Un oficio en extinción

Oscar Alberto Benitez es zapatero hace 52 años. Hoy tiene 64 años y sigue levantándose todos los días a las 6am. Ejerce una labor donde diariamente crece la demanda, pero son cada vez menos quienes ejercen el oficio.


Rivulgo Jorgelina – Agencia Comunica / Fotos: Agencia Comunica

Un local que pareciera ser un viaje al tiempo, ubicado en la calle Alsina casi Pueyrredón. Cuatro paredes en las que abunda mucha historia y sentimientos hacia un oficio, el ser zapatero. Oscar Alberto Benitez tiene 64 años y hace 52 que comienza sus días a las 6 de la mañana en el taller y finaliza a las 18. Hoy se muestra preocupado por el futuro del trabajo, debido a que quienes realizan las mismas tareas en la ciudad son adultos mayores que no estarán para siempre. Además, mencionó el aumento en cantidad de personas que recurren por día a su taller, “la gente arregla todo lo que puede”.

Al abrir la puerta se escucha una voz y canciones provenientes de una radio que genera un clima especial en el lugar: “mi compañera es la radio y la gente que está conversando continuamente”, contó con una sonrisa Oscar. Mirar alrededor es encontrarse con zapatos, botas, zapatillas por doquier y las respectivas máquinas con las que realiza los arreglos. En el medio, Oscar queda solitario y tranquilo, sentado en la máquina de coser, concentrado en su labor.

Un oficio que no es muy nombrado, pero al que todos -en su gran mayoría- recurren, ¿quien no tiene su zapatero de confianza?. La historia de Oscar comenzó producto de un partido de fútbol rutinario con sus amigos cuando tenía 12 años. Se les rompe la pelota y “no había nadie que la arreglara, entonces se me ocurrió ir a un taller, fue pasando el tiempo y me ofreció seguir estando con él”, relató Benitez. Es ahí mismo, donde “aprendí a arreglar calzado y es hoy que sigo con esto”.

Maquina de coser donde Oscar estaba arreglando diferentes pares de zapatos y zapatillas.

Oscar reflexionó sobre cómo han ido modificándose los materiales de los zapatos y zapatillas con el pasar del tiempo y esto también es una consecuencia del por qué es tan concurrido: “siempre hubo trabajo pero en este momento se está notando cada vez más”. Sin embargo, él nota que “la gente arregla todo lo que puede, lo que consigue lo arregla, el calzado cada vez es más malo y te dura menos por los materiales que se usan”, explicó recordando que en sus inicios los materiales que se utilizaban en la fabricación eran de cuero o suela, y “no había casi nada de plástico”, expuso.

A pesar de que el local nombrado “El chino”, es muy concurrido, la cantidad de trabajo es excesiva para una sola persona y es por esto que muchas veces debe limitarse y decir que no a ciertas reparaciones, porque realmente no llega a realizarlos. Es aquí cuando aparece una problemática muy latente en el oficio, que es el hecho de que “hoy hemos quedado muy pocos, es toda gente grande, no hay chicos que se dediquen al oficio y si esto sigue así, con los años se va a perder”, manifestó con cierta nostalgia y preocupación el zapatero Oscar.

Trasfondo del local, al costado izquierdo se encuentra el mostrador donde atiende a las personas, y el detras es zapatos y zapatillas que estan para retirar o que han quedado.

De acuerdo al último censo realizado, la ciudad de Olavarría tiene 126.328 habitantes de los cuales “seremos 12 o 13 zapateros que hemos quedado” manifestó Oscar en un tono preocupante. A raíz de esto, es que rápidamente dijo que “no hay un lugar para ir a aprender del oficio o alguien que se dedique a enseñarlo, hay que ofertar y atraer a los más jóvenes”. Preocupado por el futuro del quehacer anuncia que “es muy probable que se pierda, como se han perdido muchos otros oficios”.

Como alternativa analizó la posibilidad de que “algún chico pueda venir a los talleres” pero que “es complicado porque le puede pasar muchas cosas, se está con máquinas o se puede cortar” pero que son accidentes que pueden ocurrir en cualquier trabajo.

Oscar diariamente arregla 15 pares de zapatos/zapatillas “a veces entran hasta 20 o 25 pares por día”, y es ahí donde manifiesta que “hay trabajo para dos personas continuamente pero no tengo a nadie”. Y no es que se niegue a ofrecer trabajo, porque aclara “ojalá hubiera alguien porque no puedo hacer todo yo solo”.

Oscar Benitez en su segundo hogar y haciendo lo que realiza hace 52 años.

La gran demanda obliga a Benitez a implementar un sistema de turnos de “10 a 15 días” debido a que afirma que “es imposible hacerlo y a veces directamente no puedo, porque también tengo mi vida”. No solo dedica la mayor parte de su tiempo a arreglar calzados, también es un salvavidas de bolsos y mochilas, “hoy se arregla todo”.

Si bien manifestó no tener problema con ningún otro zapatero de la ciudad, detalló que “no tenemos una unión, tendría que haber un gremio para poder estar todos unidos”. Porque, luego de la pandemia los proveedores ya no vienen a la ciudad y las compras de mercadería se realizan online. Por último, recordó que se encuentra entre los 3 zapateros más grandes de la localidad “hay uno de 67 y otro de 70 años”. ¿Cuál será el futuro que le depara un oficio tan demandado?

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