Guadalupe, cuestión de fiarse
Escribe Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.

El 12 de diciembre se celebra a Nuestra Señora de Guadalupe la patrona de todos los pueblos de América. Según los relatos tradicionales, la Virgen María se apareció al indio Juan Diego en el cerro del Tepeyac en el año 1531 y le mandó que le dijese al obispo de México, fray Juan de Zumárraga, que le erigiera un templo. El obispo le pidió a Juan Diego que le llevara una prueba. Y la prueba fue la impresión de la imagen grabada en la tilma de Juan Diego que se venera en el Santuario.
“Juanito: el más pequeño de mis hijos yo soy la perfecta y siempre Santa Virgen María, la madre del verdadero y único Dios, de Aquel que es el autor de la vida, del creador de los hombres, de Aquel por el cual todas las cosas existen, del Señor del cielo y de la tierra. Deseo ardientemente que en este lugar sea levantado un templo para mí en el cual yo pueda mostrarme, manifestarme, darles a las personas todo mi amor, mi compasión, mi auxilio, porque, en verdad yo soy la madre misericordiosa; tuya y de todos aquellos que habitan en la tierra, de todos los que me aman, me invocan, me buscan y depositan en mi toda su confianza. Voy a cuidar y curaré a todas las personas; sus miserias, sus dolores”.
¿Cuál fue la reacción de Juan Diego ante esta aparición comprometedora que lo elegía a él, “ el más pequeñito” ? Fiarse de María. Juan Diego “se fio de María” y, desde esta confianza plena “ en mi niña más pequeña”- como le decía expresando su ternura filial-, se atrevió a presentar su mensaje a las autoridades religiosas que no le creyeron. Y el volvió; una y otra vez porque “la Dulce Señora del Tepeyac” se lo pedía. No se cansó de recomenzar y se dispuso a colaborar con Ella poniendo toda su energía y plena confianza.
Así como María, en la Anunciación del Ángel se fio de Dios porque se sintió amada, así, en el cerro del Tepeyac Juan Diego se fio de María y llevó adelante el valor de un mensaje de vida y de unidad porque se sintió amado y elegido para una misión. Esa es ahora nuestra tarea; aprender a “fiarnos” de Dios y de los demás. La clave está y es indispensable; “sentirnos amados” incondicionalmente y desde allí ofrecernos a la Madre. “El ofrecimiento a María es también mirada confidencial y atenta hacia la Madre; es caminar con Ella; es alegría de pertenecerle; es confianza ilimitada en su misión; es seguridad de estar en buenas manos” (Padre Luis Faccenda).
Juan Diego en el año 2002 fue declarado santo por la iglesia católica. Los pobladores de México brindaron un homenaje a este nativo de Cuautitlán pusieron una placa en la plaza de la Basílica de Guadalupe donde dice: “Personificación de nuestro pueblo, a quien la excelsa Madre de Dios tituló: hijo predilecto de su corazón y le mandó pedir al obispo un templo donde mostrar su misericordia. Al entregar las flores recibidas como señal, apareció estampada en su tilma la maravillosa imagen de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre de 1531, año metlactli omey acatl, 13-caña, fecha inmortal para todos los mexicanos”.
Vivir esta fiesta hoy es “cuestión de fiarse” porque, quien quiere confía y Ella es la primera que nos quiere y siempre está. “La Virgen irá ahora a nuestras casas en lugar de esperarnos en su casa, ella irá a través de los medios”, así el Cardenal Carlos Aguilar Retes alienta a la población para celebrar a la Virgen Morenita desde sus hogares. Junto a ellos nos confiamos a sus cuidados maternos.
(*) Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.
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