Especial: La universidad a la cárcel, la cárcel a la universidad

El compromiso de educar y aprender en un contexto de encierro. Profesores y estudiantes privados de su libertad explican los trabajos necesarios para cumplir este desafío.

El Programa de Educación en Contextos de Encierro (PECE) es un  programa que depende de la Facultad de Ciencias Sociales (FACSO – UNICEN) el cual genera espacios de educación universitaria en las unidades penales de Olavarría y sus alrededores. Surgió en 2008 cuando un grupo de profesores y alumnos comenzó a concurrir a la Unidad N° 38 en el marco de la cátedra de Introducción a las Problemáticas Educativas del Profesorado de Comunicación Sociales. Poco a poco este grupo de estudiantes se fue interiorizando más en las diversas problemáticas de la educación carcelaria para posteriormente formar parte de diferentes actividades y proyectos. “En ese contexto se solicitó que la Facultad tuviera mayor presencia ya que los estudiantes detenidos nos lo pidieron”, contó Analia Umpierrez, profesora de la FACSO y coordinadora del proyecto. A finales de 2008 se logró un acuerdo entre el servicio penitenciario y la Facultad de Ciencias Sociales. Finalmente, a comienzos de 2009, se brindó la oportunidad de inscribirse a las carreras a las personas detenidas.

“Hay que llevar la universidad a lugares donde antes no entraba. Uno de los derechos que tienen las personas en contexto de encierro es el de estudiar. Y los docentes somos quienes tenemos que garantizarlo”, expresó Gastón Marmissolle, profesor de la FACSO que da clases en las unidades N° 2 y N° 38 de Sierra Chica.

La universidad a la cárcel

El programa tiene actualmente una matrícula que oscila entre los 115 y 120 estudiantes, entre rematriculados e ingresantes de 2018. Posee una planta de 15 docentes que van a lo largo del año, junto a tres tutores destinados al programa y profesores que concurren por extensión de funciones. Además cuentan con aulas universitarias en la Unidad N° 2 y N° 38 de Sierra Chica, N° 52 de Azul y un pequeño grupo de estudiantes de la Unidad N° 27. Existen ofertas para materias de cursada obligatoria como los talleres de Textos, Nuevas Tecnologías (TIC), Introducción a la Comunicación, entre otros. El resto de las cátedras solo entran a orientar, como el caso de Sociología o Ciencia y Sociedad. El PECE proporciona también diferentes actividades recreativas como el Festival de Cortos de Cátedra que se realiza todos los años y en el cual los estudiantes tienen la oportunidad de crear un cortometraje que se presenta en un concurso para posteriormente elegir un ganador, logrando así mostrar la universidad desde otro lugar. La misma es una actividad que enorgullece a los partícipes del programa y a la cual se alegran de promocionar.

Según la coordinadora del proyecto existen dos ejes en el desafío. El primero consiste en  llevar la universidad a la cárcel. Lo que lo impulsa es la idea de que la educación debe ser democrática: para que así sea la universidad debe estar abierta para todo tipo de estudiantes y no alcanza únicamente con abrir las puertas de la sede. “La educación que nos dan los docentes nos deja sin palabras, tenemos una gran afinidad con todos. Son muy buenas personas y se preocupan mucho por nosotros. Agradecemos mucho el afecto que todos los días nos dan y las fuerzas para seguir adelante… Hacernos entender que existen otras cosas”, expresó Carlos, estudiante de la Unidad Penitenciaria N° 38. Esto implica también comprender que hay gente que si hubiese tenido otras posibilidades no estaría hoy en la cárcel. “Ellos traen excelente predisposición para con nosotras. Creo que lo más importante es que nos hacen sentir una estudiante más de la facultad, sin prejuicio ni discriminación alguna”, narró Liliana, una estudiante detenida en la Unidad Penitenciaria Femenina N° 52 de Azul. Otro punto importante de este desafío se da al momento de entrar dentro del establecimiento. Los profesionales que trabajan en el programa plantean que hay que centrarse en los trabajadores de la unidad ya que consideran que no se va a cambiar una relación de fuerza que se da sólo desde la formación académica, sino que hay que impactar en el conjunto del sistema. “Un reclamo de todos los días es el trato del servicio penitenciario a los estudiantes, y es una pelea más que un reclamo… Que se los trate como personas”, recalcó Gastón Marmissolle.

La cárcel a la universidad

El segundo desafío que plantea la coordinadora del PECE es ver el impacto que recibe la universidad una vez dentro de la cárcel: lograr dar cuenta del conjunto de prejuicios que tenemos como sociedad y así cuestionar el supuesto de para quién está la universidad. “Si queremos una universidad democrática, el estudiante que está en la carcel tambien tiene derecho a ser alguien de igualdad de condiciones que el estudiante regular… No es un estudiante de segunda”, explicó Umpierrez. No solo la universidad entra a la cárcel sino que la cárcel también penetra en el conjunto de actores que forman parte de una estructura académica, los cuales hacen todo lo posible para hacer valer en su totalidad la función primordial de la universidad, la cual es educar. “En la mayoría de los casos uno sale con la cabeza explotada de ahí. Y por alguna razón que es más fuerte que uno, se sigue yendo… Y no es solamente por un sueldo, es mucho más que eso”, reflexionó Gastón.

La cárcel impacta en la universidad, obligando a esta a adecuar sus contenidos a un grupo de estudiantes que se encuentran en un contexto particular, y aun así lograr su cometido. “La carrera de Comunicación, sobre todo, fue la que me dio la oportunidad de ver las cosas desde otra perspectiva”, narró la estudiante de la unidad N°52. Los estudiantes universitarios agradecen la oportunidad que se les presenta y muchos la aprovechan con felicidad. Plantean que las horas de clases son diferentes a todo lo que se encuentra dentro de la cárcel y lo caracterizan como un momento particular e interesante. “Nosotros en ese lugar de cuatro por cuatro nos sentimos libres. Las cosas buenas muchos las vamos a aprovechar y muchos quizás no, pero los compañeros que estamos en el día a día sabemos que nunca jamás pensamos vivirlo… Así que muchas gracias”, concluyó Carlos.

Esta iniciativa, que cumple una década, se transformó para todos los partícipes en un desafío que implica aún hoy una nueva manera de ver y afrontar la realidad. En los diversos aprendizajes, en los momentos compartidos, fue construyéndose el principal objetivo: pensarse por fuera de las paredes para continuar aprendiendo desde la plena libertad./ AC-FACSO

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