Padre Pio, un crucificado sin cruz


Marisel Merlos (*) ([email protected])

“Todo lo podría resumir así: me siento devorado por el amor a Dios y el amor por el prójimo. Dios está siempre presente en mi mente, y lo llevo impreso en mi corazón. Nunca lo pierdo de vista….” (Padre Pio).

El Padre Pio, es un santo fraile capuchino que nació en Pietrelcina, el 25.05.1887, un verdadero enamorado de Jesus vivió de una manera única y sorprendente. Las llagas y heridas de Jesús en la cruz en las manos, pies y costado; fueron replicadas en el cuerpo del Padre Pio y lo acompañaron durante 50 años. Fue traspasado por el dolor, el cual soportó con amor ofreciéndolos a Jesús y por sus “Hijos Espirituales”.

La presencia de su Ángel Guardián (que era visible para él) desde la niñez, fue su guía y consuelo. También las dulzuras y presencia de la Virgen María lo acompañaron para soportar el sufrimiento.

El amor entrañable a la Virgen se expresaba de modo particular por el rezo del santo rosario. Llevaba un rosario enrollado en la mano o en el brazo, como si fuera un arma contra toda clase de enemigos. Lo rezaba de continuo y por lo mismo animó a muchos a rezarlo, fundó los Grupos de Oración para que sean “Faros de Luz en el Mundo”, esta obra aún continúa creciendo. En una nota, dejó escrito: “Diariamente recitaré no menos de cinco rosarios completos”. “Seamos inmensamente gratos a la Virgen. ¡Ella nos dio a Jesús! Permaneced como la Virgen, al pie de la Cruz, y seréis consolados. Ni siquiera allí María se sentía abandonada. Por el contrario, su Hijo la amó aún más por sus sufrimientos”.

El Amor a la Eucaristía lo hacía vivir la Santa Misa, como un verdadero sacrificio con respeto y solemnidad. Sus misas, sus largas misas (algunas de madrugada) llegaban a durar hasta tres horas. El momento de la consagración era el culmen de su vida y se fundía en dolor y adoración a Jesús. En una entrevista le consultaron ¿qué beneficios recibimos al asistir a la Santa Misa? No se pueden contar. Los veréis en el Paraíso.

Cuando asistas a la Santa Misa, renueva tu fe y medita en la Víctima que se inmola por ti a la Divina Justicia, para aplacarla y hacerla propicia. No te alejes del altar sin derramar lágrimas de dolor y de amor a Jesús, crucificado por tu salvación. La Virgen Dolorosa te acompañará y será tu dulce inspiración.

Durante sus años de Sacerdote más activo pasaba hasta 14 horas por día dentro del confesionario reconciliando a los hombres con Dios.Tenía el don de leer las conciencias: conocía los pecados de quienes se acercaban a él con corazón arrepentido y cuando alguien no confesaba “aquel pecado”, él los inducia preguntándoles: ¿Qué más?

El 23 de septiembre de 1968, estando muy enfermo, con el rosario en la mano, pronunciando dulcemente los nombres de “Jesús y María” entregó su alma a Dios. Cuarenta años después de su muerte fue exhumado el cuerpo encontrándolo incorrupto. Su tumba en san Giovanni Rotondo es visitada por muchedumbres de fieles y peregrinos que han producido el fenómeno de conversión de masas más impresionante de la historia del cristianismo.

Diría en una oportunidad…“Haré más ruido muerto que vivo”. El papa san
Juan Pablo II lo canonizó en el año 2002.

(*) Consagrada a la Virgen y miembro del Grupo de Oración Padre Pío, Olavarría.

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