicista y comunicacional”, aclara la lingüista.
Del mismo modo, tampoco se puede hablar de distorsión del lenguaje porque la lengua muerta no existe, son los hablantes los que la determinan a través de una convención social. Y no se puede justificar la prohibición del lenguaje inclusivo con el hecho de que este dificulta el aprendizaje porque “no hay nada lingüísticamente comprobado que confirme que hablar con lenguaje inclusivo afecta a la comprensión. Porque sino la separación binaria entre ‘nosotros’ y ‘nosotras’ también la dificultaría”.
El problema en realidad “somos las generaciones de transición, no las niñeces y su aprendizaje», declara Martínez. «Ellos lo tienen mucho mas internalizado, y no porque consideren que haya que hablar de determinada manera, sino porque lo necesitan. Ya que están viendo a su alrededor a las distintas identidades sexo-genéricas y las auto-percepciones”.
Entonces, es claro que la lengua está determinada por los hablantes según sus necesidades y que, a su vez, luego de ser legitimada socialmente, es la responsable de los cambios en las normas y no al revés. Sin embargo, sigue pendiente la cuestión de que si utilizar la E es realmente ser inclusivo o no.
‘Si quieren ser inclusivos, enseñen leguaje de señas’, suele ser un argumento que se usa en contra de la utilización de la E. Sin embargo, esto es “algo complementario, que forma parte de un abanico de un todo. Porque el lenguaje inclusivo es otra forma de inclusión de las tantas que hay”, explica la lingüista.
Siguiendo el tema, “en la lengua de señas en Argentina hay señas que hablan del varón y de la mujer. Habría que preguntarse cuál es la seña que habla de las identidades no binarias”, reflexiona Martínez. “Entonces no hay que creer que algunas cosas son incluyentes y otras no. Sino que es un todo, y dentro de otras lenguas, como la de señas, también habría que ver cuáles son las señas inclusivas”.
Del mismo modo, “hablar en lenguaje inclusivo y después no respetar los derechos de las minorías sexo-genéricas es lo mismo que no ser inclusivos. Es un todo, pero la lengua es identidad. Porque lo que no se nombra no existe. Es una parte importante”.
De cualquier forma, “lo importante es que no se ignora. A favor o en contra, el debate serio es bienvenido. Más allá de las posiciones tomadas, muy disimiles como todo lo que es ideológico y político, lo bueno es que se da el debate”, finaliza Victoria Martínez.
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