Libros | El llamado de la patria


Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias ([email protected])

“Unos hemos oído la llamada de la patria. Otros se dedican a llevar una vida cómoda y a pasarlo de puta madre. Supongo que siempre ha sido así. Unos se sacrifican, otros se aprovechan.” Así justifica, desde la cárcel, uno de los personajes de Patria, la novela de Fernando Aramburu record de ventas en 2018 en Argentina, su paso por la organización terrorista ETA.

El conflicto entre España y los pueblos que reclaman su independencia, como el caso de País Vasco, atravesó una evolución similar a la observada en muchos otros países europeos. Regímenes totalitarios, ―tanto de derecha como de izquierda―, mantuvieron a fuerza de represión una frágil e inestable paz interior que no hizo más que acrecentar el odio y la división, el rencor, la sed de venganza y la alternativa de la violencia como único medio útil a sus propósitos de liberación. Durante el postfranquismo los españoles descubrieron, con sorpresa, que el conflicto en País Vasco permanecía, aún, después de varias décadas en las que había sido cubierto con un velo, inalterable, latente, agazapado.

¿Cuándo es lícito el empleo de la violencia y cuándo no?, parece preguntarse Aramburu en las páginas de su novela. O más aún, ¿cuándo se convierte en el deber de todo buen ciudadano tomar las armas? ¿O no se condenó en Francia a los que se mantuvieron pasivos frente a la ocupación nazi? ¿Podemos, nosotros, los argentinos, cuestionar el intento de liberación de un pueblo que se considera sometido por otro mientras veneramos a San Martín y Belgrano?

Aramburu no pretende dar una respuesta a este conflicto pero sin dudas nos acerca a través de su novela una perspectiva interior, íntima. Dos familias vecinas y amigas de toda la vida en un pueblito de la Euskadi profunda se ven enemistadas a raíz de su posición respecto a ETA. Durante los años más duros de la escalada violenta del movimiento separatista vasco no es posible permanecer neutral. Se está a favor de la independencia o se es cómplice del sometimiento español.

Aramburu presenta a sus personajes balanceándose permanentemente en un vaivén que los lleva de víctimas a victimarios. Lo que arrastra, a los lectores, a un esfuerzo denodado por tomar partido, por fijar una postura, para concluir, después de las más de 600 páginas que recorre la novela, que en realidad no hay patriotas ni traidores sino víctimas, sólo victimas de esa construcción mental que los hombres, pacientemente, hemos construido con puntillosa delectación durante miles de años y de la que no podemos escapar: el concepto de patria.

El autor, sin embargo, parece pregonar finalmente por la reconciliación. Una reconciliación que en cierto modo se presenta como apresurada, improbable, forzada. Claramente el texto se inclina hacia un postulado pacifista, adhiere a la prédica de no retornar jamás a la violencia. El autor parece exonerar a todos los personajes pero dejando en claro que lo que ocurrió antes del 2011 (año en el que ETA anunció el cese definitivo de la lucha armada), le arruinó la vida a muchos vascos, tal vez a todos, independientemente del lado de la grieta en la que les haya tocado quedar.

El Franquismo prohibió en España el uso de toda lengua que no fuera el castellano. Prohibición que lógicamente tuvo, como consecuencia, la preservación, secreta y clandestina, de lenguas como el Euskera. Tal vez resulte revelador que Aramburu, nacido en 1959 en San Sebastián, ciudad emblemática del País Vasco, escriba sus novelas en castellano. Tal vez también lo sea el hecho de que Mariano Rajoy, presidente de España hasta 2018, haya recomendado la lectura de la novela de Aramburu. Es que el autor, de alguna manera, da por zanjado el conflicto. Los personajes, después de muchos años de violencia y sufrimiento se redimen en una paz que se muestra como perdurable, definitiva, sobreentendido que obviamente no resulta fácil de asimilar por los vascos.

Más allá de la intención política que la novela pueda esconder, indudablemente constituye una puerta de entrada más que recomendable para comprender un conflicto que aún permanece vigente. Y que no solo abarca la dicotomía entre españoles y vascos sino que perfectamente puede extenderse a cualquier otro conflicto de origen nacionalista de los muchos que existen en el mundo actual.

Dejando de lado el valor que la novela tiene como aporte a la comprensión de un contexto histórico específico, debemos reconocer que la narrativa de Aramburu no se propone hacer alarde de originalidad ni apela a recursos estilísticos de vanguardia. Por el contrario, intenta que la prosa sea invisible, que no moleste a la historia que quiere contar, decisión que en algunos casos lo pone al borde de la chatura.

Rara vez desde esta columna recomendamos la lectura de un best seller. Conscientes de que un exceso de dogmatismo puede ser perjudicial, nos permitimos, sólo por hoy, sugerir la lectura del libro que todo el mundo lee.

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